La niña es uno de los cuentos cortos de fantasmas de la colección cuentos infantiles de la escritora Raquel Eugenia Roldán de la Fuente sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.
Me llamo Zenaida y tengo ocho años. Hace sesenta y un años que cumplí ocho. Les voy a contar algo. Vivo aquí, sí, en las casas de allá atrás; la entrada es por la otra calle, la Calle de las Cruces.
Siempre he vivido aquí, dicen que alguna vez esto fue un hospital, pero yo no lo creo, no me lo puedo imaginar lleno de enfermos y de doctores. De un tiempo acá me pasan cosas muy raras. Lo último que recuerdo que no haya sido extraño fue un poco después de cumplir los ocho años, cuando en el día de Reyes me trajeron una pelota.
El Pepote, el vecino feo y grosero de arriba, tenía una pelota y como sabía que me gustaba siempre se burlaba de mí: me la pasaba por enfrente, hacía como que me la iba a prestar y luego se iba corriendo, y jugaba y jugaba enfrente de mí presumiéndome su pelota. “¡Mira mi pelota roja!, ¿te gusta?”, me decía enseñándomela, y cuando me veía mirarla la abrazaba y se iba corriendo y gritando “¡Pues es mía, es mía y no te la presto!” Pero ahora ya no puede, porque yo tengo mi pelota.
Claro que el Pepote quién sabe dónde está, hace mucho que no lo veo. Los Reyes Magos me trajeron mi pelota y también una muñeca, pero esa no ha querido despertarse, es muy floja y dormilona, así que he tenido que jugar con la pelota todo el tiempo. Mi pelota es muy traviesa, se mete debajo de las camas, brinca por las ventanas y entre los pies de las personas que pasan. En una de esas brincó alto y se me fue al agua de los lavaderos, ahí está muy alto, hay mucha agua y no la alcanzo.
Fui a hablarle a mi papá para que me la sacara, él estaba acostado y me dijo que luego, que está cansado porque se desveló trabajando en la noche. ¡Ja, ja!, yo sé bien lo que hizo anoche, si ya sé que él es los Reyes Magos y fue a comprar mi muñeca y mi pelota. Pero yo quería sacarla del agua, si no podía venir el Pepote y a llevársela para tener dos, o me la ponchaba. Traje una escoba, con el palo la traté de jalar, pero nada. Se cayó también la escoba adentro del agua. Me trepé al lavadero que está más cerca de donde flotaba mi pelota, estiré la mano.... estiré más... casi... casi la alcanzaba...
Me caí al agua. Estaba muy fría y me asusté. El agua sabía a jabón y a podrido. No podía respirar, el agua adentro de las narices se siente muy feo, quise gritar pero creo que nadie me oyó. Pero alcancé mi pelota, me abracé a ella...
Cuando volteé para afuera vi a mi abuelita, que murió hace mucho y vino a aplaudirme, estaba flotando en el aire afuera de la pileta y me sonreía contenta porque alcancé la pelota. No me habló, sólo se sonrió conmigo. Desde entonces todo ha sido raro. Mamá lloraba mucho y decía que papá tenía la culpa, no sé de qué. Papá también lloraba y se emborrachaba, y también decía que mamá tenía la culpa.
Ninguno de los dos parecía darse cuenta de que yo estaba ahí, como si no me vieran, aunque traté de hablarles muchas veces. Entonces yo también lloraba. Pero de eso hace mucho, quién sabe dónde están ahora. Yo creo que de tan tristes y enojados que estaban mejor se fueron, pero se les olvidó llevarme con ellos y no pude seguirlos. Cuando me canso de buscarlos por aquí cerca, a ver si vienen por mí, me voy arriba y en un rincón me pongo a llorar. Pero eso es sólo a veces, casi siempre cuando los llamo estoy contenta, jugando con mi pelota.
Todos los vecinos se fueron yendo... El Pepote con sus papás y su abuelito, la señora enojona de arriba, los muchachos de al lado. Vinieron muchos señores que hicieron paredes nuevas, cambiaron las puertas y dejaron mi casa muy linda. Pero se asustaban si me veían jugando, gritaban; “¡La niña! ¡La niña!”, como si nunca hubieran visto a una niña.
Así que por eso ahora sólo a veces salgo a jugar durante el día y más en las noches, cuando no hay nadie. Yo no quiero asustar a nadie, sólo jugar con mi pelota, así que me espero a que todos se vayan y me voy a ese patiezote, todo para mí solita, y corro de un lado a otro con mi pelota, toda la noche. Nadie me dice nada, nadie me molesta. Lo único malo es que a veces me aburro de jugar solita, quisiera jugar con alguien...
Fin
La niña es uno de los cuentos cortos de fantasmas de la colección cuentos infantiles de la escritora Raquel Eugenia Roldán de la Fuente sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.
Pintura de Vladimir Volegov
De la serie “Sueños, voces y otros fantasmas”