Pequita y su nueva amiga es uno de los cuentos de mariposas de la colección cuentos de amistad de la escritora Sara Cartes Muñoz para niños a partir de ocho años.
Había una vez un enorme patio cubierto de verdes prados, jardines, arbustos, grandes árboles, y habitado también, por una gran cantidad de insectos. Pues ahí, en medio de ese bello lugar, vivía una simpática hormiguita, llamada Pequita.
Un día, muy temprano, ella salió a recolectar miguitas de pan que cayeron de la lonchera de Gabriela, cuando se iba al colegio. Necesitaba llenar pronto el espacio de la despensa, que la mamá le había pedido completar esa semana. Si no se apuraba, no le quedaría tiempo para trepar por el gran tronco del viejo roble, lleno de fascinantes seres parecidos a ella: pequeños, ágiles, curiosos… aunque algunos, ¡muy diferentes! Como aquellos, que en sus costados tenían unas hermosísimas alas, completamente dibujadas y coloridas; las que en otros, eran transparentes y alargadas.
Intentó girar su cabecita para observar su propio cuerpo, pero sólo consiguió ver sus patas traseras y sentir un tirón en el delgado cuello. Apuró el tranco y comenzó el ascenso pensando, que si se lanzaba desde bien arriba, en un tris le aparecerían unas alas que la mantendrían en el aire.
De pronto, sintió una gota húmeda sobre su espinazo escurriéndose hacia sus patas y una sombra oscureció su camino. La probó con su trompita. ¡Qué salada! Entonces, le pareció escuchar un sollozo. Dirigió su mirada hacia arriba. Posada sobre una pequeña hoja descubrió un ser de enormes, brillantes y pintadas alas. Reunió fuerzas, puso sus manos a modo de bocina y gritó:
- ¿Quién eres? ¿Qué te sucede?
Otra gota cayó sobre ella. Esta vez, encima de su cabeza.
-Disculpa, tengo un gran problema. Soy Monina, una mariposa intrusa y desobediente…
-Espérame ahí, no te vayas. Conversaremos.
Comenzó a subir, pero llegó agotada. Le faltaba el aire, le zumbaban los oídos. Respiró hondamente una, dos, tres veces. Recién ahora, pudo decir:
-¡Hola! Soy Pequita. Vivo en el hormiguero que está entre las raíces de este árbol. Cuéntame, ¿dónde vives tú? ¿Por qué dices que eres intrusa y desobediente?
-Sucede que mamá me pidió que no me alejara del jardín donde vivimos _dijo Monina, pero era tan entretenido conocer tantas flores de distintos colores, mientras el viento me empujaba, que de pronto, cuando quise volver, miré a mi alrededor y no supe dónde estaba… Llamé a mi mamá, pero no me oyó. Descubrí este árbol y aquí estoy, muy acongojada.
-Creo que sé cómo ayudarte _dijo la hormiguita. ¿Puedes llevarme sobre tu espalda? Iremos donde la directora de mi colegio, allá en el tronco del cerezo. Ella es Hormiga Reina, y como tú, también ha volado. Nos dirá dónde está el jardín del que te has extraviado.
¡Qué emocionante era ser transportada por el aire! Pequita sentía fresco todo su cuerpo y le daban unas enormes ganas de cantar. Pronto divisaron la raíz del cerezo y bajaron.
-¡Espérame aquí, que ya vuelvo! _dijo Pequita y desapareció por las estrechas galerías.
En un letrero Monina leyó: “COLEGIO LA UNIÓN”.
Hormiga Reina, la directora, las recibió muy seria y amable. Les sugirió que miraran desde el punto más alto del árbol, hacia las ventanas del dormitorio de Gabriela. Afuera de éstas encontrarían el jardín, donde, seguramente, vivía Monina.
Otra vez Pequita se subió sobre la suave y blanda espalda de Monina, que ya no sentía pena, porque la compañía de Pequita la reconfortaba.
Tardaron un rato en encumbrarse y completar el ascenso. Extenuada se posó Monina sobre una rama. Ahí mismo se quedó profundamente dormida. El viaje con una pasajera, fue demasiado para su frágil cuerpo. Pequita no le habló y se dedicó a revisar las hendiduras de la rama. Luego, puso sus manos como visera sobre los ojos, ubicó las ventanas del dormitorio de Gabriela y giró la vista. ¡Ahí estaban muchas, muchas flores de tantos distintos colores, moviendo sus cabecitas a uno y otro lado, todo el tiempo. ¡De ahí, de ese hermoso jardín venía Monina!
De pronto, escuchó la voz de su mamá que decía:
-¡Pequita! ¡Pequita! ¡Ya es hora de bañarte para ir al colegio!
Se acercó a Monina y le hizo cosquillas en sus antenas. Ella abrió los ojos.
-¡Oh, disculpa; me quedé dormida!
-No importa, pero debemos apresurarnos _dijo Pequita. Mamá me llama. Mira hacia allá. ¿Ves? ¡Ese es tu jardín! Déjame abajo y verás lo fácil que ahora te resultará encontrarlo.
-¡Qué buena que has sido Pequita! He aprendido mucho de ti. Mamá se alegrará cuando le cuente cómo eres y cuánto me ayudaste. Volveré siempre a este viejo árbol para encontrarte nuevamente. Si pude subirte a la cima, también podré llevarte un día, a conocer las graciosas flores de mi jardín.
- ¡Me encantaría! _dijo la pequeña hormiguita.
Ese día, en el colegio, Pequita estuvo muy distraída en clases. Dibujó una gran Monina en su cuaderno. La pintó cuidadosamente y escribió al lado del dibujo:
¡Amiga: siempre te estaré esperando!
Fin
Pequita y su nueva amiga es uno de los cuentos de mariposas de la colección cuentos de amistad de la escritora Sara Cartes Muñoz para niños a partir de ocho años.