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Hermano se busca. Cuentos de amistad

Hermano se busca. Cuentos de amistad

Hermano se busca. Escritora Argentina. Cuentos de amistad.

Tema del cuento: Cuentos de amistad

 

Don Zoilo tenía un campo muy grande. Había plantaciones de todo tipo y  una granja con muchos animalitos, gallinas coquetas, cerdos que comían todo lo que podían, conejos saltarines, pollitos que parecían pompones, gallos cantores, otros que no cantaban y muchos más.
Como no podía ser de otra manera, en el campo también había muchos pajaritos, gusanos largos y cortos e insectos de todo tipo y color.
Don Zoilo, además,  tenía caballos a los que quería y cuidaba mucho, sobre todo a una potranca que estaba por dar a luz su primer potrillo.
Cuando nació Solito (así llamaron al potrillo) fue para todos una gran alegría. Era el primer potrillo que nacía en el campo y los animalitos estaban muy ansiosos y contentos.
Lo primero que les llamó la atención fue ver cuan grande había nacido Solito, no parecía un “cachorro”, caminaba –con dificultad- pero caminaba, parecía como si hubiese nacido ya crecido.
Acostumbrados a que las mamás gallinas pusieran muchos huevos a la vez, las mamás cerditas dieran a luz muchos chanchitos al mismo tiempo y ni qué hablar de los conejos, lo que más les asombró fue que esta vez había nacido un solo potrillo.
– Para mi que se olvidaron uno adentro- dijo Rollizo, uno de los tantos cerditos de la granja.
– Por ahí el hermanito no quiso salir, tal vez es tímido o tiene miedo, vaya uno a saber, pero ya saldrá, ya saldrá – contestó muy convencida Clotilde, una de las gallinas.
Sin embargo, el tiempo fue pasando y de la panza de la potranca no salió ningún otro potrillo.
Los pequeños animalitos de la granja no eran los únicos decepcionados, Solito también se sentía triste. Veía que todos los cerditos, conejos y patos tenían un montón de hermanitos con quienes jugar, él ninguno. Hasta los perros y gatos tenían hermanos, en cambio él, nada.
Decidió hablar con su mamá y pedirle un hermanito.
Por más que lloró,  pateó y relinchó, su mamá no podía darle el gusto y no porque no quisiera, sino porque ya no podía tener más potrillos.
Solito decidió que no estaría solo en la vida, a pesar de su nombre y decidió pedir ayuda a sus amigos.
– ¿Y de dónde vamos a sacar un hermanito para vos, si no te lo dan tus papás? – preguntó sorprendido Rollizo ante el comentario de Solito.
– Un hermano no se inventa, se tiene o no se tiene y eso es algo que deberás aceptar – Le dijo Clotilde, entre sabia y triste también.
– Pues yo no quiero estar solo, voy a encontrar un hermano donde sea,  con la ayuda de Uds. o sin ella – Gritó Solito y se fue.
– Será mejor que lo ayudemos antes de que se meta en problemas, pero no será nada fácil – Dijo un pollito y sus dieciocho hermanitos asintieron con el pico.
Por la noche, hubo una reunión general. Entre todos decidieron que, no habiendo potrillos por la zona, habría que buscarlos en los pueblos vecinos.
Como pudieron pintaron muchos carteles multicolores, todos con la misma frase: “hermano se busca”.
Por la mañana, debían repartirse los carteles y colocarlos en la mayor cantidad de pueblos posibles. No sería tarea fácil. Muchos de ellos no eran veloces para recorrer largas distancias, otros no tenían edad suficiente para alejarse de la granja, algunos eran demasiado bajitos para colocar los carteles en algún lugar que no fuese el piso.
Aún así, con más dificultades que cosas a favor, ningún animalito dudó en ayudar a su amigo. Los veloces, llevaron en sus lomos a los pequeños. Los petisos, se apilaron unos sobre otros para colgar los carteles a una altura que pudieran ser vistos.
En menos de lo que canta un gallo o relincha un potrillo, había un cartel en cada pueblo.
Solito estaba más que agradecido con sus buenos amigos, ahora sólo era cuestión de esperar.
El tiempo pasaba y ningún hermanito aparecía.
– Ya decía yo que esto no sería fácil – Afirmó el pollito y una vez más sus dieciocho hermanitos asintieron con el pico.
