Por Ana Salas. Cuentos de amistad para niños.
La nueva Dalina y Molle es un cuento de la colección cuentos infantiles sobre la amistad de la escritora Ana Salas. Sugerido para niños a partir de 9 años.
La nueva Dalina y Molle
Cierta vez, cuando el sol ardía vibrando ya muy alto y las flores habían dejado sus tímidos bostezos matutinos para mostrar sus hermosos colores, impaciente, un unicornio de pelaje radiante se paseaba buscando algo en la lejanía frondosa del bosque, entre el perfume de los pinos verdes y la bella naturaleza.
Él, solamente aparecía al trote haciendo volar su crin blanca al viento, cuando quería encontrarse con Dalina, su fiel amiga. Con ella compartía largos paseos, sus pensamientos, sus planes más importantes, reían junto al agua dulce del río azulino, dejaban sembradas sus huellas en la orilla, para luego esconderse de las hadas. Aquellas, que eran más rápidas que las patas de Molle, el unicornio blanco, siempre los encontraban, aún si desaparecían en el árbol de las mil raíces o entre las guías de la hiedra.
Quisquilloso como todos los unicornios, desaparecía entre la vegetación de modo que ningún ser pudiera encontrarlo, mientras esperaba a su amiga oculto junto al camino, como todos los días. Pero Dalina, que era una oruga graciosa, inteligente, ágil, con mirada de azabache y vestida de una piel increíble casi como el arco iris, tardaba demasiado y no venía, no venía.
Los ojos profundos del hermoso ser mágico quedaron fijos, viendo marcharse el sol naranja esperando con impaciencia, preocupado de no tener ni noticias. Tal vez algo malo le habría sucedido. ¿Se habría indigestado comiendo de la morera negra? ¿Habría caído en las garras de algún pájaro malvado? O quizás, ya no le importaban los momentos divertidos y los juegos que jugaban. ¿Y si solo había dejado de importarle aquella amistad?
La angustia se volvía ácida y se oscurecía como la noche con cada pregunta que se hacía. Se le crisparon los pelos del lomo blando cuando recordó que pocos días atrás, el hada de los retoños les avisó que un antiguo hechicero de la montaña andaba por allí cerca haciendo desastre. Era de temer, ya que lo que tocaba con la punta de su vara de saúco se quedaba dormido sin vida, seco como la arena. Momificado para siempre. Los peligros eran muchos.
¡Sería terrible que Dalina corriera esa suerte desdichada!
Toda la noche en su escondite se la pasó Molle tristemente, piensa que piensa si volvería a verla. Si hasta se puso su pelaje de un angustioso color grisáceo, como el de los sentimientos cuando se olvidan.
Al amanecer del día siguiente, al salir en su búsqueda notó que entre el rocío y las abejas surgía una luz, como de estrellas y decidió seguirla hasta perderla de vista. Pero solo era un hada pequeña ensayando su vuelo. Creyó divisar entonces un montículo de arena entre los helechos y pensó en el hechicero… pero se dio cuenta de que solo era un enorme hormiguero de tierra y palitos. Trotó sin rumbo, al este y luego al oeste, volvió hacia el norte, donde viven los duendes.
Y encontró un sendero de lombrices fosforescentes que le escribían en el suelo con sus huellas, a la vez que le decían sonrientes:
- ¡Por aquí, por aquí está ella! -.
Agotado de recorrer largas distancias buscándola, se resignó a escuchar atentamente. Confió en las pequeñas, las siguió hasta el hueco de la sagrada piedra, donde se posaban las hadas todas, cuando la primavera llegaba y comenzaban a preparar sus coronas y sus vestimentas.
Se quedó allí, mirando; con curiosidad trepó de un salto al más alto lugar, entre la cascada fresca y las ramas que sobresalían.
Desde la altura vio una sonrisa clara en un rostro familiar, de rubia cabellera, saliendo entre los azahares y las enredaderas vestida de nubes multicolores, que llamaba su atención.
Aunque quiso huir rápidamente de allí, su curiosidad fue más grande y se quedó pegado a la piedra.
Escuchó entonces que la voz le decía:
- Molle no tengas miedo de mí. ¡Soy yo, Dalina, tu mejor amiga! -.
Un poco arisco y con desconfianza, el se acercó y la vio de cerca.
¡Oh sorpresa! Eran los ojos de Dalina, aunque no pareciera ella. ¿Pero qué había pasado? ¿Por qué se veía como si no lo fuera?
- Es que una vez, cada cien años venimos a la sagrada piedra, donde mudamos nuestra apariencia, de oruga a hada madrina. -dijo, mientras le acariciaba la melena.- ¡Pero no te asustes, Molle! Sigo siendo yo, tu amiga de siempre, aunque no me parezca. He cambiado un poco, solo por fuera. Mi corazón no cambiaría por nada nuestra amistad sincera, ni las cosas buenas que compartimos aunque seamos muy diferentes.
El unicornio pensó un rato en que no le gustaban mucho los cambios, pero decidió aceptarla aunque se viera distinta. Y los dos amigos, como un día más, salieron por el bosque hablando sin parar, de sus sueños, sus proyectos, de lo interesante que puede resultar de vez en cuando un poco, cambiar la apariencia externa, sin dejar de ser quien eres.
Fin.
La nueva Dalina y Molle es un cuento de la escritora de Cuentos Infantiles Ana Salas © Todos los derechos reservados. Sugerido para niños a partir de 9 años.
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