Llueve
Llueve. Cecilia Sarobe, escritora. Cuento sobre la lluvia.
Los sapitos están dele que dele croar, concierto de sonidos graves en los charcos. Algunos abren la boca y se la llenan de agua y luego simulan fuentes y se matan de risa. El retobado croa un ladrido de aquellos y se esconde en las hojas, casi emocionado. Yo dejo los estornudos debajo de la almohada y me subo al barquito a rescatar cascarudos dados vuelta y saltamontes fracturados.
Me enrosco en el poncho color hoja de otoño y el viento que sopla fuerte me impulsa charco adentro. No llevo paraguas porque entorpece la vista aunque pienso que podría servir de vela, así que la próxima lluvia me lo traigo. Hasta ahora solo dos cascarudos yacían despatarrados y pude darlos vuelta en un santiamén.
Lo que tienen estos bichitos es que son malhumorados y nunca te agradecen, pero no importa yo igual los quiero. Hay que aprender a querer aunque no haya ida y vuelta. Llueve. Por suerte no encontré ningún bicho fracturado, porque eso no es nada simple, hay que ser muy prudente, ponerse guantes, sacar punta a alguna ramita tierna si tenés que hacer un entablillado y generalmente necesitas el auxilio de un familiar directo del bicho que te indique si pusiste la pata en el lugar correcto.
Muchas veces metí mal la pata. Es lindo navegar, lindo y tranquilo, pero no hay que distraerse porque si tomás mucho impulso te tropezás con caracoles o con yuyitos que les gusta nacer en los charcos y germinar al compás de las lluvias y podés quedar medio enredado.
Pero siempre vienen camadas de compatriotas de insectos que te auxilian porque saben tirar todos al mismo tiempo y para el mismo lado (cosa que a los humanos se nos complica bastante) Llueve. Es lindo navegar en el barrio porque te encontrás con caras conocidas, con perros que te mueven la cola y con unos pocos que pasaron mala noche que intentan morderte un poquito la proa, pero ahí está la maestría de la capitana, que hasta ahora salió heroica de estos ataques.
Me gusta la lluvia, es como que limpia todo, como que lleva los pensamientos tristes y te florecen pensamientos nuevos y te permite recordar todas las lluvias juntas, las lluvias de la infancia llenas de botas altas y chapotear con fuerza y ritmo para enturbiar el agua con el barro, que siempre trata con respeto a las aguas claras. Llueve.
Allá me hace señas un grillo y doy un giro a mi barquito y cruzo los dedos para que no sea nada, me dice que es solo un calambre, que no me apure, que le gusta que le caiga un ratito el agua en la cara, así que me voy tranquila, silbando bajito el canto del retobado que a lo lejos croa ladrando, con ladrido alegre de perros mansos.
Fin