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Los tomates de la luna llena es uno de los cuentos de huertas de la colección cuentos de abuelas de la escritora Susana Solanes. Para niños a partir de nueve años.

Ramón tenía fama de cosechar excelentes tomates en su huerta. Buscaba la manera de que crecieran hermosos y coloradotes que era un primor verlos y, por supuesto, comerlos. Usaba fertilizantes naturales, los plantaba en la fecha adecuada y los cuidaba como si fueran hijos suyos.

Siempre estaba muy ocupado en su quinta, de modo que cuando llegó la abuelita a visitarlos, la saludó con mucho respeto y después siguió ocupándose de su huerta. Para cuidar a la viejita estaban su señora y sus chicos.

Una mañana observó desesperado que toda una hilera de plantas estaba marchita. El desconcierto fue enorme, porque hasta el día de ayer las plantitas derrochaban salud.

Casi al borde de las lágrimas, miró por todos lados para conocer la causa que había originado tal desastre, pero no encontró nada, Pasó todo el día poniendo mucha atención para regarlas, para hablarles con dulzura y hasta pensó en ponerles la radio cerca para que escuchen música.

Esa noche, no comió ni pudo dormir. La familia casi ni le prestaba atención, tan interesados estaban con los relatos y los chistes de la abuelita. Desde que había llegado, salían a toda hora con ella y la viejita demostraba que tenía una salud de hierro. Comía como cuatro personas, dormía tranquilamente y corría cuatro vueltas a la manzana, después de hacer la siesta.

A la mañana siguiente, la situación había empeorado. Otras hileras de plantas se habían sumado a las enfermas, y estaban decaídas y mustias.

Empezó a buscar en los libros y revistas, la causa del mal. Consultó hasta el mediodía a un ingeniero agrónomo conocido, habló con otros quinteros vecinos, pero nadie pudo dar con la solución del problema.

Aún desesperado como estaba, no se daba por vencido.

-Doña Bicha, me va a ayudar. Yo siempre la traté bien, y es mi costumbre regalarle la primera cosecha de tomates de la temporada. Además me conoce desde chiquito cuando me curaba el empacho- Y se fue a verla.

-Le traje estas hojitas de las plantas enfermas, a ver si me dice qué mal las atacó.

La curandera no tuvo necesidad de mirarlas.

-¿Vos sabés por qué tenías siempre los mejores tomates de la zona? Porque en tu quinta, hay un pozo donde están guardados restos de una luna llena que se enterraron hace mucho, mucho tiempo. Mi abuela me contaba, que su abuela se lo decía. Fue un suceso extraordinario, pero casi nadie se enteró porque todo este terreno estaba despoblado.

Ramón escuchaba atentamente el relato.

-Por esta zona, había un pastizal muy grande, junto a una laguna, y allí un ranchito. Vivían siete hermanos varones con su padre, que era viejito. La abuela decía que su abuela le contaba que el menor se transformaba en lobizón las noches de luna llena. Andaba por los campos aterrando con sus aullidos a gentes y bestias, hasta que con el primer rayo de sol, se terminaba el embrujo.

-¿Y qué tiene que ver eso con los pedazos de la luna llena?

-Ahora vas a ver, porque el relato es de lo más extraordinario. Una muchacha del lugar, se enamoró de este joven, y lo siguió queriendo aunque sabía que era el lobizón que asolaba la zona. La chica que era muy decidida fue a visitar a la abuela de mi abuela, y le pidió que rompiera la maldición que pesaba sobre su novio.

-No es tan fácil, muchacha, pero no es imposible.

La vieja preparó un brebaje para hacer dormir al jovencito, pero con eso no era suficiente. La abuela de mi abuela era una mujer de mucho coraje, y como su marido estaba inventando siempre cosas nuevas, le pidió que le armara un cohete para viajar a la luna. Así de sencillo.

Ramón, a esta altura del relato, no sabía si reír o llorar. Pero siguió escuchando.

-A la semana estaba armando el cohete, que funcionaba a leña, porque en esos tiempos no había otra cosa. La mujer esperó que se hiciera la luna llena, cargó el mate y las tortas fritas para comer en el viaje, y arrancó nomás, y como sabía manejar muy bien la carreta de la casa, no tuvo problemas. De lo que trató con la luna nadie lo supo, porque era cosa muy secreta, pero la abuela de mi abuela era muy pícara por eso es que se trajo unos pedacitos de luna llena, hizo un pozo y los enterró.

