Carcajadas. Escritor de cuentos y poesías de México.
Linda:
A mí me gustó aquel lugar, a lo mejor te acuerdas. El jazz fue bueno, una mezcla latina y árabe. Te acordarás que nos regalaron unos cocteles exóticos preparados con frutas secas picosas. Sucedió después que salimos del antro.
Caminamos. Los faros luminosos, la falta de ruidos, los edificios sonámbulos. Anduviste sin decir palabra. Salimos de Motolinía y doblamos por Madero. El viento venía fresco y se perdía rápido en la oscuridad de la calle. Tus cabellos parecían flotar, me acuerdo. Yo te espiaba, tus ojos, tus labios. Tú siempre me estabas metiendo en tu vida, inesperada, divertida. Se te ocurrió otra idea: ibas a leer a la distancia. Me estoy acordando ahora como si hubiera sido ayer. Ibas a demostrar que tú los tequilas los dominabas tanto como la lectura.
¿Será que te acuerdas? A media cuadra frente al Tempo de la Profesa, te señalé la espalda de dos policías. Intentaste, pero los tequilas siempre sí te habían empañado la lectura.
-Policía, dice policía, Linda –yo te aclaré la palabra y tú los ojos.
-¡Sí, policía! ¡Allá dice policía! –repetiste. Lo dijiste tan fuerte que hasta uno de ellos volteó.
-Despacio Linda.
-¡Sí, dice policía y aquel es un policía gordo! –gritabas, señalabas.
Antes de cualquier cosa, te tomé de la manó y andamos por Isabel La Católica. A lo lejos brillaban lucecitas del Palacio Nacional.
¡Ah, cómo nos reímos! Me dolía el estómago. Como locos riendo a carcajadas en la oscuridad del Centro Histórico. Nos fuimos riendo hasta llegar al estacionamiento. Nos reímos todo el camino. Nos seguimos riendo en la oscuridad de tu cuarto. La risa me duró el fin de semana entero.
Sólo hasta ahí, después todo fue lento.
No te encontré el lunes. Nadie te había visto. El teléfono y la puerta de tu casa, bloqueados. Al fin, el miércoles encontré a Natalia en la biblioteca. Sin empujes me dijo que te habían llevado a Europa, de emergencia, que no regresarías y que no te buscara.
Sabes que no sé de ti desde entonces. Sabes que te extraño. Sé que lo sabes. Sé que tus sonrisas están allá, en otra parte. Por eso escribo otro mensaje, buscándote. Yo creo que si lo llegas a leer, te vas a acordar y te vas a reír tanto como me estoy riendo ahora.
Risas. Muchas, bastantes. Carcajadas.
Fin
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