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La granja fantasma es un cuento de la colección cuentos infantiles de nuestra escritora Raquel Eugenia Roldán de la Fuente. Para niños a partir de ocho años.

Era una linda granja, con sus árboles frutales, sus hortalizas y algunos animales. Se llamaba “El tesoro enterrado”, porque el granjero y su mujer pensaban que, al enterrar las semillas en la tierra, era un verdadero tesoro por las cosechas que obtendrían.

Vivían allí con sus hijos, cuatro mocetones robustos que iban aprendiendo el agradable trabajo de cuidar de los animales y cultivar la tierra.

Una tarde, al terminar sus labores, los granjeros se habían retirado ya a cenar, ajenos por completo a lo que sucedía afuera de su propiedad.

Una temible banda de siete forajidos, a los que las autoridades no habían conseguido echar el guante, pasaban por allí y leyeron el letrero: Bienvenidos a “El tesoro enterrado”.

Bandido 1: ¡Miren! ¡Un tesoro enterrado!

Bandido 2: ¡Qué fácil nos haremos ricos! Sólo tenemos que buscar el tesoro y llevárnoslo.

Bandido 3: ¿En dónde tienes la cabeza? ¿Cuándo vamos a acabar de buscar en toda la granja?

Bandido 4: Es cierto. Mejor agarramos al granjero y a su familia y, o nos dicen dónde lo escondieron, o los matamos a todos. ¿Qué les parece?

Bandido 5: Yo estoy de acuerdo. Bandido 6: Yo también. Bandido 7: ¡Ja ja ja!, ¡qué sorpresa se van a llevar estos granjeros!

Bandido 1: Esperemos a que oscurezca un poco más.

Bandido 2: Y que apaguen las luces.

Bandido 3: Y que todos estén dormidos.

Bandidos 4 y 5: Nosotros iremos por la parte de enfrente.

Bandidos 6 y 7: Nosotros por la de atrás.

Bandidos 1, 2 y 3: Nosotros nos haremos cargo de los animales. Si empiezan a alborotar, los matamos a todos. Hasta nos llevamos algunos para comérnoslos.

Un pequeño ratoncillo los escuchaba con atención, y luego se dirigió a toda carrera a la casa y los corrales. Pasaron las horas y llegó la media noche. Los siete bandidos miraron desde el camino cómo se apagaban las luces en las ventanas.

Los bandidos 4 y 5 se dirigieron como habían dicho, por la parte de enfrente. Estaban un poco nerviosos pues le tenían miedo a la oscuridad. Se les pusieron los cabellos de punta cuando oyeron acercarse a alguien con una pata de palo.

Era un pato, o mejor dicho, una pata, que tenía una pata de palo. Pata de Palo: Ya decía yo. ¿Se les ofrece algo, caballeros? ¿Sabían que en esta granja se aparecen fantasmas, espectros y todo eso?

Los bandidos se voltearon a verla, sugestionados por el ruido de la pata de palo y por lo que les había dicho. En ese momento se acercó una vaca esquelética: tenía los huesos marcados, uno por uno, en toda la piel, y los ojos hundidos en sus cuencas. Vaca Calaca: Y que lo digas. ¿Recuerdas la danza de las brujas que vimos la otra noche? ¿Tú te acuerdas, Cabra Macabra?

En ese momento se acercó un tercer personaje, una cabra negra con el pelo erizado, y los ojos rojos y brillantes. Los dos bandidos iban de espanto en espanto; el modo de recibirlos de esos animales no era cordial, pero sobre todo, su apariencia…

Bandido 4: Sí, claro… Er… pasábamos por afuera y nos perdimos, pero ya nos íbamos.

Bandido 5: Habíamos pensado pedir albergue por una noche, pero no… Siempre no… Mejor nos vamos…

Vaca Calaca: ¡Oh, no!, los amos no nos perdonarían que hubieran venido visitas y no los recibiéramos como se merecen, ¿verdad, Pata de Palo?

Pata de Palo: Ajá. Además, ¿cómo se van a ir y dejar a sus amigos? Claro que están bien acompañados, pero no creo que les guste quedarse solos.

Cabra Macabra: ¡Claro que no!, vamos a buscarlos, sígannos por favor, señores.

Bandidos 4 y 5: No, de veras, gracias. Mejor nos vamos, ya luego nuestros compañeros que nos alcancen.

Vaca Calaca: ¡Ah, no! Pero sí aquí vienen nuestros compañeros a darles también la bienvenida, ¿verdad, Ratones Matones? “¿Estaremos soñando?”, pensaron los ladrones al ver el ejército de ratones. Pequeños, claro, pero con facha de matones: sombreros y abrigos negros, y se atusaban los bigotes.

Los bandidos quisieron correr, pero los Ratones Matones dispararon sus dardos que ardían horrible, ¿estarían envenenados…? Gritaron al sentir miles de alfileres en todo el cuerpo, disparados a la orden del capitán de los Ratones Matones.

