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Cuento sugerido para niños a partir de nueve años. Categoria cuentos de amistad.

El bueno de Lozano Torres caminaba con su desgarbo habitual hacia el bloque de pisos de su amiga Celia. La merienda y los deberes de inglés ya estaban acabados y al abuelo no le importaba pasar el resto de la tarde en el parque.

Los escasos veinte metros de acera que separaban al parque del portal eran sinónimo de la libertad más pura que pudiese sentir ya que el banco donde se solía sentar el abuelo quedaba detrás del kiosko y fuera del campo de visión.

Alguna vez pensó en desviarse por la primera bocacalle e irse al parque de los mayores, pero su sentido de la responsabilidad (o el miedo a un castigo) le conducían siempre por el buen camino. Celia ya le había visto desde el balcón del último piso y bajaba rauda y veloz por las escaleras, vivía tan alta que su madre aseguraba que los días sin nubes se veía el mar a lo lejos, y Lozano Torres esperaba sentado en el bordillo de unos parterres enfrente del portal con la vista perdida en el suelo.

Enseguida llegó su fiel amiga con su pelota roja bajo el brazo y se saludaron con tanta alegría que cualquiera pensaría que hacía años que no lo hacían. Camino del parque, a los tres pasos, los dos niños dijeron al unísono:

-«¡¡Una moneda!!»

Acaban de encontrar una preciosa moneda de euro medio escondida entre varias hojas secas. Miraron alrededor, no había nadie cerca susceptible de haberla perdido o reclamarla así que asumieron su propiedad. Aquel dinero era suyo, únicamente suyo.

Podían gastarlo en lo que quisieran sin rendirle cuentas a huchas, gastos primordiales, o cosas educativas. Celia propuso comprar un pastelito de mermelada o chocolate y dividirlo en dos trozos o gominolas ácidas, cosas que a las que su madre siempre se oponía. Pero para eso debían pedir permiso para cruzar la calle e ir al colmado y eso ponía en peligro su tesoro (podía acabar «ahorrado»).

Así que la proposición de Lozano Torres de comprar un sobre de cromos de futbolistas de la liga en el kiosko y repartirlos a partes iguales fue la que triunfó. Celia fue la encargada de abrir el sobre. Lo abrió con cuidado y con el reverso de los cromos boca arriba para evitar discusiones por los de más valor. Los tres primeros le tocaron a su amigo y los últimos a ella. Lozano Torres estalló de alegría.

El no tenía bambas de marca, ni desayunaba pastelitos, ni tenía cromos como los demás niños de su clase. Le daba igual los que le saliesen. Pero su alegría estaba más que justificada: ¡le había tocado Diego Pablo Simeone!

El cromo más valioso de todos, el entrenador que nadie tenía. La suerte le sonreía ¡a carcajadas! Tal fue su explosión de júbilo que el partido de fútbol del parque se paró y uno de los mayores le ofreció ¡veinte cromos! por el suyo.

Otro le garantizó un puesto en su equipo y treinta cromos. Anabel, la morena y repeinada de tres pupitres a la derecha, corrió hacia él con dos pastelitos a cambio… A todos les decía que no, esperaba una oferta aún mayor. Imaginó por un instante una moto, un ascensor, helado de fresa de postre…

Absorto en sus pensamientos un tumulto de niños le rodeó. Oyó como Anabel le susurraba al oído que si no le daba el cromo les diría a todos los de la clase que le hicieran el vacío. Alguien forcejeó violentamente con él para quitárselo y otro cambió su oferta de treinta y cinco cromos por un «como no me lo des te reviento la cara».

Logró evadirse como pudo y corrió al lado de Celia que se alejaba triste. A ella le habían tocado dos jugadores del Getafe y uno del Eibar de los que no habían oído hablar nunca. «Cámbialo, te darán lo que quieras»-le dijo la niña. «No eres capaz de marcarme un penalti a quince pasos- replicó Lozano Torres».

Celia sonrió ampliamente y se alejó dando quince pasos largos proclamando su intención de marcárselo por una ficticia escuadra. Lozano Torres aprovechó para romper en minúsculos trozos su cromo y tirarlos a la papelera que oficiaba de larguero izquierdo.

Su suerte era otra.

Fin

Cuento sugerido para niños a partir de nueve años. Categoria cuentos de amistad.

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