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El manantial de las doncellas

El manantial de las doncellas. Cuentos infantiles de sapos sugerido para niños a partir de 10 años.

Había una vez un manantial, donde las doncellas iban a lavar y peinar sus largos cabellos.

Los guerreros después de la batalla, hundían en sus aguas las armas que los habían hecho volver sanos y salvos.

Todos sin excepción volcaban sobre él las dudas, los miedos y sinsabores que en aquellos momentos acontecía en sus vidas.

Así se convirtió el manantial en un lugar donde las emociones iban a parar, alimentando el estanque al mismo tiempo crecía y crecía un pequeño sapo, que vivía en el fondo cenagoso donde todo era oscuridad.

Fue creciendo con las tristezas, la furia, la envidia y el miedo de aquellos que acertaban a pasar por allí.

Cuanto más rumiaban sus malos sentimientos y malas emociones, más grande y tenebroso se iba convirtiendo el animal.

Un día el sapo dijo a un guerrero que arrojaba su espada al agua:

-A partir de hoy todas las noches de luna llena, debes traerme una doncella que me acompañe hasta el amanecer. Si me desobedeces iré a la aldea y reclamaré a todos los niños y niñas. Los perderéis y no lo veréis nunca más.

El guerrero partió a decirle a su señor las pretensiones de aquel monstruo.

Se mandó a llamar a todas las doncellas, pero ninguna quería arriesgar su vida.

Las madres lloraban pensando en lo que les sucedería a sus hijos.

En los sótanos del castillo, Lucinda se encargaba de los fogones, y de acarrear el agua para que no faltara en la cocina.

Huérfana de padre y madre, apareció una mañana en un cesto de frutas hábilmente escondida.

La cocinera la crió entre cacharros y pucheros, y la alimentó con leche de cabra.

Lucinda creció con un corazón generoso, que le llevó a presentarse ante el rey, diciendo que devolvería todo el bien recibido.

Con lágrimas en los ojos fue enumerando uno a uno los niños y niñas que tan bien conocía, por haber sido compañeros de juegos, y el rey accedió.

Ordenó que fuesen a buscar al viejo druida que vivía en el robledal.

Y éste les dijo:

– El sapo crece con los malos sentimientos y malos pensamientos de la gente del lugar.

Le dio una sencilla receta para que el monstruo volviera a ser lo que fue, un pequeño renacuajo.

Debía contarle bellas historias llenas de buenas emociones, llenas de alegría, de esperanza, de amor.

Así noche tras noche, Lucinda se transformaba en una joven linda por dentro y por fuera.

El sapo hechizado por sus grandes ojos verdes, la escuchaba extasiado y se regocijaba cuando la doncella reía con sus ocurrencias.

Y sentía como día a día se iba encogiendo, pero no le importaba: No había sido nunca tan feliz.

Cada vez más y más pequeñito, hasta que dejó de ser un monstruo.

Entonces Lucinda lo cogió entre sus manos.

¡Estaba tan solo en aquella oscuridad!

Con amor lo depositó en el agua prometiéndole que iría por su voluntad, alguna que otra noche de luna llena para contarle bonitas historias y reírse con él.

Desde entonces los aldeanos saben que sus pensamientos, sentimientos y emociones tienen que reflejar lo mejor de ellos mismos.

Únicamente poniendo amor allí donde hay miedo, furia y rencor lograremos que nuestros pensamientos no se conviertan en monstruos y se instalen en nuestro interior.

Fin
Cuento sugerido para niños a partir de 10 años.

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