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Muñeca de trapo

Muñeca de trapo. Beatriz Torrecilla Fernández, escritora. Cuento infantil sobre el valor de los muñecos.

Érase una vez en un país en el que no había ni príncipes ni princesas, ni sapos ni ranas, ni hadas ni enanitos, vivía Carmen en un pueblito normal en el que no había ni castillos embrujados ni casas de chocolate.

Una niña que no tenía ni varitas mágicas ni madrastra malvada, ella era feliz, jugaba todos los días con los muñecos de trapo que le hacía su mamá (ya que sus padres no tenían mucho dinero para comprarle juguetes bonitos y caros como a los demás niños del pueblo). Tenía un montón de muñecos de trapo, de un solo color, de muchos colores, algunos eran brujas otros eran príncipes, incluso su madre le había cosido animalitos.

Últimamente, su madre no tenía tiempo para hacerle más muñecos, porque estaba un poco malita, llevaba un par de meses en la cama…”Cosas de mayores” le decía su papá, y los muñecos estaban un poco descuidados, porque Carmen no sabía utilizar la lavadora, y su papá no tenía tiempo para eso.

Por eso Carmen, que no entendía muy bien las ‘cosas de mayores’ estaba un poco enfadada con su madre, claro, no estaba cuidando a sus muñecos, ni haciéndole nuevos para tirar los viejos. Pese a eso, Carmen siempre dormía con todos sus muñecos de trapo, le daba igual la cantidad de barro que tuviesen, o lo rotos que estarían, ella necesitaba dormir con ellos.

Se metía en su cama, se tapaba con las cuatrocientas veinte mantas y a soñar…

‐ ¡No puede ser! ¿Qué es esto? ¡Tengo las manos de palos, y mi vestido es un trapo de colores! ¡Y mi pelo son hilos de lana! ‐ Carmen estaba asustadísima, estaba en algo que parecía una casa de madera, bastante descuidada y vieja, había varios muebles y todos medio rotos, había una cama, de paja y tapada con una sábana de animalitos, un armario, que cuando miró dentro estaba vacío y una silla con unos zapatos que parecían de muñeca.

Más asustada que nunca e intentando hacer el menor ruido posible (cosa que era difícil, sus patas de madera hacían ruido cada vez que daba un paso) salió de la habitación.

‐ ¡Ya era hora de que despertaras!, ¡duermes más que una marmota! ‐ Carmen estaba sorprendida, en esa especie de salón, había tres muñecos más como ella, ¡eran sus muñecos! estaba Congui (el que parecía un conguito de lo rechoncho que le salió a su madre), estaba Casimira (la vaca Casimira), y Loló (este tenía un vestido negro y su madre le había puesto un chaleco verde).

Carmen no entendía nada, eso no podía ser real.

‐ ¿Pero qué es esto? ‐Preguntó Carmen ‐ No entiendo nada, sois mis muñecos, yo soy de verdad, no tengo que ser una muñeca, ¿qué hago aquí?

‐ ¡uf! ¡Cuánto pregunta esta chica! ‐ dijo Congui ‐ Mira, llevábamos tiempo pensando si traerte o no, y casi por necesidad nos hemos visto forzados a traerte a nuestro mundo, esperamos que nos entiendas y que puedas ayudarnos.

No sólo somos tus muñecos, nosotros también tenemos una vida real, y ahora estamos pasando por un mal momento, como ya sabes, por “Cosas de mayores” que nosotros tampoco podemos comprender, los muñecos viejos no reciben atenciones, muchos están descosidos, nosotros los jóvenes no estamos cuidados, nos sentimos cochinos, y para colmo no llegan nuevos muñecos para que cuando los viejos se estropeen del todo, nuestra especie continúe.

‐No entiendo nada, yo no creo que pueda ayudaros, yo quiero volver a mi casa ‐ Dijo Carmen casi gritando.

‐Sí que puedes ayudarnos. ‐ Dijo Casimira, a la que apenas se le entendía, ya que la lengua que le hizo su madre se le atascaba por todos los lados ‐ Lo único que hace falta es que quieras ayudarnos, fuera está el resto de muñecos esperando y tu eres nuestra única opción para poder salir de esta situación, por lo que la pregunta es: ¿Quieres ayudarnos?

‐Está bien, pero yo quiero volver a casa luego…y además, ¿qué es lo que tengo que hacer? ‐ Preguntó Carmen en un tono ya más tranquilo.

‐Ya estás en casa Carmen, estamos en tu casa, lo que ahora eres una de nosotros, pero cuando terminemos esto, sea bien o sea mal, volverás a estar como antes, te lo prometo. ‐ Dijo Lolo, que tenía una voz muy seria y que le daba mucha confianza a Carmen.

