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Era de contextura delgada y mirada torva. Su nombre poco importa conocer. La gente solo sabía que apenas estudió hasta quinto de primaria. De carácter alegre y muy bromista, a pesar de su pobreza; siempre llamó la atención de sus compoblanos.

Un buen día desapareció del pueblo. Pasaron muchos años hasta que una mañana de febrero, apareció sorprendiendo a todos: Era hermano cristiano. Conforme fue pasando el tiempo. El “Hermano Juan”, como ahora era conocido, poco a poco fue evidenciando sus peligrosas debilidades.

Le veían predicando la palabra de Dios a los niños en las escuelas, otras veces le veían pleiteando en los juzgados de paz. También causó asombro verlo una noche bailando y bebiendo cerveza frenéticamente, en las fiestas de carnaval. Sus conductas ambivalentes poco a poco terminaron desprestigiando su honor.

Era reprochable a los ojos de los vecinos y aun amigos ver junto con su esposa ir vestido al terno a las fiestas espirituales evangélicas, aparentando humildad y buen trato y horas mas tarde propiciar peleas descomunales, acompañadas con palabras vulgares al interior de una cantina de mala muerte.

Su pastor, cansado al ver su nefanda y terca conducta, decidió impedir que participara en los cultos regulares. A partir de aquel instante “el hermano” se convirtió en acérrimo enemigo de su antigua congregación. Ahora maldecía y blasfemaba aspectos santos, frente a la casa de oración. Insistiendo no haber conocido a Dios nunca. Como todo principio tiene su fin. Una mañana de frió invierno se supo que su mujer, cansada de sus malos tratos, decidió volver a su tierra.

El hombre desesperado y abandonado por todos se entregó al alcoholismo. Ya nadie quería contratar sus servicios como peón o ayudante de cualquier labor debido a su irresponsabilidad. Culpaba su desgracia a su propio corazón, y repetía tristemente:

Por jugar con Dios y con el diablo. Ahora estoy arruinado ¿Quién tendrá misericordia de mi?… El pobre hombre, sin paz ni esperanza en la vida; andaba cual errante sin puerto donde pernoctar.

Cansado de llorar se quedó dormido a la puerta de la casa de retiro de la hermandad carismática católica. Pasado un tiempo, y tras concluir su reunión viendo al desconocido en tal estado, prestaron su apoyo, ayuda y consuelo. Haciendo revivir en su alma, la esperanza de hallar en Cristo Jesús la salvación de su alma y el arreglo de sus problemas pasados.

Fin

Con dios y con el diablo es una de las parábolas del escritor Angel Javier Castro Sánchez para adolescentes, jóvenes y adultos.

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