El castillo de cristal. Cuentos infantiles de sirenas.
El castillo de cristal es uno de los cuentos infantiles de sirenas de la escritora Gisela de la Torre. Cuento sugerido para niños a partir de ocho años.
Cuando naufragó el barco donde viajaba la pequeña Melissa con su padre, ésta quedó desamparada en medio de enormes olas. Entonces, una sirena que poseía poderes mágicos la socorrió y la llevó a su castillo de cristal, sumergido en lo más profundo del océano.
Allí, sin perder tiempo, la sirena le dio calor y cambió las ropas de la niña por las de una princesa halladas en otro naufragio. Al rato, Melissa abrió los ojos lentamente y se fijó, mediante uno de los tantos espejos que había colgados en derredor, en su nueva vestimenta.
“Ese rostro es el mío, pero estas ropas no las traía puestas… ¡son de una princesa!” —pensó maravillada y, observando el entorno, susurró:
— ¿Dónde estaré y por qué estoy vestida así? —se preguntó ahora mirando las paredes transparentes y se distrajo un ratito con la infinidad de peces multicolores que retozaban dentro del agua. Sin embargo, al darse cuenta de que estaba sumergida en el mar, se asustó tanto que lanzó un grito, pues de repente había comprendido todo lo ocurrido. Pero al ver a su lado a la sirena, quien la atendía con ternura, perdió el temor y quiso saber dónde se hallaba.
—En mi castillo, Melissa, eres bienvenida aquí —le aclaró la sirena.
— ¿Cómo el agua no penetra si estamos bajo el mar? ¿Cómo sabes mi nombre? ¿De quién son estas ropas? ¿Quién me vistió así y por qué? ¿Cómo te llamas?
— ¡Cuántas preguntas me has hecho al mismo tiempo! Ven, siéntate —respondió la sirena indicándole una silla hecha de conchas y adornada con perlas—. No temas, mi castillo es impermeable. Sé tu nombre porque el capitán del barco lo gritó varias veces cuando una ola gigantesca te arrancó de sus brazos. Esas ropas pertenecieron a una antigua princesita quien se ahogó cuando el naufragio de su barco. ¡Fue una lástima que me encontrara muy lejos y no pudiera salvarla! Entonces guardé su vestimenta como recuerdo. Te vestí con ella para que no te acatarres. Me llamo Milena…
—Gracias por contestar mis preguntas, dice mi mamá que soy muy preguntona y ocurrente.
— ¿Ella venía en el barco?
— ¿Cómo se te ocurre tal cosa? Desde que se fue de casa, mamá vive en una estrella, según me dice mi papá, que me ha enseñado en cuál. Casi todas las noches antes de dormir converso con ella; aunque no me contesta, sé que me escucha…
Milena comprendió y no hizo más preguntas al respecto, sin embargo, se empeñó en averiguar quién era el padre de Melissa. Supo por la pequeña que era el capitán del barco naufragado y que siempre, desde que su mamá se fue a vivir en la estrella, la llevaba con él en sus travesías por el océano.
Melissa miró hacia abajo, lanzó una carcajada al ver peleándose unos peces y, llena de curiosidad, se arrojó encima del piso cristalino en busca de agarrarlos, haciendo que el rostro de la sirena se iluminara con una sonrisa…
—Ven, te mostraré mi castillo y después otros peces.
Y la condujo por salones donde todas las piezas eran de cristal. Melissa se detuvo junto a un piano, preguntó si podía tocarlo, la sirena respondió que sí y la niña comenzaron a tocar. Al momento, atraídos por los arpegios, infinidad de peces se pegaron a las paredes del castillo. Milena, también extasiada, se sentó junto a la niña. De repente, los peces comenzaron a danzar en derredor del castillo y uno pronunció un sonido parecido a una nota musical. Melissa levantó la cabeza y lo vio danzar con tanta gracia que rompió reír.
Maravillada, dejó de tocar y entonces los peces se quedaron quietos. Ella volvió a tocar con más vehemencia, los peces volvieron a bailar y así pasó un buen rato hasta que Milena le solicitó que la siguiera. La llevó a un jardín de flores de cristal de diferentes colores, le pidió que escogiera la de su preferencia y que la arrancara de su tallo. Melisa eligió la de color púrpura. En cuanto la tuvo en sus manos, los pétalos cobraron vida con esa suavidad tan propia de las flores y un perfume muy suave brotó de la flor. Luego se la colocó en el pelo. Entonces escuchó a un pez decir: “Estás preciosa”, y enseguida este desapareció.
Al rato de estar mirando las flores, la niña quedó pensativa. La sirena le preguntó en qué pensaba.
—En mi papá… deseo tanto estar junto a él.
Milena se acercó a un globo de vidrio situado sobre una mesa, se puso de espaldas a la niña y lo frotó varias veces. En su interior vio al capitán sentado a la orilla de una playa, con las ropas hechas harapos y la mirada triste puesta en el mar. La sirena se dijo:
“Está vivo y conozco el lugar donde se encuentra. Se ve desesperado porque no sabe de su hija”. Y volvió a friccionar el globo. Al momento, dentro de él se hallaron la sirena y la niña. El globo de cristal traspasó las paredes del castillo y fue a parar a la superficie. Surcó las aguas hasta llegar a la playa donde estaba el capitán y se disolvió en cuanto llegó a la orilla. La niña corrió hacia donde se encontraba su padre…
— ¡Papá! ¡Papá! Qué bueno que no te fuiste a una estrella —ambos se abrazaron y lloraron de alegría.
Milena, desde el agua, les dijo:
—Les daré un globo de cristal para que los lleve hasta donde iban —al instante, padre e hija se vieron dentro de otro globo que se deslizó hasta el mar—. Cuando lleguen a su destino, den tres golpecitos a las paredes del globo y este se disolverá —les advirtió—. Melissa, si alguna vez, quieres volver a visitar mi castillo, frota esta pequeña bola de cristal —dijo y le lanzó una esferita iridiscente. La niña la atrapó con agilidad y la colocó en uno de los bolsillos de su vestido.
El globo de cristal navegó con Melissa y su padre a bordo hasta llegar a una isla montañosa donde, según cuentan, la estrella donde se encontraba la mamá de la niña estaba más próxima, y allí se quedaron a vivir.
Fin
El castillo de cristal es uno de los cuentos infantiles de sirenas de la escritora Gisela de la Torre. Cuento sugerido para niños a partir de ocho años.