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Parapente. Había vivido un siglo, muchos años de placer en pocos minutos.

Por Pablo Rodríguez Prieto. Cuentos cortos

Volar como los pájaros ha sido el sueño del ser humano quizás desde sus mismos inicios, desde el mismo día en que se paró a observar a las aves e intentó de alguna forma copiarlas. En «Parapente«, el escritor peruano Pablo Rodríguez Prieto, además de promocionar su hermoso terruño, nos devela el profundo sentido por el cuál la humanidad ha intentado siempre, y en cierta forma, parecerse a las aves.

Pero para sumar significado a esta publicación, veremos en primer lugar, ¿qué es un parapente?

¿Qué es un parapente?

¿Qué es un parapente?

Un parapente, es un equipo que permite a una persona, a veces con un acompañante, volar sólo con la ayuda del viento. Con el mismo nombre se denomina al deporte, nacido a finales del siglo XX, que fue inventado por montañistas que buscaban bajar con paracaídas desde la cima de los las montañas a las que habían ascendido.
En pocas palabras, se podría decir que un parapente es un planeador ligero flexible. Planeador porque, como dijimos, solo necesita del viento, no tiene motor. Flexible, porque está compuesto por un ala (vela o velamen) que, fabricada en tela sintética, no tiene partes rígidas. Además, por este mismo motivo, puede ser transportado fácilmente.
El peso de todo el equipo suele rondar de los 15 a 20 kilogramos, aunque hay equipos más sofisticados que llegan a pesar menos de 5 kilos.
El piloto y, ocasionalmente el acompañante del parapente, están equipados con un equipo de seguridad obligatorio que incluye una silla-arnés, cascos, gafas y paracaídas de emergencia. Además, suelen llevar algunos instrumentos electrónicos como variómetro (o altivario), GPS (Sistema de Posicionamiento Global) y equipos intercomunicadores de radio.

¿Has volado alguna vez en parapente? Puedes contarnos en los comentarios qué te ha parecido.

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Parapente

Vuelo en parapente - Cuento corto

En el centro de Lima un cálido sol abrigaba la mañana desde muy temprano, pero al llegar a Miraflores una fría y húmeda brisa nos recibió al descender del vehículo. Nos reuníamos catorce personas para salir de Lima hacia el sur, para vivir la experiencia de volar en parapente.

Una hora después hacíamos la primera parada en una estación de servicios para abastecer combustible a los vehículos, comprar bebidas y algunas galletas. Media hora después instalados al pie de unos cerros, en una especie de base de operaciones, cuatro personas del grupo se movilizaban con precisión profesional, desempacando y trasportando el equipo hacia un lugar aún más alto en un cuatrimoto que remolcamos en nuestro trayecto.

Al desempacar pudimos ver las telas multicolores que servirían de alas para volar.

La emoción embargaba al grupo y nadie se atrevía a comentar más allá que todos coincidíamos en que era nuestra primera vez en esta experiencia.

Nos pidieron que escogiéramos cascos protectores que fueron esparcidos para poder cogerlos y de inmediato nos colocaban un radio trasmisor en el pecho de cada uno, ya extendido uno de los parapentes en el suelo junto a las sogas, correas y seguros, nos pidieron que nos alineáramos frente a uno de los jóvenes instructores para escuchar la primera clase.

Al concluir vino la pregunta de rigor: ¿alguna pregunta?

Surgieron muchas, una vez absueltas y procurando no responder más, el instructor pidió un voluntario, todos nos miramos y nadie se atrevió, finalmente todos sugirieron a uno de los asistentes que por alguna razón se separó del grupo.

Estaban por tomarlo cuando le sugirieron por radio que sea una persona de menor peso, ya que el equipo extendido no era el más recomendado para él. Levanté la mano y me presenté como voluntario mientras sentía un suspiro profundo y uniforme en todos mis compañeros.

Colocaron sobre mí el resto del equipo mientras continuaban las indicaciones sobre lo que debíamos y lo que no debíamos hacer antes, durante y luego del inicio del vuelo. Probaron la radio y por ella deberíamos recibir las indicaciones durante la permanencia en el aire.

Una dama que resultó siendo extranjera, por cuarta vez preguntaba si podía volar acompañada, le dijeron que no, que se calmará y observara lo que hacían los demás.

Finalmente, la hora de la verdad llegó.

Premunido del equipo completo, terminada la explicación sobre cada una de las amarras y las funciones que deberían de cumplir, el instructor solo añadió: lo peor que puede pasar es que no tengamos aire y tengamos que esperar un poco para el despegue.

El aire llegó y comencé a caminar a la vez que las velas se inflaban, debería de correr con todas mis fuerzas y de pronto fui levantado y el vuelo comenzó. Un silencio total me embargaba, mis sentidos a punto de estallar de felicidad. No había miedo, era satisfacción, placer, gozo, éxtasis, lo que sentía.

El zumbido producido por el viento al chocar en las correas deleitaba mis oídos, mi vista se recreaba con un hermoso paisaje frente al mar de San Bartolo y Punta Negra.

El mundo era más hermoso visto en la soledad de este pequeño vuelo.

Vuelo en parapente en Perú

Mi piel era acariciada suavemente por la humedad de la brisa, me sentía caminando sobre algodones, causando, en resumen, una satisfacción total que fue rota por la voz que llegó por la radio para decirme que había despegado bien y debía seguir con las indicaciones.

Un poco a la derecha, ahora un poco a izquierda, sube las manos, mantenlas ahí, vas bien, vas bien, baja las manos despacio, bájalas más, bien, bien ahora vas tocar tierra, atento, ¡ya!, baja las manos y corre.

Todo terminó, había vivido un siglo, muchos años de placer en pocos minutos. Un joven en el cuatrimoto llegó hasta mí en el sitio del aterrizaje para ayudarme a recoger el equipo mientras yo levantaba las manos y saltaba de alegría.

Fin.

Parapente es un cuento del escritor peruano Pablo Rodríguez Prieto © Todos los derechos reservados.

Sobre Pablo Rodríguez Prieto

Pablo Rodriguez Prieto - Escritor

“Soy un convencido que la lectura hace que los seres humanos seamos empáticos, con lo que se puede lograr un mundo más amigable y menos conflictivo. Sueño con un mundo mejor que el que tenemos hoy.”

“El Perú es un país muy rico en paisajes y destinos turísticos, con innumerables regiones y climas muy variados. Yo nací en Pucallpa, una ciudad de la región Ucayali en la selva. De niño, por el trabajo periodístico de mi padre radicamos en muchas otras ciudades, esto enriqueció mi espíritu de usos y costumbres muy disimiles que posteriormente se traducen en mi trabajo literario.

Mis inicios fueron escribiendo crónicas que las repartía entre mis amigos sobre experiencias locales que las denominaba “Crónicas de la calle“. Prefiero escribir cuentos, pero e incursionado en novela corta y poesía. Soy casado y tengo tres hijos quienes son mis mayores críticos. Cuando ellos eran niños jugaba a escribir sus ocurrencias diarias y casi siempre fueron desechadas, aún cuando guardo esas historias en mi memoria.”

Actualmente Pablo vive en Lima y desarrolla actividades vinculadas a las artes gráficas, tiene una imprenta familiar y en sus horas libres escribe de a poco.

Puede verse parte del trabajo literario de Pablo https://pablorodriguezprieto.blogspot.com/

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