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Cuento infantil sobre la navidad sugerido para niños de 7 a 9 años.

En un gran salón con altos vitrales de brillantes colores que crujían con los besos del viento helado de diciembre, se encontraban una centena de duendecitas, sentadas muy calladas y atentas mientras observaban a la señora Claus mostrándoles como hacer los adornos de moda para la navidad. Era realmente hermoso ver trabajar a la señora Claus.

En sus manos un simple trozo de listón, de papel o lana se convertía en una elegante pieza que le daba vida a las habitaciones y les ponía ese brillo navideño lleno de calidez y alegría que a todo mundo le llena el corazón de dulces recuerdos y hermosos sueños.

La señora Claus y sus duendecitas se encargaban de adornar la villa entera para celebrar a lo grande la Navidad, para despedir al trineo de Santa Claus y para recibir a su esposo y celebrar con todos los duendecitos con un gran y delicioso festín por otra navidad de arduo trabajo llevando sonrisas.

Y cada noche, después de recorrer el mundo entero, Santa Claus le daba un regalo a su esposa, un nuevo adorno, a veces eran guirnaldas, o figuritas de porcelana, a veces eran estrellas de cristal, a veces esferas hechas en los países más remotos del mundo, y la señora Claus le daba un besito esquimal a su esposo y ponía en su colección de adornos de todo el mundo su nuevo regalo; pero había algo que era muy curioso, la señora Claus nunca usaba esos adornos en su árbol navideño, de hecho tampoco usaba los adornos que hacían sus duendecitas, y tampoco usaba los que había hecho ella, no ...

Cada navidad la señora Claus subía al ático de su casa y sacaba unas cajas de cartón en las que se hallaban cuidadosamente envueltas varias cajitas de esferas y adornos muy antiguos, algunos había que remendarlos y lo hacía con mucha cautela y cariño.

Pero a pesar de que sus adornos eran viejitos y desvaídos el árbol de la señora Claus siempre era el más hermoso de toda la villa navideña.

Y cuando las duendecitas le ayudaban a adornarlo siempre le preguntaban lo mismo

-¿Por qué no tenía los adornos de todo el mundo que le daba Santa Claus? ¿porqué no tenía los adornos que estaban más de moda? Y la señora Claus entonces les contaba la historia de sus esferas de Navidad, que habían sido hechas por el abuelo de su abuelo, y decoradas por su papá, otras las había adornado su madre, y la estrella que brillaba en la cima la había hecho el mismísimo Santa Claus, y había sido el primer regalo que le dio cuando todavía eran novios, cada esfera encerraba un recuerdo de sus seres queridos, eran como una capsulita que contenía un trozo de tiempo, un recuerdo congelado, una esfera llena del amor que le habían dado sus padres cuando era niña, esferas que contenían todo el cariño y los buenos deseos de la gente que la quería, y cada año la señora Claus agregaba una esfera nueva, una sola que le recordara lo especial que había sido esa nueva navidad, así cada año su árbol no solo se vestía de adornos comprados o adornos modernos, su árbol se engalanaba con trocitos de amor y recuerdos dulces, no importaba que hubiera que retocar la pintura de las esferas o darle un par de puntadas a los moños y lazos de los adornos, cada esfera, cada granito de brillantina, cada lazo, relucía con el amor que la señora Claus había recibido toda su vida y eso era lo que hacía de su árbol el más hermoso de todos, y eso es lo que hace de cada navidad algo especial, no son los regalos, ni los juguetes de moda, ni la ropa costosa ni los platillos elegantes, porque nada de eso vale algo si no se tiene con quien compartir.

Quizá esta navidad tú quieras hacer un adorno especial o conservar los del año pasado y compruebes porque la señora Claus prefiere sus esferas viejitas que brillan más porque reflejan todo el amor de su familia.

Fin
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Cuento infantil sobre la navidad sugerido para niños de 7 a 9 años.

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