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El pato Tato. Cuentos infantiles de patos.

El pato Tato es uno de los cuentos infantiles de patos de la escritora Gaby Higashionna sugerido para lectores de todas las edades.

Había una vez, una granja donde vivía una familia con su hijo Joselito; ellos criaban muchas gallinas con sus pollitos y cada mañana podíamos escuchar al gallo Tallo entonar su conocido: Ki-ki-ri-kiiii, anunciando la salida del sol y que debían todos levantarse para comenzar sus labores diarias.

Cierto día en que Joselito y sus padres fueron al mercado; el niño vio a un señor que tenía muchos patitos en una caja y le gustaron tanto que le pidió a su padre le compre uno.  Su padre le dijo que ellos tenían ya a las gallinas con sus pollitos y al gallo Tallo, pero Joselito insistió tanto que se lo compraron con la condición de que él mismo se ocupara de cuidarlo.

Cuando llegaron a la granja, Joselito ya había decidido llamarlo pato-Tato, pues le pareció simpático el nombre.
Joselito le hizo un espacio en el corral para que el pato-Tato pudiese dormir y les dijo a todos:
– Miren, les he traído un nuevo amigo, se llama pato-Tato y desde hoy vivirá con nosotros.  – Diciendo esto, entró en la casa.

Los pollitos se acercaron para conocer al nuevo integrante del corral y le dijeron:
– Pero, tú no eres un pollito… pío, pío…

A lo que Tato respondió:
– No, ya se los dijo Joselito, soy una pato cua-cua… me llamo Tato.

– Papá, mamá; miren, parece que todos han empezado a congeniar con el pato-Tato… – Decía Joselito desde la cocina.
– Eso me alegra Joselito, pero lo que me preocupa es
que vuelva a aparecer el mapache-Apache y siga robándose a los pollitos, incluso el pato-Tato corre peligro ahora… – Dijo el padre.
– No te preocupes papá, no ha aparecido en un mes
con las trampas que pusiste y tal vez no vuelva.

En el corral, todos seguían interrogando al pato-Tato pero no aceptaban que viva ahí, pues era un pato que decía “cua-cua”  y los pollitos decían “pío-pío”.

El pato-Tato se sintió muy triste porque creía que iba a encontrar nuevos amigos ahí, mas no fue así.

Pasaban los días y el pato-Tato siempre se encontraba en un rincón del corral, viendo a los pollitos jugar.

Joselito venía a verlos cuando tenía que alimentarlos y pensaba que el pato-Tato todavía no se adaptaba a su nuevo hogar y que por eso estaba solo, pero que con el tiempo se acostumbraría.

Una noche en que todos estaban durmiendo, se armó todo un alboroto en el corral y tanto Joselito como sus padres salieron corriendo de la casa.
Cuando llegaron, vieron con asombro que la mayoría de los pollitos habían desaparecido, incluso el pato-Tato.
Todo era obra del mapache-Apache; así que decidieron esperar  a que amanezca para salir en busca de la madriguera del mapache-Apache, recuperar a los pollitos, al pato-Tato y darle su merecido al malvado mapache-Apache.

El mapache-Apache había metido a todos los pollitos y al pato-Tato en un costal y cruzando el lago en un bote, los había llevado a su madriguera, una vez ahí, los sacó a todos y metió en una gran jaula.
El mapache-Apache estaba muy contento.
– ¡Ah! Tengo suficientes pollitos para venderlos en el    merca y me darán mucho dinero por ellos…je,je (pensó).
En eso vio al pato-Tato y dijo:
– Oye, tú no eres un pollito.
– No, soy un pato y me llamo Tato.
– Bueno, no importa, mañana veré cuánto me ofrecen por ti también. – Diciendo eso, el mapache-Apache
cubrió la jaula con una manta y se acostó junto a ella a dormir.

En la oscuridad de la jaula todos estaban muy aterrados, pero el pato-Tato les dijo que tenían que buscar la manera de escapar de ahí.

Levantaron la manta y vieron que el mapache-Apache, tenía las llaves sobre su estómago; el pato-Tato sacó la cabeza por entre los barrotes de la jaula y como tenía el pescuezo más largo que los pollitos, alcanzó llegar hasta las llaves, tomándolas con el pico.  Una vez que abrieron la jaula, salieron sin hacer ruido y fueron hasta el lago; cuando llegaron, vieron una balsa y se subieron en ella, pero el mapache-Apache venía ya detrás y sacó una lancha con motor para seguirlos.  Por más esfuerzos que hacían los pollitos y el pato-Tato; no conseguían avanzar rápido y el mapache-Apache ya se estaba acercando, en eso el pato-Tato se tiró al agua y empezó a empujar la balsa con todas sus fuerzas.  Empezaba a amanecer, pues escucharon el canto del gallo-Tallo y les faltaba poco para llegar a la otra orilla del lago.

El pato-Tato ya iba perdiendo las fuerzas, así que les dijo a los pollitos que ellos siguieran hasta llegar a la orilla, mientras él se encargaba de entretener al
mapache-Apache.  Los pollitos vieron que el pato-Tato se sumergió bajo el agua y esperó a que la lancha del mapache-Apache pase por encima de él; dio un empujón e hizo que la lancha se voltee y el mapache salga volando hasta la orilla del lago, donde ya estaban (para alegría de todos) Joselito con su papá que habían salido a buscar la madriguera del malvado mapache.

Todos habían visto lo que había hecho el pato-Tato para salvar a los pollitos; regresaron a la granja, el pato-Tato fue vitoreado por todos en el corral, al mapache-Apache lo metieron en un costal y lo dejaron con el veterinario del pueblo.
Después de eso, todos los pollitos comprendieron que aunque el pato-Tato diga “cua-cua” y no “pío-pío” como ellos, pueden ser amigos.

Fin

El pato Tato es uno de los cuentos infantiles de patos de la escritora Gaby Higashionna sugerido para lectores de todas las edades.

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