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Por Liana Castello. Cuentos de sueños y metas cortos

La fábrica de sueños es un fantástico cuento corto sobre el valor de los sueños y las metas de la escritora argentina Liana Castello. Es un excelente cuento infantil con muchas enseñanzas, para leer a los niños de todas las edades.

La fábrica de sueños

La fábrica de sueños - Cuento corto de sueños y metas
Imagen de S Greendragon

Hace muchos, muchos años, existió un hombre muy bueno que soñaba con cumplir sueños ajenos. Desde pequeño, los sueños habían sido muy importantes para él. A medida que fue creciendo, se dio cuenta que a muchas personas les era dificultoso hacer realidad lo que soñaban y, lo que era peor, a muchos otros, les era imposible soñar.

Y entonces, soñó la manera de ayudar a la gente a concretar sus sueños, y como lo soñó con todo el corazón, lo hizo realidad. Con todos sus ahorros, construyó así la primera (y única) “Fábrica de sueños”. Muchos dijeron que estaba loco, otros tanto no y lo ayudaron a cumplir su meta.

Trabajaron muy duro y construyeron un edificio con muchas oficinas. La fábrica tenía diferentes dependencias: “Sueños de grandeza”, “Sueños de gloria”, “Sueños sencillos”, “Sueños de amor” y en el último piso y atendida por su dueño, estaba la oficina de los “Sueños Imposibles”.

A esta última costaba un poco llegar, pero se llegaba siempre porque para Mario, su dueño, no había ningún sueño que no se pudiera hacer realidad.

Luego de mucho trabajo, muchas críticas y algunos elogios, la fábrica se inauguró. Como de sueños se trataba y de esos que se sueñan despiertos, cada persona que entraba veía a la fábrica de diferente manera.

A quienes tenían sueños de grandeza, la fábrica les parecía el edificio más imponente que hubiesen visto jamás. Por el contrario, los que soñaban una vida simple, veían en ella sólo una simple construcción, cálida y agradable.

Dicen que quienes soñaban con ser artistas, podían escuchar, al entrar, música que nadie tocaba y aplausos que nadie brindaba.

Los que sueñan con ser artistas escuchan aplausos

Los que soñaban con un gran amor, aseguraban haber sido atendidos por un angelito que los guiaba con una flecha a su destino tan ansiado. Y como siempre se dijo que “soñar no cuesta nada”, Mario jamás cobró por sus servicios.

La fábrica trabajaba día y noche buscando amores correspondidos, teatros a sala llena con público que aplaudiera de pie, o logrando –simplemente- un helado de siete sabores. Pero, sin dudas, su mayor esfuerzo era enseñarles a las personas que para los sueños, también hay que trabajar y luchar.

Esta era la parte más difícil del trabajo de Mario. La gente llegaba a su fábrica creyendo que, con sólo expresar en voz alta su deseo, el mismo ya podría ser cumplido.

– “A un sueño, hay que ayudarlo” –decía siempre Mariohay que trabajar para lograr lo que uno desea y a veces mucho -agregaba a sus sorprendidos clientes.

Muchos no lo entendían y se retiraban de la fábrica enojados y desilusionados. Por el contrario, quienes sí entendían de qué se trataba, trabajaban duramente por lograr su cometido.

Y así era que podía verse en cada oficina, personas estudiando mucho, entrenando, ensayando, reflexionando sobre sus defectos para poder hacer felices a otros. Magos que aprendían trucos sin trucos, payasos que ensayaban rutinas insólitas por lograr la risa más sonora que se hubiese escuchado jamás.

Personas ensayando para cumplir sus metas

También había cocineros probando sabores nuevos, recetas locas, combinaciones exóticas, todo por lograr el plato ideal, la comida más rica jamás preparada. Había muchos escritores que borraban, volvían a escribir, hacían bollitos de papel y todo en busca de su tan ansiado libro y otros, que soñaban con salvar el planeta que iban recolectando y reciclando todos los residuos que la fábrica generaba.

Fueron tiempos felices, donde la mayoría de la gente empezó a entender que un sueño no sólo se sueña, se construye, se defiende, se sostiene y luego se logra.

Dicen, quienes recuerdan aquellos tiempos, que mientras la fábrica estuvo abierta hubo menos robos y los noticieros daban más noticias buenas que de las otras. También aseguran que la gente enfermaba menos y entonces, médicos y enfermeras usaban el tiempo libre que tenían en concretar sus propios sueños.