– Habrá que pensar en otra cosa, no podemos dejar a nuestro amigo sin su hermano – Contestó Rollizo.
Volvieron a reunirse todos para armar otro plan.
– ¡Ya lo tengo! – Gritó Clotilde la gallina – Te empollaré un hermano – le dijo a Solito.
Sus diecinueve polluelos pensaron que su mamita había perdido la razón. Esta vez ninguno asintió con el pico.
Clotilde, muy entusiasmada, continuó con su idea:
– No es por alardear, pero cada que me lo propongo, no tengo un hijito ¡tengo un montón! A decir verdad, siempre tengo pollitos, pero tal vez si esta vez me concentro muy bien empollo un potrillo.
Ningún animalito creyó que ésa fuese una buena idea, pero era tanto el entusiasmo de Clotilde y tan iluminados estaban los ojos de Solito con esa propuesta que no dijeron una sola palabra.
Clotilde se acomodó sobre sus huevitos con más delicadeza que nunca. Cerró sus ojos y pensó en caballos, marrones, blancos, negros, pero sólo en caballos. Creía que así, con la fuerza de la mente, podría salir de algún huevito un potrillo por pequeño que fuera.
Cuando los huevitos estuvieron listos para comenzar a abrirse, estaban todos los animalitos presentes observando a ver qué podía suceder.
Un huevito… un pollito, otro huevito, otro pollito. Ningún caballito salió, por pequeño que hubiese sido. Aunque hubiese tenido pico y le hubiese faltado la crin, pero no, nada.
Más triste que nunca, Solito agradeció mucho a su amiga tan hermoso gesto y se fue a trotar solo por el campo.
– Hay que pensar otra cosa amigos – Dijo Clotilde, mientras revisaba todas las cáscaras de los huevitos, no fuese cosa que el potrillo estuviese escondido debajo de alguna.
– ¿Y si entre todos fabricamos un hermano? – Propuso Rollizo.
– ¿Fabricar? – Preguntaron todos juntos
– Digo, de la misma manera que Don Zoilo hace sus espantapájaros, nosotros podemos hacer un hermanito para Solito, a Don Zoilo le funciona.
Ninguno dudó y pusieron manos a la obra, pidieron ayuda a los animales más grandes para juntar palos, paja y todo lo necesario.
Pasaron noches sin dormir para armar el “hermanito” de Solito. Lo armaron en el corral, para luego darle la sorpresa a su amigo.
Solito II así llamaron a la obra de arte que habían construido. A decir verdad, el muñeco que habían hecho no se parecía mucho a Solito y diría que aún menos a un caballo, pero ellos estaban conformes con su obra maestra.
Con bombos y platillos le presentaron a Solito a su nuevo hermano.
Solito lo miró de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha y desde la cabeza, hasta el último pelo de la cola.
– ¡Un abrazo, que venga un abrazo! – Gritó rollizo intentando, como podía empujar a Solito para que abrazara a su fabricado hermanito.
Solito no estaba muy convencido, pero para no quedar mal con sus amigos, se acercó lo más que pudo al caballito de palos y paja.
No bien se topó con el muñeco y sin que hubiese hecho demasiada fuerza, el fabricado hermanito se desarmó estrepitosamente. No quedó un palo en su lugar, ni paja, ni tela, ni nada. Todo al piso.
Los animalitos quedaron mudos, esperaban el llanto sin consuelo de Solito al ver que su hermano había quedado por el piso y por demás en desorden.
Sin embargo, para sorpresa de todos, Solito empezó a reírse a carcajadas.
– Fue demasiado….- Pensó Clotilde creyendo que Solito había enloquecido.
Fue tan contagiosa la risa del potrillo que terminaron todos riendo juntos. Cuando se calmaron, Solito agradeció inmensamente a sus amigos por todo el amor con que habían tratado de darle algo que no estaba en sus manos.
Finalmente todos entendieron y Solito sobre todo, que un hermano no fabricarse o inventarse y que debía aceptar esa realidad.
Contrariamente a lo que todos podían pensar, no se entristeció porque se dio cuenta que, si bien no tendría hermanitos, tenía excelentes amigos, que lo querían como si fuesen de su sangre.
Solito ya no buscó más un hermano. Sin embargo, se dio cuenta de cuántos tenía, sólo bastó mirar el corazón de cada uno se sus amigos.

Fin

Hermano se busca. Cuentos de amistad. Encuentos

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