Por Beatriz Teresa Bustos
Cuento para mi nieto Benjamín
¿Quieres que te cuente un cuento? Ven siéntate en mis rodillas.
¿Sabes? Había una vez una princesita que quería ser dueña de una estrella y una noche fue apilando escaleras e intentó llegar al cielo. Como el trecho era largo, la sorprendió el día y los rayos del sol la enceguecieron. Perdió el equilibrio y fue brutal el golpe cuando cayó en el suelo. Pero ella encaprichada…quería su estrellita, y buscó de mil maneras alcanzarla.
Entonces invocó al hada buena, para que la ayudara… ¡pobrecita!
Cuando acudió el hada le dijo: para tenerla debes darme algo tuyo.
Llévate lo que quieras, dijo rápido la pequeñuela.
—Dame tus ojos niña.
—No, son mis luceros.
—Dame tus oídos.
—No. ¿Cómo oiré cantar a los jilgueros?
—Dame tus manos.
—No. ¿Cómo acariciaré a mis abuelos?
—Dame tus pies.
—No. ¿Cómo jugaré a la rayuela?
-—Dame tu boca.
—No. ¿cómo podré reír o decir a mamá te quiero?
—Entonces pequeña…no hay trato, y no insistas en que te baje una estrella.
Entonces la princesita pensó:
—¡Cuántas cosas de valor yo tengo! —Pensó es sus ojos, oídos, manos, pies, boca y abajando la cabeza, avergonzada, contestó:
—Hada buena, a la estrella… ya no la quiero.
Y sonriendo el hada le toco la cabeza con su varita y le enseñó:
—Jamás quieras alcanzar alguna estrella, fueron creadas para adornar el cielo, un día se apagará su brillo y verás que sólo es piedra.
—Disfruta los dones de tu cuerpo, que son más valiosos que el universo.
Beatriz Teresa Bustos
San Francisco - Córdoba - Argentina