Mariana. Historia de amor de ranitas
Mariana. Dolores Espinosa, escritora española. Cuento infantil. Historia de amor de ranitas.
La rana Mariana es así de pequeña, con ojos así de grandes y es de color lavanda, excepto un lunar amarillo justo entre sus enormes ojos.
Vive Mariana en una laguna de cuyo nombre no tengo idea ninguna.
Y duerme la rana dentro de una rosada flor de nenúfar.
Mariana es elegante y refinada, presumida y avispada. Soñadora y alocada, divertida y trastocada... y está perdidamente enamorada del rano Cayetano que se acaba de mudar a la laguna de cuyo nombre no tengo idea ninguna.
Es Cayetano un rano sano y galano. Gran deportista y genial equilibrista. Anda siempre muy ufano... y está convencido de que es un apuesto príncipe a quien una malvada bruja ha transformado en un rano lozano.
Sale Mariana a pasear cada mañana con sombrilla, sombrero, guantes y monedero. Y cada mañana, pasito a pasito, muy despacito, sin prisa ninguna, rodea la laguna para ir a visitar al rano Cayetano antes de la hora de almorzar.
Dedica Mariana un ratito a escuchar al joven rano que le cuenta sus penas mientras le toma la mano. Luego juegan, pasean, comparten unas ricas moscas y, al llegar la tarde, pasito a pasito, muy despacito, sin prisa ninguna, la rana rodea la laguna para a su casa regresar.
Pero por mucho que Mariana suspire y sueñe, por mucho que se empeñe, el rano Cayetano sigue persiguiendo princesas en busca de un beso de amor que le devuelva la que él cree que es su auténtica y principesca forma.
Pasó más de un año antes de que el rano, por fin, consiguiera que una princesa aceptara besarle... Y no ocurriera nada. Cayetano, confundido y aturdido, pidió a la princesa que volviera a intentarlo... Y siguió sin ocurrir nada de nada. Una tercera vez hizo un intento la ya enfadada princesa... Pero nada de nada de nada: el rano continuó siendo un rano.
La princesa se marchó enfurecida y Cayetano, abatido, se fue pasito a pasito, muy despacito, sin prisa ninguna, rodeando la laguna hasta la casa de su amiga. Mariana le sirvió un té de lilas, se sentó con él en el porche, y pasaron la tarde charlando.
Tan bien se sintió Cayetano que, al poco rato, había olvidado sus penas y reía como si nada hubiera pasado. Y llegó la noche, y salió la Luna, y Mariana y Cayetano, la miraban ensimismados y callados. Y el rano, sin saber por qué, miró a Mariana y la rana, sin saber la razón, miró a Cayetano y, sin decir una palabra, la rana y el rano se dieron un largo beso....
Si éste fuera un cuento como debe ser, aquí se acabaría la historia con un “desde entonces, nunca se separaron y, al cabo de un tiempo, se casaron, tuvieron muchos renacuajos y fueron muy, muy felices”.
Pero es que éste no es un cuento normal así que lo que ocurrió cuando se dieron el beso fue lo siguiente: Una extraña luz cubrió a Mariana y Cayetano.
La luz se hizo cada vez más intensa, el aire se llenó de olor a magia, la brisa se volvió viento. Duró esto un buen rato y cuando, finalmente, amainó el viento, se esfumó el olor y desapareció la luz, se pudo ver a Cayetano jadeando asustado y, a su lado, con cara de sorpresa, a Mariana que ya no era una rana sino una hermosa, hermosísima, princesa.
Se miraron Cayetano y Mariana durante largo rato, hasta que la princesa le contó su historia, una historia que ella no había recordado hasta recuperar su auténtica forma y que no voy a contar porque es la misma de siempre -bella princesa, bruja malvada, hechizo...- con la diferencia de que, en lugar de enamorar a un príncipe, Mariana debía lograr enamorar a un rano.
¿Que si Mariana se quedó con Cayetano?
¡No, no, qué ocurrencia! Mariana volvió a su palacio, como es natural. Y al poco tiempo se casó con un apuesto príncipe, como debe ser, faltaría más.
¿Que si Cayetano se quedó muy triste?
Bueno, quizás un poco pero no mucho y, al poco tiempo, conoció a una ranita muy bonita se casó con ella como es natural, faltaría más. Cada uno siguió con su vida, como tiene que ser pero...
Cada noche de luna llena, como aquella del mágico beso, Mariana y Cayetano, se ven junto a la laguna de cuyo nombre no tengo idea ninguna para charlar, para croar y para compartir unos deliciosos pastelitos de moscas y un exquisito té de lilas....
Fin