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MARCOS CUADROS, de vocación pintor – Último Capítulo

Cuentos de reflexión infantil.

MARCOS CUADROS, de vocación pintor es uno de los cuentos de reflexión infantil escrito por Liana Castello para niños a partir de los nueve años.

Último capítulo

Todos los años el colegio organizaba una exposición de arte, donde se exponían dibujos, esculturas, manualidades y por supuesto cuadros.

Marquitos estaba muy ilusionado con la exposición, la señorita le había pedido que llevase todos los cuadros que había pintado. Así fue que el pequeño pidió prestado a sus nuevos dueños los cuadros que había regalado e invitó a todos a la muestra.

El ansiado día llegó, el colegio estaba lleno y todos los niños muy felices.
Fueron llegando de a poco muchas personas que, si bien parecían, no eran las mismas que antes de haber tenido en sus manos un cuadro de Marquitos.

Llegó el intendente y se lo veía orgulloso con su trabajo. Desde que le había dado una nueva oportunidad al abandonado árbol de la plaza, el mismo que Marquitos pintó, había hecho lo mismo con muchos de los árboles de la ciudad. Quizás, por primera vez en su vida, sentía que realmente estaba haciendo algo útil por todos. El intendente había cambiado y mucho, no así su latoso asistente, quien aún soñaba con su tan ansiado aumento.

-Ya lo decía yo, ese niño tiene un talento pocas veces visto, lo noté desde la primera vez que lo vi-dijo el asistente al intendente mirando los cuadros de Marcos.

-¿Qué dice hombre? ¡No mienta! Usted me decía que no le prestara atención, le pedía al niño que se alejase, mire que yo tengo memoria ¿eh?

-Una de sus tantas virtudes señor, siempre lo he dicho. Su memoria es prodigiosa, no he visto otra igual.

-¡Cállese quiere! Mire los cuadros y déjeme disfrutar tranquilo la muestra.

El Dr. Anselmo fue con su esposa, en realidad el veterinario mucho no había cambiado, su humor tampoco. La diferencia en él era que había entablado una hermosa amistad con Marquitos, quien siempre llevaba a Chicho a su veterinaria.

-Mira qué bello cuadro Anselmo, qué bien dibujado está Chicho-dijo la esposa del doctor-todavía recuerdo el día en que lo dejaron en la veterinaria pobrecito.

-¡Pobrecito nada mujer! ¿Quieres decir que Marquitos había abandonado a Chicho? ¿Eso quieres decir? No te lo permito, no fue así lo que ocurrió.

-No Anselmo ya conozco la historia, no quise decir eso, sólo estaba recordando la expresión de Chicho el día que se perdió.

-¡No se perdió jamás! ¿Quieres decir que el niño dejó que el perro se perdiera? ¿Eso quieres decir?

-No Anselmo tampoco quise decir eso-contestó la pobre mujer quien ya estaba acostumbrada al mal carácter de su esposo- ven querido veamos otros cuadros.

-Ya veo que quieres cambiar de conversación-dijo serio el veterinario-pero bueno será mejor así para no discutir.

Los abuelos de Marquitos llegaron en su nuevo auto. Se sentían muy orgullosos de ver los hermosos cuadros que había pintado su nieto y se les notaba en el rostro.

Aunque lo conocían casi de memoria, se detuvieron en el cuadro que les pertenecía, el viejo auto de la familia.

-¡Qué bello se ve! ¿Verdad? Casi como cuando lo compramos-dijo el abuelo con nostalgia.

-Es cierto muy bello, pero bueno hay que darle lugar a todo lo nuevo ¿no te parece?

-¡Quién te ha visto y quién te ve mujer! Te costó años entender que debíamos cambiar el auto y ahora me acompañas a todas partes, si sigues así en cualquier momento aprendes a manejar.

-Hablando de eso querido-dijo animada la abuela-ya me inscribí en un curso de manejo, los autos de ahora son más sencillos y nunca es tarde para aprender algo ¿no te parece?

El abuelo quedó mudo y por las dudas, la abuela calló también. Quedaron juntos mirando ese hermoso auto que tanta felicidad les había dado y sabiendo que siempre estaría no sólo en esa pintura, sino en sus corazones.

La tía Elvira había llegado primero. Vestía un hermoso vestido floreado multicolor y una sonrisa aún más bella.

Recorría la muestra con su mejor amiga, se mostraba alegre, feliz. Sin dudas los colores no sólo se habían agregado a su vestuario, sino a su corazón también.

Todos los chicos del colegio vestían guardapolvo, sin embargo los que pertenecían a los equipos de fútbol lucían las hermosas camisetas violetas que Marquitos había pintado.

Ese color ahora significaba mucho más que eso, era el símbolo de la unión que sentían, era la prueba que ya no se sentían rivales, sino compañeros y que ahora les importaba más divertirse que ganar o perder.

La muestra fue un éxito, chicos y grandes estaban muy contentos y Marquitos y toda su familia estaban más que felices.

Lo que los cuadros del pequeño pintor mostraban era mucho más que personas u objetos.

Marquitos, con su lápiz y la exactitud heredada de su padre, dibujaba la realidad tal como era y no siempre era linda. En esos dibujos a lápiz no había colores, ni sonrisas. Había árboles secos, perritos solos, niños que no se ponían de acuerdo. Sin embargo, todo cambiaba cuando Marcos agregaba los colores tan amados por su madre: En ese momento, aparecían las sonrisas, la armonía, la realidad podía cambiar y cambiaba.

A nuestra vida, como a un cuadro, si le damos el color que tienen el amor, el cuidado y la alegría, la podemos mejorar y hasta puede convertirse en una obra de arte, ésa que hacemos cada uno solito con su pincel todos los días.

Fin.

Todos los derechos reservados por Liana Castello

Cuento sugerido para niños a partir de nueve años

Capítulo VIII

MARCOS CUADROS, de vocación pintor es uno de los cuentos de reflexión infantil escrito por Liana Castello para niños a partir de los nueve años.

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