Bandidos 4 y 5: ¡Ay! ¡Ay! ¡Auxilio! ¡Socorro!

Ratón Matón: ¡Otra vez! ¡Fuego! ¡Y otra! ¡Y otra más!

Bandidos 4 y 5: ¡Nooo! ¡Basta, por favor!

En eso, unos ladridos y maullidos se agregaron a los gritos de los hombres y del Ratón Matón. Era un gato negro y un perro que parecía rabioso o algo peor.

Ratones Matones: ¡Ataca, Perro Te-aterro!

Bandido 4: ¡Ay, sí, sí me aterras! ¡Ay, no, no ataques!

Perro Te-aterro: ¡Grrrruffff! ¡Ven, Gato Te-mato!

Bandido 5: ¡No, nos maten! ¡Nooooo! Los Ratones Matones, Perro Te-aterro y Gato Te-mato rodearon a los bandidos, cada vez más cerca de ellos, que se abrazaron aullando de miedo.

Gato Te-mato: Oye, Perro Te-aterro, ¿y si primero los llevamos con Potro del Tormento? A lo mejor a él se le ocurre una buena idea para que a nuestros invitados no se les ocurra volver por aquí con tan malas intenciones.

Ratones Matones y Perro Te-aterro: ¡Sí, qué buena idea! ¡Vamos con Potro del Tormento! Los bandidos 6 y 7 habían dado la vuelta a la casa, pero antes de entrar por la puerta trasera fueron interceptados por otros extraños animales:

Puerco Tuerto: ¡Hola! Puedo ver con mi ojo a dos individuos a los que no conozco. ¿Tú qué crees, Carne de Gallina?

Carne de Gallina: No sé, pero la gente decente entra en pleno día, por la puerta de enfrente, y tocando. ¿No crees?

Puerco Tuerto: Mira, Carne de Gallina, mira qué cuchillones traen… Ah, Burro Asnesino, ¿qué opinas que hagamos con estos aficionados?

Burro Asnesino: Échenmelos encima, que los voy a asnesinar y luego Becerro Entierro se hará cargo, así, nadie reconocerá lo que quede de ellos, si es que los encuentran. O le echamos la culpa a Chivo Expiatorio…

Chivo Expiatorio: Pero yo quiero de veras acabar con ellos y no sólo que me echen la culpa… Déjenme matarlos a topetazos… Puerco Tuerto, con su parche negro, y Carne de Gallina, que no tenía una sola pluma, y también Chivo Expiatorio, escuálido y bizco, inspiraban terror a los forajidos.

Los rodearon y los obligaron a montar en el lomo de Burro Asnesino que echó a correr con ellos dando coces. En establo se reunieron con los demás, que ya tenían ahí a los bandidos 1, 2, 3, 4 y 5.

Burro Asnesino lanzó a los dos forajidos encima de los otros. Cabra Macabra: Fórmense allí, pero ya, que vamos a celebrar un juicio animalístico. Vaca Calaca: ¡Muuu! O se acercan, los acercamos entre Perro Te-aterro y yo… Con gruñidos y mordidas en las piernas, Perro Te-aterro los obligó a formar una fila, aunque apenas se podían mantener de pie.

Gato Te-mato: Ratones Matones, encárguense de vigilar, tengan listos sus alfileres y el limón con sal y chile, por si se mueven.

Pata de Palo: Silencio, ya está el presidente de la corte, Potro del Tormento. Entró una verdadera mole de caballo, gigantesco animal que de potro no tenía más que el nombre. Con mirada torcida y voz hueca habló: Potro del Tormento: Comencemos con el testigo.

Ratón Matón, ¿qué tienes que declarar? Carne de Gallina: Pero recuerda que debes decir la verdad, y sólo la verdad.

Ratón Matón: La pura verdad es suficiente para enjuiciarlos y condenarlos a pena de muerte por terror. Potro del Tormento: Bien, te solicito que nos digas lo que oíste decir esta tarde a los… hombres aquí presentes.

Ratón Matón: Me disponía a dormir la siesta en mi agujero cuando los oí hablar afuera de la granja. Los zoquetes hablaban de encontrar un tesoro enterrado…

El escándalo que armaron los animales fue indescriptible:

Vaca Calaca: ¡Muuuu!, ¡muuu, ju, ju, muuuuuu!

Perro Te-aterro: ¡Guau, juau, guau! ¡Grrrrr! ¡Guau, juau, juau, juau!

Ratones Matones: ¡Iiiiiiii! ¡Iiiiiii! ¡Iiiii jiii jiji jiiii!

Pata de Palo: ¡Jua, cua, juaaaa, cua, cua jua jua jua!

Puerco Tuerto: ¡Oinc, oinc, joinc, joinc, joinc!

Gato Te-mato: ¡Jiau, jiau, miau, jiau, jiau! ¡Un tesoro enterrado! ¡Jiau, miau, jiau, jiau!

