Por Ray Bradbury. Cuentos clásicos para adolescentes y adultos.
En un mundo al borde de su inminente final, una pregunta trascendental invade las mentes de todos: ¿Qué harías si supieras que esta es la última noche del mundo? Ante la incertidumbre y el presentimiento inquietante de un destino inevitable, un hombre y una mujer enfrentan juntos la realidad abrumadora que se avecina. Mientras las niñas juegan despreocupadas en un vestíbulo bañado por la cálida luz de las lámparas verdes, ellos se sumergen en una conversación cargada de temor y aceptación.
En medio del suave aroma del café tostado, el hombre revela un sueño compartido por todos: el presagio de un cierre definitivo. La angustia crece, y los protagonistas buscan respuestas en la aparente calma de sus vidas cotidianas. ¿Cómo afrontarán el fin del mundo, rodeados de una humanidad que se sumerge en la normalidad?
Mientras los minutos transcurren, los sentimientos se entrelazan en un delicado equilibrio entre la resignación y la esperanza, la pregunta persiste: ¿Merecemos este desenlace o es simplemente un capítulo inevitable en la historia de la humanidad? En esta última noche, el lector del cuento de Ray Bradbury se adentrará en un relato que cuestiona la esencia misma de nuestra existencia y la manera en que enfrentamos nuestra propia finitud.
"La última noche del mundo" es un cuento que puede ser disfrutado por lectores de diversas edades, especialmente adolescentes y adultos. Dada su temática existencial y reflexiva, el relato invita a explorar preguntas profundas sobre la vida, la mortalidad y la naturaleza humana. Su estilo introspectivo y emotivo puede resultar más significativo y conmovedor para aquellos que han adquirido cierta madurez emocional e intelectual.
La última noche del mundo
- ¿Qué harías si supieras que esta es la última noche del mundo?
- ¿Qué haría? ¿Lo dices en serio?
- Sí, en serio.
- No sé. No lo he pensado.
El hombre se sirvió un poco más de café. En el fondo del vestíbulo las niñas jugaban sobre la alfombra con unos cubos de madera, bajo la luz de las lámparas verdes. En el aire de la tarde había un suave y limpio olor a café tostado.
- Bueno, será mejor que empieces a pensarlo.
- ¡No lo dirás en serio!
El hombre asintió.
- ¿Una guerra?
El hombre sacudió la cabeza.
- No, ¿la bomba atómica, o la bomba de hidrógeno?
- No.
- ¿Una guerra bacteriológica?
- Nada de eso -dijo el hombre, revolviendo suavemente el café-. Solo, digamos, un libro que se cierra.
- Me parece que no entiendo.
- No. Y yo tampoco, realmente. Solo es un presentimiento. A veces me asusta. A veces no siento ningún miedo, y solo una cierta paz -miró a las niñas y los cabellos amarillos que brillaban a la luz de la lámpara-.
- No te lo he dicho. Ocurrió por vez primera hace cuatro noches.
- ¿Qué?
- Un sueño. Soñé que todo iba a terminar. Me lo decía una voz. Una voz irreconocible, pero una voz de todos modos. Y me decía que todo iba a detenerse en la Tierra. No pensé mucho en ese sueño al día siguiente, pero fui a la oficina y a media tarde sorprendí a Stan Willis mirando por la ventana, y le pregunté: "¿Qué piensas, Stan?", y él me dijo: "Tuve un sueño anoche". Antes de que me lo contara yo ya sabía qué sueño era ese.
- Podía habérselo dicho. Pero dejé que me lo contara.
- ¿Era el mismo sueño?
- Idéntico. Le dije a Stan que yo había soñado lo mismo. No pareció sorprenderse. Al contrario, se tranquilizó.
- Luego nos pusimos a pasear por la oficina, sin darnos cuenta. No concertamos nada. Nos pusimos a caminar, simplemente cada uno por su lado, y en todas partes vimos gentes con los ojos clavados en los escritorios o que se observaban las manos o que miraban la calle. Hablé con algunos. Stan hizo lo mismo.
- ¿Y todos habían soñado?
- Todos. El mismo sueño, exactamente.
- ¿Crees que será cierto?
- Sí, nunca estuve más seguro.
- ¿Y para cuándo terminará? El mundo, quiero decir.
- Para nosotros, en cierto momento de la noche. Y a medida que la noche vaya moviéndose alrededor del mundo, llegará el fin. Tardará veinticuatro horas.
Durante unos instantes no tocaron el café. Luego levantaron lentamente las tazas y bebieron mirándose a los ojos.
- ¿Merecemos esto? -preguntó la mujer.
- No se trata de merecerlo o no. Es así, simplemente. Tú misma no has tratado de negarlo. ¿Por qué?
