Mi amigo se llama James Pedro. Tiene nombre de científico. Yo lo llamo así porque le encanta preguntar, mirar y hasta inventar cosas.
Hoy por ejemplo, se le ocurrió una nueva idea. Quería recortar nubes y armar un bosque.
"No sé", me dijo." Siempre las vemos como animales, monstruos, criaturas celestes, rostros pero nunca como árboles o flores. Creo que porque defienden su vuelo y se resisten a ser atadas a la tierra".
Su rostro lucia serio. Eso significa que el siguiente paso va a ser inventar algo para poder lograr su objetivo.
"Las nubes están en el cielo; no se pueden recortar", le dije.
"Siempre las recortamos, cuando formamos figuras. ¿No te acuerdas que el otro día vimos una ballena y la otra tarde dos ángeles?", me respondió de inmediato.
Y James Pedro empezó a saltar.
"Vamos a crear un atrapanubes, así podremos crear nuestras propias figuras. Cuando alguien esté triste hasta nos pueden pedir hacerles una".
El atrapar nubes era un asunto complicado. Era poder ubicarse en un lugar especialmente durante el día, observar el cielo y pasar mucho tiempo buscando un pedacito para poderlas atrapar.
"Mira-dijo James Pedro- hay nubes que se llaman colas de gato, y van como tocando todo lo que encuentran a su paso".
Así me imaginé que James Pedro y yo salíamos colgados de la cola de un gato gigantesco por toda la ciudad.
Y de pronto vimos la cola y no pudimos evitarlo. La cogí yo primero y James Pedro se agarró de mis zapatos. Y así volamos agarrados de la cola de un gato enorme que corría por todos lados.
Fue mi idea que al final jaláramos la cola para hacer un gran ovillo de nubes que luego transformaríamos en pinceles y así podríamos hacer nuestras propias nubes.
No resultó.
Me desperté en mi cama con todo revuelto. ¿Había sido un sueño después de todo?
Miré por la ventana y vi la cola de gato desapareciendo en el firmamento.
“Tenemos que recortar ratoncitos, así el gato va a regresar”. Esa fue mi idea pero James Pedro no entendió mi propuesta. Él quería construir un aparato gigantesco para embotellar la nube, o unas tenazas muy finas para atraparla en copos o como el algodón dulce de la feria que venden con palitos azucarados.
“Recortar ratoncitos estará fuera de todo plan, pero voy a pintar algunos para dejarlos cerca de mi ventana, en caso vuelva algún día ese enorme gato blanco”
Fin
Un gato en el cielo es uno de los cuentos infantiles de la escritora Rossana Favero-Karunaratna sugerido para niños a partir de ocho años.