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El ansiado regreso — “Estoy seguro de que la veremos de nuevo. Debemos tener paciencia y esperar, es cuestión de tiempo”.

En "El ansiado regreso", el autor colombiano Alberto Suárez Villamizar nos presenta a un hombre que, desde las primeras horas del día, se enfrenta a sus pensamientos más profundos mientras sigue su rutina habitual. Con una mezcla de nostalgia y esperanza, recorre cada rincón de su hogar, esperando el momento que lleva tanto tiempo anhelando. Este breve cuento nos invita a sentir "ansiosamente" la espera, en el delicado equilibrio entre la paciencia y la inevitabilidad del tiempo. A través de sus personajes, el autor logra transmitir la esencia de una espera que, por fin, llega a su término.

El ansiado regreso

Aquella mañana, como era habitual, se levantó temprano y fue a la cocina para preparar el café que más tarde compartiría con su esposa, cumpliendo así una tradición mantenida durante muchos años. Luego se dirigió a la terraza para observar cómo amanecía el día. Había pasado una mala noche debido a las preocupaciones que lo agobiaban hace días.

Un hombre mayor sentado en su vieja silla esperando el ansiado regreso - Cuento corto

Se sentó en la vieja silla donde acostumbraba a tomar sus descansos y recorrió con la mirada la estancia, y no pudo dar crédito a su visión. Era una agradable sorpresa que ayudaba a mitigar los malos momentos. Respiró profundo y, contuvo el aliento, se acercó para comprobar que no era una ilusión debido a la ansiedad de la espera. Había pasado casi un año desde el día que la vieron por última vez, y tenía en su mente la imagen de su belleza.

Aprovechó que se encontraba solo, y quiso cerciorarse del descubrimiento, para no arriesgarse a ser objeto de burlas si estaba equivocado. Se colocó sus lentes y miró con cuidado: «no hay duda: ¡ahí está!». Exhaló tranquilo, ahora podía demostrar que estaban errados, quienes lo juzgaban por su proceder y acusaban de ser culpable de su ausencia, según decían, por no esperar y no darle el tiempo necesario.

Parado bajo el umbral de la puerta, la observó y recordó las veces que soportó los reclamos airados de su esposa.

¡Insisto, te apresuraste demasiado! ¡Debiste esperar un poco más! —recordó haberle oído decir al hablar de su larga ausencia—. ¡No debí permitir que te metieras con ella; mi error fue habértela confiado! ¡No tuviste cuidado, a pesar de advertirte lo delicada que era, y que debías tratarla con esmero! ¡Ella era la alegría de la casa! ¡Olvidaste la paciencia con que la cuidaba, sabiendo que no soportaría maltratos, pero eso no te importó! —le repetía.

Estoy seguro de que la veremos de nuevo —respondía él para apaciguar los ánimos de su compañera, que lo hacía responsable de su tardío regreso—. Debemos tener paciencia y esperar, es cuestión de tiempo. Llegará el día en que la volveremos a ver.

¿Esperar qué? ¿cuánto tiempo llevamos sin verla? —respondía ella en tono grave—. ¡Y tan bonita que estaba! —agregaba con nostalgia.

Pero es que… —trataba de decir él.

¡No, no! Recuerdo la alegría que tuvimos cuando llegó a esta casa —decía ella, secando unas lágrimas que rodaban por sus mejillas.

En ese momento, él buscaba terminar la conversación, y hablar de otras cosas, evitando continuar la discusión, sabía que como siempre, tendría un final desagradable.

«Quizás tenga razón, pero hay que esperar un poco más». «En la vida todo obedece a unos ciclos y es necesario que ella cumpla el suyo», se repetía muchas veces.

Diariamente, estaba pendiente, quizás contagiado por la ansiedad que le transmitía su esposa. No perdía la fe de volverla a ver, pero aún era pronto. Debía tener paciencia y esperar. Por eso, ahora se sentía feliz, y con deseos de compartir el descubrimiento. Al verla pensó que la vida lo premiaba, y le permitía una compensación a los días amargos pasados por su ausencia. Consideró que terminaba la espera y siempre había tenido razón: era cuestión de tiempo. Llamó a su esposa para mostrarle y darle una agradable sorpresa.

¡Ahí está! —dijo alegre, señalando la maceta que contenía la planta que mostraba el inicio de su floración; y a partir de ese día, la orquídea, llena de gratitud, empezó a dejar ver la la belleza de las flores que tanto habían extrañado, regresando así la alegría, a quienes tanto esperaron para volverla a ver… el ciclo se había cumplido.

Fin.

El ansiado regreso es un cuento del escritor Alberto Suárez Villamizar © Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial sin la expresa autorización de su autor.

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