-¿Y el lobizón se curó?

-¡Claro! La vieja y la muchacha lo metieron en el pozo la siguiente noche de luna llena y lo taparon con tierra. ¡Santo remedio! Se terminó el embrujo, porque ese lugar se había transformado y derramaba salud y vitalidad. Después se casaron y tuvieron siete mujeres. La más chica tenía barba y bigote y en las noches de luna llena, salía al patio y gritaba como loca.Pero nada más.

-¿Y ahora qué está pasando? Porque desde hace unas semanas que las plantas se me están muriendo- Ramón volvió al tema que le preocupaba.

-Ahí vamos al caso. Cerca de las plantas, hay una presencia que les quita fuerza, porque conoce el embrujo de tu quinta. Prestá atención, porque no sólo te vas a quedar sin tomates. Toda tu familia y vos mismo se van a enfermar- Doña Bicha agregó algo más y ahí se terminó la conversación.

Ramón se puso como loco. Miraba y controlaba todo. Corrió al perro, a las gallinas y hasta a los gorriones que venían a picotear por allí. Se dispuso a no abandonar el lugar para que nada le pasara desapercibido y recorría las hileras de las maltrechas plantas de tomates, con una escopeta al hombro.

Su mujer y sus hijos nunca fueron a visitar mucho el lugar, por eso es que no tuvo que llamarles la atención, y en cuanto a la abuelita lo único que hacía era poner el sillón sobre un lugar, siempre el mismo en la huerta. ¡Pobre vieja, qué mal podía hacer! Se sentía bien pensando que sus últimos días, los pasara con tanta felicidad en su casa.

Los días iban pasando y la situación en lugar de mejorar, empeoraba. Hasta él se sentía enfermo.

Una tarde, observó bien a la viejita. ¿Cuántos años podía tener? Le había consultado a su mujer, pero ella no le había dado muchas precisiones. Sólo le dijo que ella la recordaba desde que era chiquita, y que su mamá le contaba ya de esa anciana tan querida y con tanta salud que había en la familia.

Ella desayunaba café con leche con pan, manteca, mortadela y todo lo que se pusiera en la mesa. Salía de compras, hacía yoga, cantaba en un coro de, bailaba rap con los chicos de la cuadra, practicaba salsa con su hija, y a la noche se acostaba requetetarde porque iba a los videojuegos de la otra cuadra.

Entonces empezó a sospechar. ¡Ella tenía que ser la causante de la enfermedad que había caído en la huerta! Cuando la viejita terminó la siesta, y se fue a bañar para ir al bingo, Ramón revisó el lugar. Nunca le había prestado mucha atención, pero al pararse sobre el punto donde ella colocaba el sillón, notó un notable bienestar en todo el cuerpo, como un cosquilleo que le subía desde los pies y le corría por su cabeza, los brazos y la espalda. Entonces no dudó, la cuestión ahora era sacársela de encima a la viejita. Por suerte, recordó las últimas indicaciones que le había dado doña Bicha.

Una noche de luna llena invitó a la viejita a tomar cerveza con una picadita en la huerta.

Disimuladamente, colocó el sillón en el lugar estratégico. Ni se dio cuenta, tan entusiasmada estaba con los cubitos de queso y salame.

A la mañana siguiente, la abuelita tuvo una visión horrible cuando se miró al espejo. Tenía juanetes, patas de gallo y se le había caído un diente. Para el mediodía, el desastre continuaba: se dio cuenta de que envejecía a pasos agigantados.

-El embrujo funciona al revés cuando es noche de luna llena, porque se gastó todo con el tema del lobizón- le había dicho la curandera.

La viejita, hizo las valijas y salió disparando esa misma tarde, mientras empezaba a renguear de la pierna derecha. Y nunca más volvió.

Las plantas de tomate se recompusieron y crecieron más hermosas que nunca.
Ramón, agradecido, hizo socia a doña Bicha de las ganancias de la quinta.

SUSANA SOLANES Del Libro Terror y Cía.

Los tomates de la luna llena es uno de los cuentos de huertas de la colección cuentos de abuelas de la escritora Susana Solanes. Para niños a partir de nueve años.

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