- Creo tener una razón.
- ¿La que tenían todos en la oficina?
La mujer asintió.
- No quise decirte nada. Fue anoche. Y hoy las vecinas hablaban de eso entre ellas. Todas soñaron lo mismo. Pensé que era solo una coincidencia -la mujer levantó de la mesa el diario de la tarde-. Los periódicos no dicen nada.
- Todo el mundo lo sabe. No es necesario -el hombre se reclinó en su silla mirándola-. ¿Tienes miedo?
- No. Siempre pensé que tendría mucho miedo, pero no.
- ¿Dónde está ese instinto de autoconservación del que tanto se habla?
- No lo sé. Nadie se excita demasiado cuando todo es lógico. Y esto es lógico. De acuerdo con nuestras vidas, no podía pasar otra cosa.
- No hemos sido tan malos, ¿no es cierto?
- No, pero tampoco demasiado buenos. Me parece que es eso. No hemos sido casi nada, excepto nosotros mismos, mientras que casi todos los demás han sido muchas cosas, muchas cosas abominables.
En el vestíbulo las niñas se reían.
- Siempre pensé que cuando esto ocurriera la gente se pondría a gritar en las calles.
- Pues no. La gente no grita ante la realidad de las cosas.
- ¿Sabes?, te perderé a ti y a las chicas. Nunca me gustó la ciudad ni mi trabajo ni nada, excepto ustedes tres. No me faltará nada más. Salvo, quizás, los cambios de tiempo, y un vaso de agua helada cuando hace calor, y el sueño. ¿Cómo podemos estar aquí, sentados, hablando de este modo?
- No se puede hacer otra cosa.
- Claro, eso es; pues si no estaríamos haciéndolo. Me imagino que hoy, por primera vez en la historia del mundo, todos saben qué van a hacer de noche.
- Me pregunto, sin embargo, qué harán los otros, esta tarde, y durante las próximas horas.
- Ir al teatro, escuchar la radio, mirar la televisión, jugar a las cartas, acostar a los niños, acostarse. Como siempre.
- En cierto modo, podemos estar orgullosos de eso… como siempre.
El hombre permaneció inmóvil durante un rato y al fin se sirvió otro café.
- ¿Por qué crees que será esta noche?
- Porque sí.
- ¿Por qué no alguna otra noche del siglo pasado, o de hace cinco siglos o diez?
- Quizá porque nunca fue 19 de octubre de 2069, y ahora sí. Quizá porque esa fecha significa más que ninguna otra. Quizá porque este año las cosas son como son, en todo el mundo, y por eso es el fin.
- Hay bombarderos que esta noche estarán cumpliendo su vuelo de ida y vuelta a través del océano y que nunca llegarán a tierra.
- Eso también lo explica, en parte.
- Bueno -dijo el hombre incorporándose-, ¿qué hacemos ahora? ¿Lavamos los platos?
Lavaron los platos, y los apilaron con un cuidado especial. A las ocho y media acostaron a las niñas y les dieron el beso de buenas noches y apagaron las luces del cuarto y entornaron la puerta.
- No sé… -dijo el marido al salir del dormitorio, mirando hacia atrás, con la pipa entre los labios.
- ¿Qué?
- ¿Cerraremos la puerta del todo, o la dejaremos así, entornada, para que entre un poco de luz?
- ¿Lo sabrán también las chicas?
- No, naturalmente que no.
El hombre y la mujer se sentaron y leyeron los periódicos y hablaron y escucharon un poco de música, y luego observaron, juntos, las brasas de la chimenea mientras el reloj daba las diez y media y las once y las once y media. Pensaron en las otras gentes del mundo, que también habían pasado la velada cada uno a su modo.
- Bueno -dijo el hombre al fin.
Besó a su mujer durante un rato.
- Nos hemos llevado bien, después de todo -dijo la mujer.
- ¿Tienes ganas de llorar? -le preguntó el hombre.
- Creo que no.
Recorrieron la casa y apagaron las luces y entraron en el dormitorio. Se desvistieron en la fresca oscuridad de la noche y retiraron las colchas.
- Las sábanas son tan limpias y frescas…
- Estoy cansada.
- Todos estamos cansados.
Se metieron en la cama.
- Un momento -dijo la mujer.
El hombre oyó que su mujer se levantaba y entraba en la cocina. Un momento después estaba de vuelta.
- Me había olvidado de cerrar los grifos.
Había ahí algo tan cómico que el hombre tuvo que reírse.
La mujer también se rió. Sí, lo que había hecho era cómico de veras. Al fin dejaron de reírse, y se tendieron inmóviles en el fresco lecho nocturno, tomados de la mano y con las cabezas muy juntas.
- Buenas noches -dijo el hombre después de un rato.
- Buenas noches -dijo la mujer.
Fin.
La última noche del mundo es un cuento del escritor Ray Bradbury © Todos los derechos reservados.
"La última noche del mundo" en le relato de Rodo Barone
Sobre Ray Bradbury
Ray Bradbury, cuyo nombre completo era Ray Douglas Bradbury, fue un reconocido escritor estadounidense de ciencia ficción y fantasía. Nació el 22 de agosto de 1920 en Waukegan, Illinois. Bradbury se interesó por la escritura desde una edad temprana y comenzó a desarrollar su talento literario en su juventud.
En su adolescencia, Bradbury se convirtió en un ávido lector y frecuentaba la biblioteca local de su ciudad natal, lo que influyó en su amor por la literatura y la escritura. Aunque no asistió a la universidad, Bradbury se educó de manera autodidacta y consideraba la lectura como una forma fundamental de aprendizaje.
En la década de 1940, Bradbury comenzó a escribir historias cortas de ciencia ficción y fantasía, las cuales fueron publicadas en revistas populares de la época. Su primer libro, "Dark Carnival", fue publicado en 1947, y le siguió su aclamada colección de relatos "Crónicas marcianas" en 1950. Estas obras establecieron a Bradbury como un talentoso autor y le otorgaron reconocimiento en el ámbito literario.
A lo largo de su carrera, Bradbury exploró temas como la tecnología, la naturaleza humana, la censura y el poder destructivo de la guerra. Sus obras más conocidas incluyen "Fahrenheit 451" (1953), una novela distópica sobre una sociedad en la que los libros son prohibidos y quemados, y "El vino del estío" (1957), una historia semi-autobiográfica que evoca la infancia y la imaginación.
Ray Bradbury recibió numerosos premios y reconocimientos a lo largo de su vida, incluyendo la Medalla Nacional de las Artes de los Estados Unidos y un premio Pulitzer especial por su contribución a la literatura. Además de su trabajo como escritor, Bradbury incursionó en otros medios, como el cine y la televisión, y adaptó varias de sus propias historias para estos formatos.
Ray Bradbury falleció el 5 de junio de 2012 en Los Ángeles, California, dejando un legado literario duradero y siendo considerado uno de los escritores más influyentes en el género de la ciencia ficción y la fantasía. Sus obras continúan siendo leídas y admiradas por lectores de todo el mundo, y su estilo imaginativo y provocador sigue siendo una fuente de inspiración para futuros escritores.
Libros de Ray Bradbury
A continuación, una lista de los cinco libros más vendidos y más populares de Ray Bradbury:
#1 Fahrenheit 451 (Fahrenheit 451): Publicado en 1953, esta novela distópica se desarrolla en un futuro donde los libros están prohibidos y son quemados por los bomberos. El protagonista, Guy Montag, es un bombero que comienza a cuestionar su trabajo y se rebela contra la opresiva sociedad en la que vive.
#2 Crónicas marcianas (The Martian Chronicles): Esta colección de relatos, publicada en 1950, narra la colonización y exploración de Marte por parte de los seres humanos. A través de estos relatos interconectados, Bradbury reflexiona sobre la relación entre la humanidad y el universo, y examina temas como la soledad, la colonización y la decadencia de la civilización.
#3 El vino del estío (Dandelion Wine): Ambientada en una pequeña ciudad de Illinois en la década de 1920, esta novela semiautobiográfica, publicada en 1957, captura la magia y la nostalgia de la infancia. A través de las experiencias del joven Douglas Spaulding durante un verano memorable, Bradbury explora temas de crecimiento, la fugacidad del tiempo y la importancia de disfrutar los pequeños placeres de la vida.
#4 Zen en el arte de escribir (Zen in the Art of Writing): En este libro de ensayos publicado en 1990, Bradbury comparte su filosofía y su amor por la escritura. Explora sus propias técnicas y métodos creativos, así como sus reflexiones sobre la imaginación, la pasión y el proceso de convertirse en escritor. Es una obra inspiradora y llena de consejos prácticos para aquellos que buscan cultivar su propia voz literaria.
#5 Something Wicked This Way Comes: Publicada en 1962, esta novela mezcla elementos de fantasía y terror. La historia sigue a dos jóvenes, Jim Nightshade y Will Halloway, mientras luchan contra un carnaval malévolo y su misterioso líder, el Señor Oscuro. Bradbury explora temas como el paso del tiempo, la tentación y el poder de la imaginación en esta cautivadora y oscura obra.
Estos cinco libros representan algunas de las obras más conocidas y populares de Ray Bradbury, y cada uno de ellos ofrece una perspectiva única y fascinante sobre su mundo imaginativo y su estilo literario distintivo.
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