Los sueños se construyen, se logran

Los ahorros de Mario se iban acabando, mucho había invertido y nada ganaba, sin embargo él no pensaba en eso y seguía adelante.

– “Deberíamos empezar a cobrar ¿no le parece Mario?” –preguntaba, Tomás fiel colaborador.

– “De ninguna manera ¡Cobrar por ayudar a cumplir un sueño! ¡Ni soñando!”

– “Las reservas se acaban, yo se lo que le digo.” –insistió el joven.

Sin embargo, Mario hizo oídos sordos a lo que decía su colaborador. Era consciente que ya casi no había dinero para sostener la fábrica en marcha, pero su deseo de seguir ayudando pudo más.

Tomás trataba de ajustar lo más que podía el presupuesto, pero sabía que tarde o temprano, en realidad, más temprano que tarde, el dinero se acabaría por completo.

– “¿Has visto Tomás? Esa joven ha encontrado el amor.” -comentó entusiasmado, un día Mario.

– “No queda plata en el banco” –dijo el joven.

– “A propósito, se ha recibido de doctor Don Julio, a los setenta años.”

– “Me alegra señor.” –respondió el joven.

– “Pues sonríe entonces ¿dónde está tu alegría?”

– “No hay dinero señor, no lo hay ¿cómo podremos seguir?”

Mario no respondió. No toleraba la idea de perder la fábrica. Y llegó el día tan temido. La fábrica cerró sus puertas. Mario no fue el único que sufrió la pérdida, pero si fue el que más lo hizo. Sentado en lo puerta del gran edificio ya vacío, pensaba en que no había hecho las cosas bien y se culpaba por no haber escuchado a Tomás.

Comenzó a invadirlo una gran sensación de fracaso. Al día siguiente de cerrar la fábrica, Tomás volvió a ella, sabiendo que encontraría a Mario, como siempre, como todos los días.

Se sentó a su lado, en el umbral de la puerta. Mario no apartaba la mirada del suelo.

– “He fracasado” –dijo Mario sin mirar al joven.

– “Ya lo veremos” –respondió Tomás.

Mario no entendió las palabras de su amigo, pero no tardaría en hacerlo.

Con el tiempo comenzó a darse cuenta que la mayoría de las personas habían aprendido que soñar era mucho más que desear algo. Vio que el fruto de su esfuerzo se reflejaba en niños sanos, amores correspondidos, aplausos sentidos y gente feliz.

Se dio cuenta que, a pesar de que la fábrica hubiese tenido que cerrar sus puertas, la gente no sólo no había dejado de soñar, sino que trabajaba con ahínco por lograr sus metas.

No había sido en vano, no había soñado un sueño imposible. Había abierto en cada persona una puerta que ya no podría volver a cerrarse.

Y entonces fue feliz, aún más de lo que había sido siempre.

Fin.

La fábrica de sueños es un cuento infantil que nos envió la escritora Liana Castello para publicar en nuestro sitio EnCuentos.

Sobre Liana Castello

Liana Castello - Escritora

«Nací en Argentina, en la Ciudad de Buenos Aires. Estoy casada y tengo dos hijos varones. Siempre me gustó escribir y lo hice desde pequeña, pero recién en el año 2007 decidí a hacerlo profesionalmente. Desde esa fecha escribo cuentos tanto infantiles, como para adultos.»

Liana fue, durante varios años, Directora de Contenidos del portal EnCuentos. Junto con este sitio, recibió la Bandera de la Paz de Nicolás Roerich y se convirtió en Embajadora de la Paz en Argentina.

Si quiere conocer más sobre la escritora Liana Castello, puede leer su biografía Aquí.

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3 comentarios en «La fábrica de sueños»

  1. Foto del avatar

    Amo tus cuentos… Cada noche se los leo a mi novia para que descanse y logre soñar cosas lindas. Ella esta en España y yo en Venezuela. Pronto nos encontraremos para hacer de nuestra unión una historia de amor, un libro donde tardará años en hacerse realidad, pero ayudara a que muchos logren reconocer como algo que aunque parece imposible, se puede lograr y ser un verdadero sempiterno. Quiero tu libro y poder leerlo cada noche antes de dormir con ella. Gracias.

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