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El árbol y la señora. Llora triste, pues todo lo que ella hizo fue por su bien.

Por Estrella Cid Sánchez. Cuentos con valores

Nos ha pasado alguna vez que queremos que alguien sea como nosotros queremos y no como realmente es, o cambiar a alguien que es de una forma por otra que no es. Todos, en cierta forma, aprendemos y nos adaptamos, pero no nos convertimos en algo que nunca fuimos. El hermoso cuento «El árbol y la señora» de Estrella Cid Sánchez, una nueva escritora en EnCuentos, nos interpela sobre este tema. Es un cuento recomendado para personas de todas las edades.

«Así en este proceso de aprendizaje he ido escribiendo algunos relatos cortos que me ayudaban a asimilar las lecciones que nos da la vida, alguno de ellos los he subido a mis redes sociales pero tras escribir este último se me ocurrió que podía publicarlos, para así ayudar a otras personas a crecer, tomar conciencia en sus relaciones, a aprender a aceptar las cosas como son y a no sufrir por ello.»

Estrella Cid Sánchez

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El árbol y la señora

El árbol y la señora - Cuento con valores

Una apuesta señora compró una bonita casa con jardín.

En dicho jardín crecía un hermoso árbol, siempre había estado ahí, en el mismo borde del jardín junto a la valla, lucía robusto y singular, tenía una forma extraña pero sus ramas eras fuertes y sanas, daba una agradable sombra en verano y sus ramas silbaban al desnudarse con el viento del otoño. En primavera gustaba él de lucir alguna florecilla morada camuflada entre sus hojas.

Aunque la casa perteneció a diferentes dueñas, el árbol siempre se mantuvo sano en dicho lugar, era un árbol ejemplar, envidia de todos sus vecinos.

Pasaron el árbol y la señora unos cuantos años felices, disfrutando el uno del otro, ella leía todas las tardes al cobijo de su sombra, esa era su mayor afición, leer. Pero poco a poco todo cambió.

La señora leyó en sus libros que los árboles bonitos no han de ser tan altos y es mejor que ensanchen y de ese modo den mas sombra aun, así que un día cogió la cizalla de podar y le corto sus ramas superiores obligándole a ensanchar.

El árbol ensanchó y daba ahora el doble de sombra.

Seguían siendo felices juntos, la señora invitaba a muchos amigos y hacia fiestas a su vera. Todos comentaban lo bonita que era la casa y el jardín con ese árbol ahí.

Un día la señora vio en el jardín de otra vecina otro hermoso árbol, este echaba sus ramas desde mas arriba dándole un porte de sombrilla, daba una impresión de mas amplitud y señorío, así que al llegar a casa cogió la cizalla de podar y le cortó a su árbol todas sus ramas inferiores.

El árbol se sometía a los criterio de la señora pues creía que de este modo ella le querría aun mas, pero la señora ya no estaba muy contenta con su árbol, no tenía la anchura que ella había leído, ni el porte del árbol de su vecina.

Ahí siguieron viviendo, el uno al lado del otro, pero se notaba algo en el aire que no iba bien.

Ya no leía la señora ella sola junto a su tronco, ya no se columpiaba en sus ramas ni disfrutaban juntos de su soledad, ahora solo se arrimaba a él cuando venía visita, siempre acompañada, con amigos y con familia, pero nunca sola. Ninguno de los dos sabía muy bien lo que pasaba, en realidad nunca hablaron sobre ellos ni sus sentimientos, ella nunca estaba contenta, ella decidía y el árbol asentía.

La señora plantó ahora muchas otras flores y arbustos en su jardín para no sentirse sola.

Realmente estaba todo muy bonito, los arbustos florecían en primavera y los arriates con bellas plantas llenaban todo de color.

Sin embargo la fresca sombra que daba el árbol en verano se convirtió en un inconveniente pues le quitaba el sol a las flores, así que decidió podar también las ramas del árbol que daban sombra a dichas plantas.

El árbol estaba triste y débil, recordaba sus viejos tiempos de esplendor, cuando crecía libremente a su manera.

Las bellas hojas que caían meciéndose con el viento formando un mullido manto otoñal, se convirtieron en desagradables hojas muertas que había que rastrillar. Cogió de nuevo la cizalla y podó las ramas que mas hojas tenían para solucionar su problema.

Así el árbol pasó el invierno desnudo y enfermo, pero sus ganas de vivir y disfrutar del sol las guardaba en su interior desde siempre, soñaba con tener un día miles de florecillas moradas en su copa.

Al llegar la primavera el árbol, aun teniendo muchas ramas podadas, intentó brotar, unas débiles ramitas nuevas salieron en sus muñones, pero por detrás del tronco, junto al suelo, donde el árbol tocaba la valla del jardín brotó una rama que salía hacia fuera. La señora vio dicha rama, pero como salía fuera de su jardín no la hizo caso ni la podó, solo la toleró sin mas.