Becerro Entierro: ¡Meeeee, jeeee, meeee, jeee jmeeee!

Potro del Tormento: ¡Silencio en la corte! Continuemos,

Ratón Matón. ¿Qué decidieron hacer respecto del famoso tesoro?

Ratón Matón: Pues… decidieron buscarlo y llevárselo, pero como iban a tardar mucho en encontrarlo…

Cabra Macabra: ¡Jaaaaa, jaaaaa! Pues claro que iban a tardar…

Potro del Tormento: Silencio por favor Cabra Macabra. ¿Puedes continuar, Ratón Matón?

Ratón Matón: Pues como no querían perder el tiempo buscando, decidieron obligar a nuestros amos a decirles dónde está, y si no querían, ¡los matarían…! Ahora el escándalo fue de enojo.

Potro del Tormento: Silencio en la corte. Ratón Matón, ¿hay algo más?

Ratón Matón: Sí, dijeron que si hacíamos ruido nos matarían para que no pusiéramos sobre aviso a los amos. Nuevo escándalo de risas y burlas, ante las miradas atónitas de los siete ladrones frustrados.

Puerco Tuerto: ¡Ellos, matarnos…! ¡Oinc, oinc, joinc, joinc, joinc!

Perro Te-aterro: ¡Cómo si pudieran! ¡Juau, juau, juau, juau, juau, guau!

Gato Te-mato: ¡Jiau, jiau, miau, miau! ¿Eso dijeron? ¡Jiau, jiau, jiau, miau!

Ratones Matones: ¡Iiiiijiiiiiijiiiiii, ijiiiiiii jiiiiii jii! ¡Son ingenuos!

Burro Asnesino: ¡Jiiiiiii, jiiiiii, jiiiiiiii! ¡Los voy a asnesinar! ¿Puedo comenzar, Potro del Tormento?

Becerro Entierro: Y luego los enterraré... ¡Meee jeeeejeeeee meeee jeeeee!

Potro del Tormento: ¡Silencio! Primero vamos a decidir cómo los vamos a ejecutar.

Ratones matones: ¡A alfilerazos, más lento! Eso y más merecen.

Pata de Palo y Carne de Gallina: ¡No, Ratones Matones, no! ¡A picotazos!

Perro Te-aterro: ¡A mordidas! Gato Te-mato: ¡A arañazos!

Los bandidos comenzaron a dar pasos atrás, pero los Ratones Matones les lanzaron una descarga de sus dardos.

Bandidos: ¡Aaaaay! ¡No, por piedad! ¡Aaaay! Potro del Tormento: Pues entonces esperen a que sea dictada la sentencia.

Burro Asnesino: ¡Yo soy el verdugo! Para eso soy un “asnesino”.

Chivo Expiatorio: Yo te ayudo, Burro Asnesino, con topes, mordiscos y coces.

Cabra Macabra y Vaca Calaca: ¡Sí, sí, también pateamos y damos topes! ¡A ellos!

Puerco Tuerto: ¡Yo a mordidas, miren mis dientes! ¡Vete preparando, Becerro Entierro, porque acabaremos pronto! ¿Por cuál empezamos?

Potro del Tormento: Que pase el Bandido1. Los demás acusados esperen su turno... Los siete forajidos comenzaron a dar alaridos de terror y los animales chillaron, todos a la vez, de gusto porque iban a despachar a los malandrines al otro mundo.

Con tanto escándalo despertaron el granjero y su familia y salieron justo a tiempo de ver huir a los ladrones y brincar la cerca para ponerse a salvo de sus verdugos.

Granjero: ¿Pero qué sucede aquí?

Granjera: Si los animales fueron guardados en sus corrales, ¿no, hijos?

Hijos 1 y 2: Sí, mamá. Nosotros guardamos la vaca y el becerro, el burro, el cerdo, la cabra y el chivo.

Hijos 3 y 4: Y nosotros guardamos a la gallina y a la pata en el corral, y metimos a la casa al perro y al gato.

Granjera: ¡Y los ratones! No imaginé que fueran tantos. ¡Son un verdadero ejército! Mientras no se metan con mi despensa…

Granjero: Esos hombres, ¿qué querrían aquí?

Hijos 1 y 2: Parecía que huían.

Hijos 3 y 4: Por la forma como corrían y gritaban, eso parecía. Granjera: ¿De qué huirían? Si aquí nadie les pudo haber hecho nada.

Hijos 1 y 2: Quizá de los animales...

Hijos 3 y 4: Habrán creído que les iban a hacer algo.

Granjero: ¡Tiene gracia! ¿Hacerles algo nuestros animales? ¡Si son tan mansos, tan inofensivos, tan dóciles! ¡Son incapaces de hacerle daño a nadie!

Fin

La granja fantasma es un cuento de la colección cuentos infantiles de nuestra escritora Raquel Eugenia Roldán de la Fuente. Para niños a partir de ocho años.

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