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El jardín del señor Takamoto

El jardín del señor Takamoto es uno de los cuentos de amor de la colección cuentos infantiles de la escritora Susana Solanes sugerido para niños a partir de diez años.

Micaela había alquilado esa casa justamente por el hermoso jardín que tenía al frente. Un lugar donde se pudieran acariciar los colores y envolverse en los aromas de las flores, como en la casa de los abuelos. Pero estaba demasiado ocupada para hacerse cargo de él, entonces, preguntó a varios vecinos si conocían a un jardinero.

Al fin, Sergio, su vecino de enfrente, le dijo que sí, que él conocía a un jardinero japonés y que le iba a preguntar si quería ocuparse de este trabajo. A la otra semana, Sergio le comentó que había hablado con el Señor Takamoto y juntos, vieron el jardín de su casa.

El jardinero aceptó porque lo que más apreciaba, era atender las plantas, verlas crecer y disfrutar cuando la vida comenzaba a circular por entre sus dedos finos y verdes. Que le iba a cobrar poco porque él tenía su trabajo y esto lo hacía por placer.

Pronto el jardín comenzó a multiplicarse en brotes y hojas, en pimpollos temblorosos y en flores abiertas como la palma de una mano. Las paredes fueron invadidas por trepadoras entusiasmadas en alcanzar altura y los rincones se poblaron de colores como pájaros y de pájaros como canciones.

La tierra brotaba en una verde marea y de las macetas brotaban incontables flores, como de jarrones mágicos. Una dulce brisa había hecho nido en ese lugar y, por momentos, salía a recorrer su reino. Aunque Micaela nunca veía al jardinero, su presencia estaba allí con su mano mágica y su ojo sabio, dialogando con la tierra para extraer su riqueza.

Sergio siguió siendo el vínculo con el Señor Takamoto, y a través de él la muchacha le hacía llegar sus mensajes. Se reunían dos y hasta cinco veces en la semana y, cuando eso sucedía Sergio decía siempre cosas como éstas:

-Como dice el Señor Takamoto, el día es un color que se extiende entre dos soles.

-La sonrisa de la rosa pálida, nos habla de los extraños mares que nunca veremos. Entonces, cuando esto pasaba, Sergio perdía su mirada hasta llegar a un lugar misterioso y Micaela sentía un temblor en sus mejillas, como si le llegara el calor de un sol lejano.

Y entre los dos surgía un silencio, lleno de miradas y emociones, que era más elocuente que las palabras mejor dichas. Al mismo tiempo la muchacha sintió que crecía dentro de ella una sospecha, pero no quería romper con esta hermosa experiencia que estaba viviendo, ni ofender la calidez de su vecino.

Entonces pensó en una salida ingeniosa. Un día, Micaela se acercó a Sergio y, contenta, le dijo que había encontrado en la parada del colectivo al Señor Takamoto, y que fue por casualidad:

-Hablé con él. Lo felicité por el hermoso trabajo que hacía en mi jardín. Él agradeció mis palabras pero me comentó sobre una obligación que debía cumplir en esos días. Sergio mantenía un silencio atento y vigilante. Entonces, Micaela continuó:

-Me dijo que vos sabías tanto como él de plantas y flores y que muchas de tus propuestas, él las había llevado a cabo en el jardín de casa. El señor Takamoto tiene que viajar a su país de origen por asuntos familiares. Por eso me aconsejó que confiara en vos para que te encargués de ahora en adelante de esta tarea.

El muchacho volvió a perder su mirada en algún punto lejano, y cuando regresó, dijo que le parecía muy bien. Entonces, se fueron juntos, tomados de la mano, a comprar plantas porque ya era tiempo de renovar el jardín.

Fin

El jardín del señor Takamoto es uno de los cuentos de amor de la colección cuentos infantiles de la escritora Susana Solanes sugerido para niños a partir de diez años.

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