Candelita la ultima luciernaga es un cuento de la colección cuentos cortos para reflexionar de nuestra escritora de cuentos infantiles Lydia Giménez Llort.
Candelita, era una pequeña luciérnaga, muy, muy pequeña. Esto quizás no tendría mayor importancia, si no fuera porque era la última luciérnaga. No había ya ninguna otra en este mundo que le explicara los por qué de las cosas, menos aún que le respondiera a su eterna pregunta sobre el por qué de su propia existencia.
Sólo sabía que podía dormir plácidamente durante todo el día y debía despertar con el primer silencio de la noche. Y así lo hacía, aunque no había nadie para reconocerle el mérito. Bien mirado, tampoco hacía nada de particular para merecerlo.
En realidad, pensaba ella, cuando despertaba su vida consistía simplemente en dar vueltas por el mundo, sin ver apenas nada, en medio de tanta oscuridad. Se sentía terriblemente sola y estaba segura que como nadie podía verla, el día que no existiera tampoco nadie la echaría en falta. Creía que, al fin y al cabo, ser una luciérnaga tampoco debía tener mucha importancia, si ya quedaba solo una. ¿Qué sentido tenía vivir cuando todos dormían? ¿No sería que estaba haciendo todo al revés?
No acertaba a comprender por qué nadie le daba trabajo; quizás era por ser demasiado joven, quizás por ser un bicho raro, quizás por culpa de la gran crisis. Fuese como fuese, su rutina nocturna era siempre la misma. Poco después del atardecer, cuando empezaba el silencio de la noche, despertaba y recorría los prados. Al pasar, veía a las campanillas replegar dulcemente sus pétalos y las hormigas recoger apresuradamente el grano perdido a medio camino del hormiguero.
Casi a la par, en otro lado, las conejas retornaban a sus crías extraviadas a la madriguera y las cigarras salían con su guitarra a cantar la serenata. Subida a alguna hierba o a las piedras de un muro, al acercarse la mañana, contemplaba como el aire daba los últimos retoques a las gotas del rocío y les sacaba brillo, mientras los girasoles giraban al este preparándose para recibir al amanecer.
Todo, todo, absolutamente todo parecía tan intranscendente... qué tristeza de mundo, más para alguien como ella que soñaba con ser algo y alguien en este vida, pero no había nadie que supiera decirle el cómo ni el por qué. Y así, sin pena ni gloria, fueron pasando los días y Candelita llegó a vieja.
Se convirtió en una anciana de mente clara, aunque le costaba prestar atención, concentrarse en sus cosas, recordar nombres o dónde había colocado sus gafas. Quejas, que como la de ir perdiendo la vista y el oído, debían ser causa natural de la edad. Caminaba ya a trancas y barrancas, apoyándose en un bastón. Pero todo cambió cuando, sin hacer nada en especial, se rompió la cadera y quedó postrada por un tiempo sin poderse levantar. Y fue entonces, durante su convalecencia, que sucedió algo increíble, verdaderamente sorprendente.
Candelita, despertó de repente, en pleno día. Su avanzada sordera le había hecho creer que reinaba un gran silencio. Se asomó a la ventana y quedó impresionada con lo que vieron sus ojos: era un día de verano, espléndido, maravilloso, lleno de colores y una hermosa luz como jamás hubiera podido imaginar.
Apreció entonces algunas cosas extrañas, totalmente opuestas a lo que estaba acostumbrada a ver. El hormiguero estaba medio muerto de hambre porque la comida no alcanzaba y la despensa estaba ya vacía. Decenas de conejos escudriñaban entre las hierbas, buscando desesperadamente a crías que daban por perdidas desde hacía días. Las campanillas, completamente abiertas, estaban medio rotas de soportar el peso de la humedad de la noche. Los girasoles parecían medio desorientados mirando aún hacia al oeste y las cigarras dormían holgazanamente bajo la sombra de sus hojas.
Después de tantos años, fue la sordera de su vejez la que la ayudó a comprender, a ver las cosas de otra manera. Y a partir de aquella noche, cuando en su reloj marcaban las diez, la anciana Candela tomaba su garrote y con todas sus fuerzas salía a recorrer el mundo y apreciar todo aquello que sin estar ella allí, iluminando tenuemente con su propia luz, no hubiera podido nunca suceder.
Fin
Candelita la ultima luciernaga es un cuento de la colección cuentos cortos para reflexionar de nuestra escritora de cuentos infantiles Lydia Giménez Llort.