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El tiempo de los otros es uno de los cuentos cortos para pensar de la colección cuentos para reflexionar de la escritora Liana Castello sugerido para jóvenes y adultos.

Simón era un joven muy organizado. Siempre pensaba en qué tenía que hacer y cómo optimizar su tiempo. No le gustaba postergar las cosas y cuando se proponía hacer algo, lo cumplía. También era muy trabajador y por sobre todo, una buena persona, un ser de corazón noble y piadoso.

Por las noches, amaba leer no solo porque cada libro lo invitaba a mundos maravillosos, sino porque así se relajaba, distraía y conciliaba el sueño más rápido. Cierto día, luego de una larga jornada de trabajo, Simón deseaba con toda su alma acostarse a leer el último capítulo de un libro que le resultaba muy interesante. Así lo hizo, se acostó, acomodó sus almohadas y se dispuso a leer.

De pronto escuchó el llanto de su hijo y corrió a consolarlo. El pequeño había tenido una pesadilla y estaba muy asustado. Simón ofreció cantarle canciones de cuna y el pequeño aceptó agradecido. Cuando el niño se durmió era ya muy tarde, Simón debía madrugar y dejó para otro día la lectura de su libro.

Al día siguiente, el joven Simón estaba tan casando que se atrasó con su trabajo, su ritmo era más lento, no había descansado bien y no pudo terminar con todo lo que tenía planeado hacer. Fue entonces cuando decidió que al día siguiente se levantaría más temprano y terminaría con todo, no dejaría nada pendiente, pero al día siguiente algo sucedió.

Un vecino tuvo que ser internado, era un hombre con poca familia y nadie podía ir a hacerle compañía. Sabiendo que aún el atraso en su trabajo sería mayor, se ofreció a acompañar al anciano, quien mucho agradeció la compañía, la conversación y el cuidado amoroso que Simón le brindó.

Tuvo que trabajar más de la cuenta para ponerse al día, no pudo asistir a su clase semanal de pintura, entre otras cosas que había tenido que dejar de lado. Decidió que el día sábado dormiría una siesta sin tiempos, que descansaría como hacía mucho no lo hacía. Era una tarde hermosa, el sol era imponente y el cielo lucía su mejor celeste. Realmente no era una tarde para dormir, pero era tanto el cansancio que Simón sentía que estaba dispuesto a hacerlo.

Cuando terminaron de almorzar, su esposa le propuso ir al parque –como cuándo eran aún más jóvenes- disfrutar del aire libre, reencontrarse en esa tarde en la que el sol brillaba de un modo especial. Simón dejó su cansancio de lado porque pudo entender lo importante que era para su esposa compartir una tarde juntos. Valió la pena dejar de lado el descanso pues el reencuentro los hizo muy felices.

El domingo por la mañana tomó el diario de la puerta de su casa, preparó un rico café con mucha espuma y un toque de crema, su preferido. Comenzó su ritual de los domingos por la mañana: se sentó en el sillón, abrió el diario y comenzó a tomar su café.

Sonó el teléfono, era su mejor amigo, muy angustiado por un problema de amores. Simón dejó el diario, escuchó con atención y su café se enfrío. El atardecer del domingo lo encontró pensativo.

Su primer pensamiento fue que la semana no había sido muy productiva: se había atrasado en el trabajo, no había terminado el libro que estaba leyendo, no había descansado bien y no había podido hacer casi ninguna de las cosas que se había propuesto.

-¡Caramba! ¡Qué pena!-pensó.

Se sentó en el umbral de su casa, el sol caía, el atardecer era más que bello y tal vez eso lo ayudó a repensar todo mejor. Recordó entonces todas las cosas que no había podido hacer esa semana, él que siempre cumplía con todo en tiempo y forma, incluso con sus propios rituales.

Según se viese, no había sido una semana muy productiva, pero Simón pudo ver las cosas con el mejor de los cristales que es el del corazón. Entonces se dio cuenta que si bien había dejado de hacer muchas cosas, no había descansado y se había atrasado en su trabajo, todo, absolutamente todo, había sido ganancia.

Entendió que el tiempo no siempre nos pertenece, que muchas veces los otros necesitan de él y que es una bendición brindárselos con amor. El tiempo también es un regalo que podemos ofrecer al otro-pensó.

Supo, sintió, entendió, hizo carne que nuestros tiempos no siempre son nuestros, que muchas, muchísimas veces, deben ser para el otro porque el otro lo necesita más que nosotros, porque es un acto de amor, porque es entrega pura.

Comprendió que uno puede proponer, pero que siempre Dios dispone y la mayoría de las veces lo hace a través del prójimo. Y fue así que sintió, por primera vez en su vida realmente, que había aprovechado el tiempo al máximo y que ese tiempo brindado a los otros no había “valido la pena”, había valido la mayor de las felicidades.

Fin

Ilustración de ANNA BURIGHEL

Todos los derechos reservados por Liana Castello

El tiempo de los otros es uno de los cuentos cortos para pensar de la colección cuentos para reflexionar de la escritora Liana Castello para jóvenes y adultos.

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