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Los espíritus de las palmas caminantes. Cuento sobre la gratitud

Los espíritus de las palmas caminantes. Cuento sobre la gratitud

Los espíritus de las Palmas Caminantes. Angela Molano, escritora. Cuento sobre la gratitud y la importancia de la risa.

En la gran selva de Autic, se habían reunido a vivir un grupo muy grande de palmas caminantes. Eran llamadas así porque sus raíces salían de la tierra y les daba la apariencia que caminaran.

Dentro de cada palma vivía un pequeño espíritu que pertenecía a la naturaleza. Cada espíritu tenía una tarea diferente con una labor muy importante para mantener el equilibrio del ecosistema entero.

Una de las palmas hospedaba un espíritu llamado Quiano. Este era un espíritu muy simpático y juguetón que tenía como tarea mantener serenas y felices a las orquídeas. Les contaba chistes e historias graciosas que las hacía reír a carcajadas, esa era la manera de mantenerse siempre frescas y bellas.

Un día Quiano no llegó a su cita diaria para hacerlas reír. Al principio las orquídeas se enojaron muchísimo y se lo comunicaron a las palmas.

Ellas eran realmente malcriadas y pretendían que estuviera siempre alguien a su disposición para hacerlas reír. Era verdaderamente extraño que Quiano no hubiese visitado las orquídeas, él nunca había faltado a su cita diaria de la carcajada, y por éste motivo las palmas, preocupadas por él, decidieron llamar a todos los espíritus que hospedaban para que lo fueran a buscar.

Finalmente Yoki, el espíritu de los colibríes, lo encontró sentado encima de un armadillo pensativo y muy triste.

– “Quiano!estábamos muy preocupados por ti ¿Por qué faltaste hoy a tu cita con las orquídeas?” le preguntó.

Pero Quiano no contestaba a su pregunta. El armadillo, al ver que el espíritu no contestaba, le contó a Yoki que Quiano llevaba demasiado tiempo haciendo reír a las orquídeas, pero que ahora el sentía también la necesidad de alguien que lo hiciera sentir de la misma manera porque estaba cansado y triste.

Yoki regresó donde las palmas y les contó todo lo que le había dicho el armadillo. Al oírlo, las orquídeas se sintieron culpables de haber sido pretenciosas y arrogantes y le pidieron al colibrí que fuera donde Quiano y lo trajera donde ellas estaban pues ellas estaban plantadas en la tierra y no se podían mover.

– “Le tendremos una bella sorpresa a Quiano! “ – dijeron emocionadas.

El colibrí fue a buscar a Quiano y le dijo que tenía una sorpresa para el.

– “¿Una sorpresa?” –Preguntó –“¿Para mí?”.

– “si”, dijo el colibrí, “ahora vas a montar en mi lomo y te llevaré a verla – pero primero tienes que ponerte esta venda en los ojos y te la vas a quitar solamente cuando yo te lo diga” – añadió.

Cuando llegaron donde las orquídeas, el colibrí le dijo a Quiano que podía quitarse la venda y ver su sorpresa. Quiano obedeció y apenas se la quitó encontró reunidas frente a él a todas las orquídeas que él había hecho reír a carcajadas durante tanto tiempo. Cada una de ellas tenía dibujada sobre sus pétalos una enorme sonrisa y apenas lo vieron todas dijeron en coro:

– “¡Gracias Quiano! ¡Te queremos mucho y sentimos gratitud hacia ti por hacernos reír siempre!”.

El simpático espíritu sintió que de nuevo era invadido por la magia de las sonrisas y de la alegría y regresó donde sus amigas las orquídeas para contarles nuevas y divertidas historias.

Cada vez que se sentía un poco triste, las orquídeas se reunían nuevamente y hacían reír a carcajadas a su querido amigo, el espíritu Quiano.

Fin

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