Varios años pasaron, soportándose el uno al otro, ya no existía la paz ni el cariño de antaño, pero juntos seguían siendo la envidia de todo el barrio. Ella le podaba con frecuencia y él protestaba todo lo que podía, no paraba de refunfuñar, de ese modo solo podía crecer con las pocas ramas que le dejaba la señora.

Sin embargo la joven rama trasera crecía ahora sana y vigorosa.

Cada día estaba mas hermosa, la mayoría de la sabia, impedida por los muñones, circulaba ahora por ella dándole fuerza y esplendor.

La señora veía asomar a la rama por detrás de su valla, no le preocupaba que creciera salvaje, esa no era su parcela ni su jardín, en su jardín todo crecía y florecía según ella dictaba.

Así pasaron primaveras, veranos, otoños e inviernos el uno a disgusto con el otro y viceversa.

La señora seguía leyendo sus libros a la sombra de la única rama de su árbol, pero siempre estaba molesta, pues con tan pocas hojas enseguida le daba el sol. Leía en dichos libros como debería de ser un árbol ejemplar, debe de lucir robusto y singular, con forma propia y con ramas fuertes y sanas. Su árbol no había sabido ser como a ella le gustaba, ya solo era un árbol mutilado con una sola rama, así que la señora comenzó a irse a leer fuera de su jardín, a la sombra de otros árboles cercanos.

Ese último otoño, cuando silbaban suavemente sus ramas con el viento, la señora decidió podar la última rama que le quedaba al árbol para eliminar tan desagradable pitido para sus oídos.

Al llegar la primavera el árbol no rebrotó, totalmente reprimido y cansado de podas incesantes decidió no mandar mas sabia a su viejo tronco, sabiendo que rama que echara, iba a ser tarde o temprano cortada, decidió mandar toda su sabia a la robusta rama trasera, la cual crecía con el mismo porte y fortaleza que el tronco original, con sus ramas retorcidas y salvajes, como era su manera de crecer, pero con una tersa corteza y unas ramas vigorosas que ahora daban una hermosa sombra fuera del jardín de la señora. Ahora todos los niños del barrio iban a jugar junto al árbol, se columpiaban y trepaban por sus ramas.

Un día la señora, con su cizalla de podar en la mano, se sentó en el suelo, frente al tronco de su viejo árbol, y lloró, lloró amargamente, recordaba su árbol, no era como el de sus libros, ni como los que la gente le dijeron que debía ser, pero era hermoso en su singularidad, diferente a los demás, siempre dispuesto a agradar a quien bajo sus ramas pasara.

Lloraba triste, pues todo lo que ella hizo fue por su bien.

No llegaba a entenderlo, si el árbol hubiera querido y hubiera respondido, como hacía en un principio, a la dirección que ella le marcaba, ahora sería un bello ejemplar como el de los demás y daría sombra donde ella quería, sin embargo el árbol había decidido morirse, que ingrato, que injusto ha sido, pensaba la señora.

Tras largo rato llorando, la señora subió su mirada al cielo y pudo ver un hermoso árbol justo al otro lado de la valla de su jardín, era bello y singular, lucía cubierto de pequeñas florecillas moradas entrelazadas entre sus hojas.

Hoy la señora busca desesperadamente algún árbol como el de sus libros para plantarlo en el lugar del otro y que dé la sombra en su jardín como a ella le gusta.

Fin.

El árbol y la señora es un cuento de la escritora Estrella Cid Sánchez © Todos los derechos reservados.

Sobre Estrella Cid Sánchez

Estrella Cid Sánchez - Escritora

«Mi nombre es Estrella Cid Sánchez, mujer transgénero, divorciada. Siempre he sido una persona aventurera, inquieta y solidaria con las causas injustas. Ingresé a los 16 años en el Ejército donde sigo trabajando desde hace casi 40 años.»

«Además de los valores castrenses aprendidos en mi juventud también valoro en gran medida la Tolerancia, la Empatía y el Respeto a los demás y a nuestro planeta.»

Estrella actualmente vive en Madrid y trabaja en un centro deportivo y sociocultural del Ejército de España al que no debe concurrir vestida de militar. Considera que este puesto de trabajo muy cercano al mundo civil ha contribuido a que su integración en las Fuerzas Armadas sea sencilla.

«Me casé con una gran ‘maestra’ que me dio lo mas bonito de este mundo, mi hija.»

«Tras mi doloroso divorcio he aprendido muchas cosas sobre la Aceptación de la realidad. Aceptar que todo es perfecto como es, pues si hubiera tenido que ser diferente, lo hubiera sido. No intentar cambiar a los demás sino corregir en mi los defectos que veo en ellos, sin hacer criticas ni juicios.»

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