‐ Lo que hay que hacer es conseguir materiales nuevos, para eso hay que llegar hasta la Abuja gigante que curará a nuestros abuelos, y traer montones de piel nueva (también para nuestros abuelos enfermos). Además tendríamos que conseguir los jóvenes llegar al Gran Lago para limpiarnos ya que si no la suciedad nos hará ponernos enfermos. Y después de esto, aún te quedará una labor a ti, tendrás que crear nuevos muñecos, y eso sólo podrás hacerlo cuando vuelvas a tu estado normal, ¿Estás dispuesta?

‐ ¡Claro que lo estoy! ¡Contad conmigo! Quizás lo que deberíamos hacer es ir primero a la bañera (Gran Lago) unos cuantos jóvenes y limpiaros allí, así cogéis fuerzas y ya después vamos al salón donde está el costurero para coger cosas y arreglar a los muñecos viejos.‐ Carmen ahora estaba emocionada y con muchísimas ganas de partir hacia la aventura.

‐ ¡Vamos a ello! ‐Gritaron contentos los muñecos a la vez. Cuando salieron de la casa, era de noche y se dio cuenta de que en realidad la casa era la caja de cartón donde ella guardaba a los muñecos en su habitación. Fuera estaban el resto de muñecos, Lola, Casisube (era una jirafa), Manuela, Pepón…, vistos a su mismo tamaño parecían todos aún más bonitos.

Sin pararse mucho a hablar se fueron todos dirección al baño, aunque no fue tan fácil como ella esperaba, para salir de su habitación tuvieron que abrir la puerta entre todos, aprovecharon un cuento que Carmen había dejado antes de ir a dormir en el suelo para hacer palanca y conseguir empujar la puerta con el tiempo justo para pasar todos.

El pasillo hasta el baño estaba completamente oscuro y tenían que ir tanteando zapatillas que tenían la mala costumbre de dejar por cualquier lado y alguna hormiga que vista desde esa perspectiva eran enormes.

Cuando por fin llegaron al baño, entre todos hicieron una torre uno encima de otro para llegar hasta la bañera y subir al resto, cuando estuvieron todos arriba, le dieron al grifo, y el Gran Lago empezó a llenarse, a Carmen le encantó lo grande que se veía así, y le empezó a gustar eso de ser una muñeca de trapo, eso para ella era una piscina inmensa, y hasta ahora por falta de dinero nunca había ido a una. Se pegaron horas nadando allí, incluso a alguno se le encogió el vestido de tanta agua.

Por lo que cuando acabaron tuvieron que darse prisa en bajar al suelo otra vez y salir del baño, porque les faltaba lo más importante, ir hasta el salón para coger cosas para arreglar a los muñecos viejos.

De camino, tuvieron que bajar escaleras, que parecían montañas, luchar contra el gato de la casa Leo, que a altura normal parece adorable pero siendo un muñeco, parecía un dinosaurio con ganas de comer y por fin llegar al salón donde encima de la mesa estaba el costurero, con el montón de trapos que guardaba la mamá de Carmen, por lo que entre todos hicieron otra torre hasta llegar al costurero y cogieron entre todos, agujas, hilos, telas, imperdibles y todo lo que les cupo entre ‘manos‐palos’.

Habían salido de la habitación de Carmen a las once de la noche y ahora eran las cinco de la mañana, tenían que darse prisa, llamaron a los muñecos viejos, y entre todos hicieron una cadena, unos enhebraban hilos, otros cortaban telas, otros curaban a los muñecos y otros recogían lo ensuciado…

‐ ¡Carmen! ¡Despierta, tienes que ir al colegio! ‐ No podía ser, había sido un sueño, pero había sido muy real, tan real que en cuanto Carmen abrió los ojos, todavía estaban las cosas de la costura que habían cogido en su habitación por el suelo, Carmen fue corriendo a la caja a ver sus muñecos, y…¡no podía ser! los muñecos estaban limpios y los viejos y rotos estaban arreglados, y… ¡había uno nuevo!¡era ella!¡era su muñeco!, entonces se dio cuenta, no había sido un sueño, estaba muy cansada, había sido real.

Cuando Carmen volvió del colegio, se puso como loca a hacer nuevos muñecos, y nunca más dejó descuidados a los otros muñecos, además también aprendió a cuidar más las cosas y a las personas y empezó a preocuparse por su madre, lo cual le vino muy bien a la mamá ya que con la ayuda de Carmen mejoró y se curó del todo. …

y Colorín Colorado…este cuento se ha acabado

Fin

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