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Cuento infantil sobre la familia sugerido para niños a partir de ocho años.

-¡Aquí no podés entrar, este lugar es solo para grandes!

Eso decían mis papás cada vez que yo quería entrar por esa puerta de madera marrón que estaba entre la cocina y las habitaciones de casa.

Siempre la cerraban con una llave vieja que guardaban arriba de la heladera. Algo desconocido había detrás de esa puerta…¿Pero qué era?.

Me dejaban entrar y salir por todas las puertas de la casa: la de la cocina, del baño, de las habitaciones, del patio, y la de los armarios, donde jugaba a las escondidas. Pero aquella puerta de madera marrón del pasillo de la casa, estaba prohibida para mí.

Siempre veía a mis papás entrar y salir de ahí con cosas raras: pedazos de madera, cajas grandes, escobas, bolsas, botellas vacías, y muchas otras que no sabía que eran.

Un día escuché a mi papá decirle a mi mamá:

-Voy hasta el sótano.

Lo vi entrar por esa puerta y me acerqué a ver, pero él siempre prendía una lamparita y cerraba enseguida.

Esta vez me quedé al lado de la puerta jugando con mi autito preferido, el “Rayo Mcqueen”, y lo esperé.

Cuando salió me asomé rápido para mirar adentro, y otra vez la misma frase.

-¡Ya te dije que aquí solo pueden entrar los grandes, andá a jugar a tu habitación!.

Me fui a mi cuarto haciendo pucheros y le contesté:

-¡Yo también soy grande ya, voy a cumplir cinco años!- siempre que le decía eso se reía mucho.

Pero esta vez sabía algo nuevo, lo que había escondido detrás de esa puerta se llamaba “Sótano” ¿qué palabra tan rara?- me pregunté.

Ya había visto en la tele “Monster Inc” como cien veces, y esa noche me dormí pensando si detrás de esa puerta, en ese lugar llamado sótano, no se esconderían monstruos horribles, como los de la película. Igualmente yo sabía muy bien que en la peli los monstruos son dibujitos, y estaba seguro que no existen.

Una tarde, al volver del colegio, corrí como siempre hasta mi habitación para darle un abrazo a mi peluche preferido; el minion de “Mi villano favorito”, jugué un rato con mi tren Thomas, con Buzz Lightyear, y con mi muñeco del hombre araña que tiene luz en su cabeza.

Mi mamá me llamó para tomar la leche y me fui a sentar a la mesa del comedor, pero al pasar por el pasillo, me encontré con algo inesperado…

¡La puerta misteriosa estaba un poquito abierta!

Enseguida le dije a mi mamá:

-Mamá ¿puedo tomar la leche en mi pieza mientras miro los dibujitos?

-Bueno, dale, te la sirvo en tu mesita, no hagas muchas migas con las galletitas, voy a lavar la ropa y vengo- me contestó.

Me tomé el vaso de leche chocolatada en cinco segundos y miré afuera. Mi mamá ya estaba lavando en el patio, entonces crucé el pasillo muy despacio y me paré frente a la puerta del sótano.

Yo sabía que estaba por hacer una travesura, pero ya estaba ahí y no pude evitarlo, abrí despacito la puerta y vi una larga escalera que iba hacia abajo.

Con mucho miedo y curiosidad bajé de a poco cada escalón hasta llegar al piso. La luz de afuera era muy poquita y no se veía casi nada.

En ese momento me acordé que en el bolsillo de mi pantalón tenía mi muñeco del hombre araña, y tuve una idea brillante: apreté el botón y sus ojos se prendieron como una linterna.

Entonces apunté hacia adelante con su luz y descubrí un mundo nuevo para mi.

Empecé a caminar por el lugar lentamente y me choqué con unas cajas de cartón. Seguí adelante iluminando cada cosa que encontraba. Había una pared llena de herramientas, como las de “Manny y sus herramientas”, pero estas no tenían ojos ni hablaban.

Más adelante vi una cama sin colchón, pero con las patas apoyadas en la pared “¿Cómo pueden dormir en una cama parada?”- pensé.

De repente pasó una cucaracha cerca de mis pies, son feas y grandes, yo sabía que no eran malas porque mi papá se animaba a agarrarla de las antenitas, y mi mamá le decía que eran un asco.

Cada vez tenía más miedo, igual seguí caminando y a cada paso me encontraba con diferentes cosas: cuadros con fotos de gente extraña, latas de pintura, cepillos, escobas, trapos, una silla con tres patas, la aspiradora de mi mamá, y la guitarra que mi papá tocaba para dormirme a la noche.

En un mueble grande había muchos discos, ese plástico negro y redondo con un agujerito en el medio, que mis papás ponían en un aparato mágico, del que salía música, casi siempre de los Beatles.

Ya estaba por salir corriendo asustado, porque unas telarañas que colgaban del techo se me habían enredado en el pelo, cuando de repente vi algo que me pareció conocido. Me acerqué con mi luz del hombre araña, y ahí estaba: ¡Mi cuna donde dormía cuando era bebé!

Ahora me parecía una camita de juguete. Antes me sentía como un león atrapado en una jaula gigante, agarrado de esos palitos que no me dejaban salir, yo siempre quería escaparme de ahí.

Recordé cuando mi mamá me traía la mamadera, me cantaba canciones y me acariciaba despacito la cabeza para que me duerma.

Todo estaba igual, el colchoncito, la almohadita con dibujos para bebes y mi viejo muñeco de Mickey, sin ojos, muy flaco, con las orejas caídas y agujeros por todos lados, ese muñeco del que no me separaba ni un minuto.

Eran muchos recuerdos lindos, y entonces me metí de un salto, me acosté como pude, medio doblado, ya había crecido bastante y no entraba, apoyé la cabeza en la almohada que ahora tenía olor a polvo, abracé como nunca a mi viejo Mickey, y me dormí. En ese momento volví a sentirme un bebito, durmiendo en su cunita, y soñando cosas muy lindas.

No sé que pasó después, pero de repente me desperté entre los brazos de mis papás que lloraban y me abrazaban muy fuerte.

Ahora la luz de la lamparita estaba prendida y mis papás me daban muchos besos, y me decían que me amaban.

-¿!Dónde estabas, donde estabas!?, ¿Como llegaste hasta aquí?-, repetían todo el tiempo.

-Vine a conocer el sótano- les dije, y muy asustados me respondieron:

-Bueno, vamos arriba, ya lo viste, acá se guardan las cosas viejas y hay muchos bichos.

Ya no lloraban más, pero no dejaban de abrazarme y besarme, había hecho una travesura muy grande, pero en vez de enojarse, ellos me daban besos y abrazos; ¡Qué raros que son los papás a veces!

Ahora ya conozco al misterioso “sótano”, ese lugar debajo de la casa donde hay un montón de cosas. El lugar donde siempre podían entrar solo mi mamá y mi papá,

-Ese lugar que es solo para la gente grande.

Pero ahora que lo conozco, descubrí que el sótano también es ese rincón mágico de la casa en donde un grande puede volver a sentirse niño otra vez, como lo hacen siempre mis papás, para jugar a ser niños de nuevo.

Y como también pude hacerlo yo: ¡Sentirme otra vez, un bebé por un ratito!

Fin
Cuento infantil sobre la familia sugerido para niños a partir de ocho años.

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