Los dos profesores. Juan Carlos Pisano y María Inés Casalá, escritores argentinos. Cuento que rinde homenaje a maestros y profesores en sus días.

En la facultad, los alumnos pueden elegir el profesor con el cual desean cursar una determi-nada materia e inscribirse en la cátedra de aquel que más les gusta, les interesa o, sencilla-mente le convienen los horarios.

Entonces, el día que deben anotarse y realizar la elección, los alumnos se reúnen en el patio y conversan entre ellos para compartir impresiones y decidir qué hacer. El año pasado, en la Facultad de Ciencias Exactas los alumnos y las alumnas estaban bas-tante desorientados.

La dificultad consistía en que los dos profesores de Matemática I eran nuevos y nadie tenía referencias acerca de su manera de encarar la materia. Así fue que, conversando entre ellos se enteraron que uno, García, era una inminencia en la materia, que había dado conferencias a lo largo y a lo ancho del país y en el exterior y había escritos varios libros.

El otro, también había ganado el concurso para ser titular de la materia pero no tenía el mismo curriculum que García. La mayoría de los alumnos eligió anotarse con el más conocido y sólo los que tenían pro-blemas con el horario del curso o los que se anotaron más tarde y llegaron cuando el cupo de las vacantes ya estaba cubierto en la cátedra de García, terminaron en la cátedra del profesor desconocido.

Al poco tiempo, dos antiguos compañeros del secundario se encontraron en el bar de la facultad y se sentaron a tomar un café.

–¿Qué materia estás cursando?

–Matemática I, ¡y es genial! Nos divertimos muchísimo, hacemos unos problemas buenísimos y el profesor siempre nos deja un acertijo para pensar de un día para el otro.  Nos propone desafíos y, si los resolvés, te hace pasar al frente, él se sienta en un banco y vos se lo explicás a tus compañeros. Después, te dan un aplauso que vale un montón  ¿Y vos?

–Yo también, estoy cursando Matemática I, pero en la cátedra del profesor García.

–¡Qué bueno! Yo no me pude anotar con él porque en ese horario trabajo. Debe ser buení-simo ¿no?.

–No creas. En realidad ni le entendemos mucho lo que dice. La mayoría de las clases nos perdemos y si le preguntás te hace sentir mal porque dice que tendrías que saberlo. Así que nos quedamos callados y cuando podemos, faltamos.

–¿Y si te pasás conmigo?

Los dos amigos fueron a averiguar a la secretaría y no le hicieron ningún problema en cam-biarse de cátedra porque García tenía demasiados estudiantes y la otra menos.

El verdadero problema surgió cuando la mayoría de los estudiantes quiso hacer el cambio porque la fama de Sánchez, el otro profesor, se había extendido por la facultad.

Era de la única sala donde se podían escuchar risas y los alumnos se quedaban más allá del horario obligatorio consultando al profesor.

Fin

Para pensar y conversar acerca del cuento

• ¿Qué significa ser un «maestro» de verdad?

• ¿A quiénes escuchamos porque nos hablan con autoridad?

• ¿A quiénes seguimos, admiramos y les hacemos caso cuando nos dicen algo?

3.7/5 - (3 votos)

Por favor, ¡Comparte!



Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *