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Dagoberto, Rigoberto y la libertad

Por Liana Castello. Cuentos sobre la libertad

Dagoberto, Rigoberto y la libertad es uno de los cuentos para pensar de la colección cuentos educativos de la escritora Liana Castello para niños a partir de diez años.

Dagoberto, Rigoberto y la libertad

En el reino donde los amigos vivían, como en tantos otros lugares del mundo, existía un zoológico. Ni siquiera de niño Dagoberto había querido visitarlo, jamás consideró que ir a ese lugar fuese un lindo paseo.

El corazón noble de Dagoberto sabía muy bien que todos los seres merecen vivir en libertad.

Sufría sabiendo que los animales vivían en jaulas, que habían sido sacados de su hábitat natural y que por más que los cuidasen y los alimentasen, les habían quitado algo demasiado valioso: su libertad.

Si bien él tenía una mascota, su amado gato Rigoberto, éste vivía en libertad pudiendo pasear por los jardines del palacio o por dónde quisiera, pero a la vez tenía un hogar, un plato de comida y una manta calentita, cosa que también necesitan algunos animales.

Cada vez que algo preocupaba a Dagoberto lo consultaba con su gato amigo.

-Me entristece pensar en todos los animales que están en el zoológico ¿a ti también verdad amigo?-preguntó.

-¡Imagina! Si te entristece a ti, cuánto más a mí que soy un animal y no me gustan las jaulas.

-¿Cómo ayudarlos? ¿Cómo liberarlos?-preguntó Dagoberto.

El gato miró a su amigo desconcertado, imaginó algo así como un rescate, ellos dos sacando a los animales casi por la fuerza, luchando con los guardias, corriendo desordenadamente, la justicia persiguiéndolos y varias cosas más.

Dagoberto lo miró y entendió que su gato no lo había entendido.

-Me refiero a hablar con el rey, convencerlo de que un zoológico no es una buena idea, que no le hace bien a nadie, que hay otras maneras de que los niños se entretengan.

-Y sobre todo que cada animal debe vivir en su hábitat natural, libre y feliz-agregó Rigoberto.

-No será fácil amigo, pero hay que intentarlo.

Juntos se dirigieron al palacio y hablaron con el rey. Para su sorpresa, su majestad estaba absolutamente de acuerdo con ellos.

-¿Pero entonces? –Preguntó Dagoberto- ¿Por qué hay un zoológico en el reino?

– He querido desarmarlo desde que asumí el trono. Ocurre que el zoológico lo construyeron los bisabuelos del consejero, siempre fue un negocio familiar y lo sigue siendo.

-¿Y entonces?-preguntaron los amigos.

-Entonces, cada vez que hemos puesto a consideración el tema del zoológico, el consejero encuentra algún argumento o excusa que hace imposible retirarlo del reino.

-Algo se debe poder hacer su majestad-dijo Dagoberto.

– ¿El consejero tiene caballos verdad? –preguntó Rigoberto.

El rey y Dagoberto asintieron con la cabeza.

-Caballos de raza, a quienes él ama mucho ¿verdad?

Ambos volvieron a decir que sí.

-Pues bien-continuó el gato- Démosle a probar de su propia medicina.

El Rey y Dagoberto escuchaban atentos a Rigoberto ansiosos de saber qué se le había ocurrido.

-¿Qué pasaría si esos caballos de pura raza que él tanto ama fueran a parar al zoológico? No creo que le gustase mucho ¿verdad?-Preguntó Rigoberto.

-¡Seguro que no!-contestó Dagoberto-¿Pero no enviaremos a los caballos al zoológico o sí?

– Será por unos pocos días. Veremos qué pasa cuando encierren a sus caballos, a ver si le gusta, tal vez de ese modo se ponga a pensar en lo que pueden sentir todos los otros animales. Si no reacciona como supongo, ya veremos qué hacemos, pero estoy seguro que dará resultado-afirmó el gato.

-No es mala idea-dijo el rey- hay personas que, desgraciadamente, entienden las cosas sólo cuando les pasan a ellos, que no saben ponerse en el lugar del otro ¿Cómo haremos entonces?

No fue difícil encontrar un forastero, alguien que nadie conociera en el reino para hacerse pasar por una autoridad internacional de zoológicos. El caballero, que mucho amaba a los animales, estaba dispuesto a hacerse pasar por quien no era y de ese modo, intentar salvar a todos los animalitos.

Con todo arreglado, el rey llamó al consejero y le presentó al caballero.

-Me han dicho que sus caballos son los mejores-dijo el caballero.

-¡Si claro no hay en el reino otros como ellos!-contestó orgulloso el consejero.

-Pues bien, siendo así, hemos decidido que formen parte del zoológico. No podemos dejar no tener caballos de pura raza, es necesario que los niños lo puedan ver, que todo el mundo los pueda admirar. Debo decirle que no podrá negarse, deberá ingresar a esos caballos cuanto antes al zoológico.

El consejero no se animó a desautorizar a una supuesta autoridad internacional y con mucha pena y el corazón encogido, llevó a sus caballos al zoológico y ahí los dejó.

-¿Y ahora?-preguntó el rey a los amigos.

-Ahora solo es cuestión de esperar un par de días-contestó el sabio gato.

Y así fue, porque Rigoberto realmente era un gato sabio. Al cabo de dos días, el consejero se presentó ante el rey.

-Su majestad, usted perdone, pero no puedo dejar a mi caballos encerrados en un zoológico, no es vida para ellos-sollozó el consejero.

-Ajá-contestó el rey- no es vida para sus caballos, entiendo ¿Y para todos los otros animales sí? ¿Por qué sus caballos deben vivir en libertad y felices y todos los demás animales no? ¿No merecen todos gozar de libertad?

El consejero no pudo contestar pues el rey tenía razón. No lo había entendido nunca así. Hizo falta que viese el encierro y el dolor en los ojos de sus propios caballos para entender el dolor que podían sentir los otros animales.

El zoológico no tardó en desarmarse. Todo el reino colaboró en tan hermosa tarea. Desde el palacio se comunicaron con cada país al que pertenecía cada animal y se hicieron los arreglos para que cada uno fuese llevado donde fuese libre y feliz.

Como no podía ser de otra manera, Dagoberto y Rigoberto fueron los que más ayudaron.

Condujeron en tren a muchos de los animales hacia el puerto donde un gran barco los llevaría a cada uno a su destino.

Fue un corto viaje que los amigos jamás olvidarían porque era, ni más ni menos que un viaje a la libertad, donde cada animalito volvía a su hogar después de mucho tiempo, a un hogar del que nunca debieron haber salido.

Fin.

Todos los derechos reservados por Liana Castello

Dagoberto, Rigoberto y la libertad es uno de los cuentos para pensar de la colección cuentos educativos de la escritora Liana Castello para niños a partir de diez años.

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