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Hadas Gemelas – Capítulo II. Cuentos de brujas

Hadas Gemelas – Capítulo II. Cuentos de brujas

Hadas Gemelas. Cuentos de hadas y princesas.

Al día siguiente, Amanda dijo a Julius:

_Hoy tendremos mucho trabajo, no quiero distracciones de tu parte.

_¿Haremos limpieza general, mi reina? La casa lo requiere.

_Cállate tonto! Tengo algo mucho más importante que hacer que ponerme a fregar ¿no crees?

_No sé ¿qué debo creer?

_No sé para qué pierdo tiempo hablando contigo, hoy dedicaré mi día a enviar todo tipo de maleficios y maldiciones a la futura descendencia de la parejita feliz. Verán que conmigo no se juega. Ese duende esbelto se arrepentirá toda su vida de no haberme elegido.

Julius, preocupado, pensó qué podría hacer para evitar tales maldiciones y de pronto recordó la palabra “duplicar” y decidió que la usaría sin que su amada se diera cuenta.

Amanda preparó todo con mucho cuidado: velas, calaveras, pócimas de aromas muy desagradables, todo debía estar en perfecto orden para que el maleficio tuviera efecto.

Mientras la bruja ponía cada elemento en su lugar, Julius la miraba pensando en que, en cierto modo, la estaba traicionando.

_Perdona amada mía decía por lo bajo esos niños nunca tendrán nada que ver con este asunto.

_¿Qué estás murmurando? gritó Amanda.

_Nada Amanda, nada, te ha parecido a ti respondió el elfo.

_No me ha parecido nada, estabas murmurando, pero bueno, tengo cosas más importantes que hacer como para ocuparme de ti.

Julius sufría, Amanda siempre tenía cosas más importantes que hacer que prestarle atención, pero el elfo no perdía las esperanzas y soñaba que algún día la bruja se enamoraría de él, tanto como él lo estaba de ella.

Cuando estuvo todo listo, Amanda, muy concentrada y con los ojos cerrados, comenzó a decir las palabras con las que, ella creía, traería sufrimiento al hada y el duende. Escondido bajo la mesa y el mantel negro que la cubría, el elfo escuchaba atentamente para intervenir con su “mágica palabra” todo lo que Amanda dijese:

_¡Por el amor que me negaste, lo juro, mereces ahora este conjuro! A tus hijos maldeciré, tu descendencia arruinaré.

Julius escuchaba las frases con el corazón encogidito de tristeza. Supuso que usando esa palabra que él creía era casi mágica, desharía cualquier maleficio y entonces susurró por lo bajo:

_Por el amor que siento, lo juro, desharé este conjuro. A esos hijos duplicaré, su descendencia multiplicaré.

Y cada vez que Amanda maldecía, el elfo duplicaba. Julius sabía que él no tenía poderes y tampoco mucho conocimiento, pero sí muy buena intención y muchas veces eso es lo único que se necesita para solucionar algo que nos preocupa.

No bien Amanda terminó con la ceremonia, comenzó a guardar todas las cosas que había usado, entre ellas, el mantel negro que cubría la mesa. Grande fue su sorpresa cuando encontró a Julius agachadito y tapándose los ojos.

_¿Qué diablos haces aquí escondido? gritó la bruja.

_Pero mi reina ¿cómo crees que estoy escondido? ¿Qué cosas se te ocurren? Es que se me habían caído los lentes, solo eso contestó Julius.

_Tú no usas lentes ¿crees que soy tonta?

_No uso lentes porque los había perdido, créeme, por eso los estaba buscando por aquí, desde que llegamos a este pueblo que no los veo.

_Bueno, sal de ahí de una vez, en definitiva poco me importa si ves bien o mal contestó Amanda.

Y el elfo, una vez más, sintió que su corazón se hacía aún más pequeño por la indiferencia de Amanda. Sin embargo, Julius estaba contento. Pensaba que gracias a esa palabra que había usado, había deshecho el hechizo de Amanda y que, cuando el hada y el duende tuvieran hijos, nada malo sucedería con ellos… y no se equivocaba.

_Ahora solo es cuestión de esperar dijo la bruja.

_Ahora solo es cuestión de duplicar dijo por lo bajo el elfo.

El tiempo pasó y un día el pueblo todo se enteró de que el hada y el duende esperaban su primer hijo. Todo era felicidad, no solo para la feliz pareja, sino para todos pues los amaban y respetaban.

Todas las hadas comenzaron a tejer y a coser, algunos duendes comenzaron a tallar en madera una bella cunita. Los elfos escribían canciones de cuna y Amanda no sabía si entristecerse por la noticia o alegrarse pensando en que ese nacimiento no sería feliz y su venganza se haría realidad.
Julius no paraba de repetir en su mente la palabra “duplicar”. ¿Habrá sido efectiva y el niño o niña nacería bien o todo sería un desastre?

A medida que los meses transcurrían, la pancita del hada crecía y crecía. A decir verdad, crecía demasiado.

_Sin dudas en ese vientre hay un monstruo, no un niño ¡ja, ja! reía feliz Amanda.

El hada y el duende estaban tan felices que no se preocupaban por ese aumento un tanto desmedido de la panza de la futura madre.

Continuará…

Capítulo 1

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