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La penitencia de Juan es uno de los Cuentos infantiles educativos escrito por Liana Castello sugerido para niños a partir de los siete años.

-¡A tu cuarto a pensar! ¡Sin computadora, sin televisión, sin play, sin celular! ¡Te quedarás en tu cuarto pensando el tiempo que sea necesario!-Le dijo muy enojada la mamá al pequeño Juan. Lo siguió con la mirada hasta que el niño entró a su cuarto y cerró la puerta.

Juan había traído una mala nota del colegio, pues se había burlado de un compañero.

Cuando llegó a su casa con la nota en el cuaderno pensaba en qué castigo recibiría: tal vez no comer golosinas por un tiempo, no ir al partido del fútbol o al cumpleaños que tenía en el fin de semana.

Sin embargo, el castigo había sido otro: pensar.

Juan se sentó en su cama, pensando en qué pensar, no se le ocurría nada. El tiempo pasaba y el pequeño se aburría. Resultaba extraño que todas las pantallas estuvieran apagadas, todo en silencio, todo quietito, todo apagado. Parecía otro cuarto.

“Pensar”-dijo Juan en voz alta “¿En qué debería pensar?” – se preguntó.

Miraba su cuarto de arriba abajo, de izquierda a derecha. Tal vez mirando se le ocurriese en qué tenía que pensar. Descubrió una grieta en el techo, pero descartó la idea de que eso fuese algo importante, algo de tierra debajo de la cama, pero tampoco lo consideraba demasiado interesante.

De pronto se puso a mirar sus juguetes y recordó cuánto hacía que no jugaba con ellos. Observó su biblioteca y también pensó (¡Ah muy bien ya estaba pensando en algo!) en cuánto hacía que no leía nada, pero nada de nada.

-¡Qué aburrimiento! ¿Deberé quedarme mucho tiempo encerrado?-dijo en voz alta el pequeño.

Como no tenía otra cosa que hacer más que pensar y muchos pensamientos no venían a su mente, siguió observando. Cruzadito de piernas y con las manitos en su cara miraba cada cosa que había en la habitación. Volvía a ver a esos juguetes olvidados, los libros no leídos y hasta reparó en la pelota de fútbol y unos guantes de arquero que hacía mucho no usaba.

¡Cuántas cosas había dejado de lado! Ése fue otro pensamiento que vino a su mente.

Luego de haber visto todo lo que había dentro de su habitación y tantas cosas que no usaba, a las que no les daba valor, a las que había olvidado, decidió mirar por la ventana. Tal vez resultaría menos “culposo”.

Se asomó entonces y comenzó a observar el jardín de su casa ¡Era muy bello por cierto!

Parecía que lo descubría recién esa tarde. El pequeño quedó maravillado con los diferentes tonos de verde de las plantas, los colores de las flores, los pájaros, hasta las hormigas le parecieron fascinantes. Pensó en que era un mundo que casi no conocía y se dio cuenta que otro pensamiento más había venido a su mente ¡Ya eran varios por cierto!

-Tal vez esto de pensar y pensar no sea tan aburrido-dijo el pequeño.
Pensó en cuántas cosas hermosas había para observar, en cuántas otras había para disfrutar. Se dio cuenta que el mundo no sólo pasaba por los juegos de play o del celular o la televisión, sino que era mucho más amplio y más rico que eso.

Pensó en que la naturaleza no hace una flor igual a la otra y sin embargo todas son igual de bellas, que tampoco hay una hoja idéntica a la otra y todas son lindas. En ese preciso momento, recordó lo sucedido con su compañero de colegio.

Juan se había burlado de alguien al que él no consideraba igual, que le parecía distinto y en realidad lo era pues no hay dos seres idénticos en este mundo. Con tristeza recordó que se había burlado de su amigo porque era gordo, porque no corría lo suficiente y porque no jugaba bien al fútbol.

Pensó en ese momento en su fea actitud y en lo mal que se habría sentido su compañero.

¡Siiii!-gritó de pronto Juan- ¡Seguro en eso lo que mamá quería que pensara!

Recién en ese momento tomaba conciencia de lo mal que había estado y que todos somos como somos y debemos aceptarnos unos a otros de ese modo. Pensó en que tal vez en su opinión su compañero jugase mal al fútbol ¿Y él? ¿Y Juan? ¿Cuántas cosas haría mal? ¿Le gustaría que, en vez de que alguien se las señalase con amor y educación, se burlasen de él? No, seguro que no.

Juan perdió la noción del tiempo, ya no recordaba si hacía una, dos o tres horas que estaba en su cuarto pensando. De pronto, su mamá abrió la puerta y preguntó:

-¿Y Juan? ¿Has pensando? -La mamá creyó que encontraría a un Juan de mal humor, enojado y aburrido por la penitencia. Su sorpresa fue grande.

Con una gran sonrisa, el pequeño respondió.

-Si mami… ¡no te das idea cuánto!

La abrazó fuerte y a partir de ese día “pensar” jamás volvió a ser un castigo.

Fin

Cuento sugerido para niños a partir de siete años

ILUSTRACIÓN MARÍA CARRANZA

La penitencia de Juan es uno de los Cuentos infantiles educativos escrito por Liana Castello sugerido para niños a partir de los siete años.

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