Como todos los años cerquita de Navidad, en el Polo Norte, todos se preparaban con mucho esmero para cumplir con sus tareas. Santa, sus duendes y por supuesto los renos sabían que se acercaba el día más importante, ese día en el que el duro trabajo de todo un año se traducía en llevar felicidad a todos los niños del mundo.
Como muchos sabrán, los renos de Santa son nueve: Rodolfo, Dasher, Dancer, Vixen, Prancer, Cupido, Brizen, Donner y Comet. Todos tienen su lugar o ubicación para tirar del trineo y cada uno de ellos sabe cuál es su función dentro del grupo.
Jamás en la eterna historia del Polo Norte había habido un problema, pero ese año algo extraño ocurrió. Comet comenzó a sentir celos de Rodolfo. Ese feo sentimiento se apoderó del reno y no hizo más que causarle dolor a él y a quienes lo rodeaban.
-“¡No entiendo porque siempre tiene que ser el primero en la hilera!”-se quejó un día.
-“¡Su nariz roja es la más famosa de todas!”-se quejó otro.
-“¡Y hasta tiene su propia canción!”-pensó también. Comet empezó a pensar en que no era justo lo que sucedía, nueve eran los renos y parecía ser que sólo de uno se hablaba. ¿Era él o sus compañeros menos que Rodolfo? –Se preguntaba- ¿Por qué ellos no tenían también una canción? ¿Por qué no se podía cambiar el lugar para tirar del trineo y ser él el primero y el que estuviese más cerca de Santa?
Esos pensamientos le hacían daño, comenzó a estar de mal humor y tratar mal a los demás, en especial a Rodolfo, que no entendía qué le sucedía a su amigo. No sólo eso, sino que también le hablaba mal a los otros renos de Rodolfo y les decía que ellos también tendrían que sentirse como él se estaba sintiendo en ese momento.
No eran habituales esos sentimientos en los habitantes del Polo Norte. Quienes vivían allí, tal vez por la tarea que realizaban, siempre estaban contentos, se amaban unos a otros y jamás habían sentido celos o envidia hacia alguien. Santa se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo.
Preocupado y triste, decidió hablar con Comet. El reno le explicó lo que sentía y cómo se sentía, le dijo a Santa que no era justo lo que pasaba, que todos los renos eran iguales y que no se los estaba tratando así, que Rodolfo era su preferido y que ése no era un buen ejemplo.
Santa escuchó pacientemente a su querido reno.
-No está bien que tengas esos sentimientos Comet. Estás equivocado si crees que para mí un reno es más importante que el otro, yo los amo a todos por igual. Somos un equipo y en un equipo cada quien tiene un rol o una posición y no importa si va adelante o atrás, todos son fundamentales. Sin uno, el equipo no funciona.
Comet escuchaba atentamente pero no muy convencido. Santa prosiguió:
-Es como en los deportes, cada uno es una pieza fundamental de un equipo que funciona precisamente por eso, por ser un equipo.
-No sé, no sé-decía Comet-¿Y por qué Rodolfo tiene una canción y todos los demás no? ¿Por qué su nariz roja es tan famosa? Si yo tuviese mi nariz roja sería tan famoso como él, pero no, soy un reno común y corriente.
-Comet ¿Qué importa que alguien le haya escrito una canción? ¿Qué más da si tu nariz es como la de cualquier reno? Todos somos únicos y especiales, más allá de canciones y narices. Piensa con el corazón y si así lo haces, te darás cuenta que todos son iguales para mí, que todos son exactamente igual de importantes en la tarea que llevamos cabo año tras año.
Sin embargo, a pesar de las palabras de Santa, Comet seguía teniendo ese feo sentimiento, su corazón se fue oscureciendo un poquito y tanto era su malestar que tomó una decisión.
La noche de Nochebuena, mientras todos se alistaban para salir a cumplir con la hermosa tarea de todos los años, Comet decidió que esa vez él se quedaría, que no tiraría del trineo.
_ ¿Queeeeeeeeeeeeé? ¿Cómoooooooooo? –Empezó a escucharse por todas partes.
El revuelo fue enorme. Nunca jamás había sucedido algo así. Santa intentó convencerlo de todas la maneras posibles, pero fue inútil.
-Vayan ustedes no más, no se sentirá para nada si yo estoy o no estoy-Dijo Comet-total va Rodolfo que es el reno más importante, con él ya tienen bastante.
Resignados y tristes decidieron emprender el viaje, esta vez con ocho renos tirando de trineo.
-Bueno vamos-Dijo Santa. Por más esfuerzo que hicieron, el trineo no se elevaba.
Los ocho renos, cada vez con más fuerza tiraban de él, pero no se movía. Los duendes se acercaron para ver si podían ayudar, los renos intercambiaron sus lugares pero tampoco, parecía que el trineo no quería moverse. Comet miraba lo que ocurría recostado sobre la nieve.
La preocupación y algo de desesperación comenzaron a apoderarse de los habitantes del Polo Norte. Los duendes mecánicos iban y venían buscando alguna falla en el trineo pero nada encontraban.
Todo parecía estar en orden con el trineo, pero lo cierto era que no se elevaba.
-¡La Navidad corre peligro!-gritaban algunos.
-¡Esto es el fin!-decían otros.
En medio del caos y la confusión, Rodolfo se dio cuenta de cuál era el problema: faltaba Comet para tirar del trineo.
-Sin ti no podremos-dijo Rodolfo.
-¡Ay por favor!-le contestó Comet-¡Contigo basta y sobra! ¿No eres el reno más famoso? Pues, por algo será, no creo que me necesites.
-Te confundes-respondió Rodolfo-todos te necesitamos, somos un equipo, si falta uno, es como si faltásemos todos. Es evidente que sin uno de nosotros el trineo de volará y se perderá la magia y la ilusión de la Navidad, los niños quedarán sin su regalo.
Comet miraba fijo a Rodolfo, el reno prosiguió:
-¿No lo entiendes? Todos y cada uno somos fundamentales en esta tarea. Lo que está ocurriendo te lo demuestra, el trineo no se mueve sin ti, como no se movería sin cualquiera de todos nosotros. Te ruego que vengas, los niños no merecen quedarse sin sus deseos cumplidos. No muy convencido,
Comet accedió y cuando se ubicó en el lugar donde siempre había estado para tirar del trineo y Santa dio la voz de partir, el trineo se elevó tan rápido como mágicamente.
La felicidad volvió a reflejarse en cada rostro de cada habitante del Polo Norte, Santa cantaba como nunca antes, los duendes bailaban y el resto de los renos sonreían como jamás lo habían hecho.
Todo esto ocurría mientras Comet comprendía lo que todos le habían dicho: eran un equipo, uno que trabajaba en conjunto y donde cada quien era fundamental. Se dio cuenta que poco importaba si Rodolfo