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La feria del Quiquiriquí

La feria del Quiquiriquí. Lecturas para niños de primaria. Historias para aprender. Literatura infantil y juvenil, cuentos que no pasan de moda.

Para Maria Emilia no existe un regalo más grande que pasar las vacaciones en la casa de sus abuelos, por eso le salta el corazón cuando siente el olor a frutas maduras y flores silvestres.

– Son tan suaves los besos de mis abuelos- suspira y se abraza a ellos formando un ovillo de ternura.

A Maria Emilia le gustan los cuentos viejos, esos que solo el abuelo cuenta por las noches sentado en el portal, con un gajito de albahaca en la oreja para espantar los mosquitos.

Al cabo de unas horas sus ojos son dos faroles encendidos, la voz melodía de zunzunes, las hadas pasean en el aire y muchos príncipes vienen de tierras lejanas a conocer a esta princesa que se mece en los brazos del cuentero.

Cuando la luna pasa por detrás del algarrobo, el abuelo asegura que son las diez, y se pone de pie porque hay que irse a dormir, Maria Emilia no tiene ni pizca de sueño, y la vista va a parar a la mata de mango de donde se tiran en silencio las gallinas, curiosa se interna en el patio y descubre en medio de la oscuridad que todas siguen a un gallo que va delante dando ordenes a media voz, luego de caminar unos minutos el guía se detiene

– Voy a recordarles que esta feria es solo para innovadores, Maria Emilia recordó que ella lo era, en el aula había obtenido premios por sus aportes al mejoramiento de la ortografía, segundo, continuó Don Gallo, – espero que nadie haya olvidado la pluma que deben donar, el abuelo guardaba cientos de ellas encontradas en el gallinero, se jactó la media Gallina..

– No me quedare aquí- dijo resuelta a llegar al final.

En ese instante se escuchó un quiquiriquí, y otro de respuesta, y ahí estaba Don Gallo Primero, hijo de Redongallo Cero, vestido con traje de hojas de maíz tierno.

– Compadre, siempre tan puntual lo saludo el guía de la comitiva. Bajaron por un sembrado de arroz, doblaron a la izquierda del corte de frijoles negros, atravesaron la parcela de plátanos y yucas, tres veces por el trillo de quimbombó, a la derecha, justo encima del árbol de aguacate colgaba el cartel “La feria del Quiquiriquí.

Todos intercambiaron saludos

– Quiquiriquí Quiquiriquí Quiquiriquí

– Clocloclo. Cloclocloclo.

Dos gallinas de Monte Adentro se apartaron del grupo para conversar. Su participación en la feria seria un éxito, desde hacia más de dos años en su comunidad habían triplicado los nacimientos, el hallazgo consistía en cambiar el nido de lugar cada dos días, evitando asi que los hurones encontraran los huevos.

Maria Emilia escuchó con atención, con razón su abuela desde hacia un tiempo tampoco lograba encontrar un solo huevo en los nidos, seguro la experiencia de Monte Adentro había llegado hasta allí.

Delante de su nariz, se cerró la puerta y estaba por comenzar la inauguración, inquieta se puso los espejuelos, tomó del suelo unas hojas secas y simuló un pico…

– Se me hace tarde, soy Doña Fofo, extranjera…

– ¡Ah extranjera- se entusiasmo una de las organizadoras- llamaré a Don Gallo, aunque le advierto que esta es una feria para mostrar experiencias ecológicas, – a propósito ¿de donde viene? ¿Europa o el Caribe?

María Emilia señaló la loma donde estaba situada la casa de sus abuelos y se excuso por haber utilizado tal truco; Don Gallo dejo escapar una risita quiji, quiji.

– Aun eres un huevo atrevido – concluyo empujándola fuera y alejándose.

Decidida a aportar sus conocimientos y optar por uno de los premios Maria Emilia saltó al interior, aquí la exposición de huevos, allá las espuelas y adornado la feria banderitas de plumas de muchos colores.

La inauguración de las actividades empezaba con los desfiles de los Coches Gallos, para lo cual habían construido una calle de cascarones de huevos, hecho de gran relevancia pues al nacer los pollitos, esos cascarones se reciclaban en la fábrica, logrando un asfalto libre de petróleo.

Don Gallo vino ante el micrófono, anunciando la elección del Rey del Gallinero.

– En mi mandato- dijo- se eliminaron las llegadas tardes y ausencias a los nidos, se eliminaron las peleas entre vecinos y funcionaron al cien por ciento los gallos despertadores, espero que el elegido se trace nuevos proyectos.

Maria Emilia no podía creer que su abuelo se perdiera tal evento, ahora que la finca optaba por el premio de calidad, sacó del bolsillo su linterna de exploradora y anotó detalle por detalle.

Los candidatos comenzaron a exhibir las plumas, sus espuelas, luego la cresta y el pico. Acto seguido tres tiradas del palo, y el canto para anunciar las horas, por último descubrir los huevos que llevaban vida dentro.

Tan difíciles resultaban las pruebas que hubo quien se estropeó una pata y confundió algún que otro canto. Otros abandonaron la competencia a medio camino, y prefirieron prepararse mejor para el año venidero.

Justo a la media noche el nuevo Rey del Gallinero sacó fuego a las espuelas y cantó para los presentes, momento que aprovecho Don Gallo para presentar a Doña Fofo la gallina extranjera que atrevidamente anotaba en su agenda, Maria Emilia se puso de pie algo apenada. Primero se disculpó por lo del truco de extranjera, eso se le ocurrió porque se lo ha escuchado a los mayores, pero no desaprovechó la oportunidad, para trasmitirles todo lo que aprendía junto a su abuelo en los meses de vacaciones.

– Mi abuelo- dijo- sabe muchísimo de cría de aves de corral, por ejemplo, nunca utiliza químicos para favorecer el crecimiento desproporcionado y rápido, no mezcla el agua con tabletas, por el contrario se va con sus animales a los campos de arroz abandonados y allí, sentado sobre la hierva fresca espera a que todos se llenen el buche, luego baja por el río para que tomen agua limpia, pues desde que comenzó la campaña contra el mosquito se eliminaron las gomas viejas que servían como bebederos.

Antes del aplauso Maria Emilia precisó un último detalle, en el patio de su abuelo, nunca hubo jaulas para encerrar pájaros, gallinas voladoras, ni gallos revoltosos.

La fiesta fue en grande, bebieron vino de maíz y arroz fabricado en los gallineros vecinos, María Emilia gozó de lo lindo porque el nuevo rey del gallinero la nombró consejera, interesado en los productos naturales. Las gallinas rabiaban dándole empujoncitos a la extraña que cacareaba cuando ya ni pico tenia.

El regreso fue en pequeños grupos, porque hubo quien se quedo comentando sobre los nidos y la construcción de nuevas carretera de cascarones

Maria Emilia se despidió comprometiéndose a emplumar ese mismo verano, corrió a casa, trepó por la ventana y se quedó pensando envuelta entre las sabanas cómo contarle aquella historia a su abuelo.

Fin

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