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El vuelo del cenzontle. Ese día, por unos instantes, Sahad sintió que ella también volaba.

Por Luis Antonio Rincón García. Ilustración: Claudia Esquinca. Cuentos educativos para los más pequeños

El vuelo del cenzontle es un maravilloso cuento educativo para niños y niñas que tienen que aprender lo importante que es la libertad y el respeto por los otros seres que comparten este bello planeta con nosotros. Según el relato del autor, Luis Antonio Rincón García:

«Es uno de los recuerdos preferidos de Sahad, pues en esa ocasión ella aprendió la importancia de la libertad, del respeto a los demás y del enorme poder que te da la imaginación».

Y para regalarnos esta hermosa enseñanza, a recurrido al cenzontle, que es un ave que aparece mucho en leyendas y mitos de las culturas prehispánicas de la zona en donde hoy se encuentra México.

¿Qué es el Cenzontle?

¿Qué es el cenzontle?

El cenzontle común (en algunos países se lo conoce como ruiseñor) es una especie de ave de pequeño tamaño, alas bien desarrolladas y patas provistas de cuatro dedos, tres dirigidos hacia delante y el pulgar hacia atrás. Es nativa de América del Norte, América Central y el Caribe. Los adultos son grises en la parte superior del cuerpo, con ojos de un color amarillo pálido y pico negro con mínima curvatura. La cola es de color oscuro con los bordes blancos, y las patas largas y negras. Las alas muestran finas líneas blancas, y durante el vuelo dejan ver manchas blancas que tienen en las alas, y dos franjas blancas longitudinales en la cola.
Comen insectos y bayas, y mientras lo hacen suelen extender las alas en un movimiento de dos etapas para mostrar sus manchas blancas, lo que sirve como una exhibición territorial.
Construyen nidos de ramas en arbustos o árboles de gran follaje, y los defienden agresivamente cuando son atacados por otras aves o animales. Cuando un depredador es muy persistente, los cenzontles realizan una llamada distintiva que reúne a otras aves de esta misma especie para atacar todos juntos al agresor.
En general, los cenzontles son residentes permanentes. Sin embargo, los que viven al norte suelen emigrar al sur durante la época de clima más difícil.

¿Cómo canta el Cenzontle?

La palabra «Cenzontle» deriva del náhuatl «centzontototl«, que significa «ave de las 400 voces«. Esto es debido a que los antiguos indígenas mexicanos se dieron cuenta que los cenzontles, en especial los machos experimentados, pueden emitir hasta 200 cantos diferentes, además de imitar sonidos de otras aves, de animales e incluso ruidos de maquinas.

El canto del Cenzontle

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El vuelo del cenzontle

El vuelo del cenzontle - Cuento
Ilustración de Claudia Esquinca

A orillas del Bosque de los Sueños, en frente del río Azul, y debajo de un árbol de mango, vive mi amiga Sahad Sonrisas Tiernas, una niña de seis años que tiene por afición coleccionar bellos recuerdos.

La aventura que les voy a contar, es uno de los recuerdos preferidos de Sahad, pues en esa ocasión ella aprendió la importancia de la libertad, del respeto a los demás y del enorme poder que te da la imaginación.

Todo empezó una tarde de mayo, cuando después de llover Sahad salió de su casa para caminar sobre la hierba húmeda, sentir el aire fresco de la tarde y buscar en la tierra algunos mangos que por la lluvia hubieran caído de los árboles.

Esa tarde especial, le llamó la atención la fuerza de la corriente del río.

Sahad recorrió la orilla y casi sin notarlo se adentró unos metros en el bosque. Iba recordando lo que su abuelo le había enseñado, él le explicó cómo el agua se evapora, forma nubes, y después llueve sobre la montaña para convertirse en un río, y así recorre miles de kilómetros hasta llegar al mar.

Tan concentrada estaba en sus pensamientos, que tardó en darse cuenta del angustioso revolotear de unos pájaros alrededor de un pequeño arbusto.

Sin hacer ruido se acercó a ellos y de inmediato los reconoció. Era una pareja de cenzontles. Los conocía porque su abuelo se los había enseñado más de una vez, cuando cantaban en las mañanas, parados sobre las ramas del árbol de mango que da sombra a la casa de Sahad.

Agachadita y casi sin moverse estuvo observándolos un rato escondida atrás de un árbol. Vio cómo uno de los cenzontles bajaba hacia el arbusto dando aletazos veloces y fuertes, mientras el otro se paraba sobre una rama y entonaba un canto desconsolado, y luego cambiaban de lugar, el que estaba en la rama bajaba y el que volaba subía a posarse sobre el árbol a cantar.

Sahad descubrió sobre la rama, muy cerca del tronco, un nido con un solo polluelo, y otro polluelo, tal vez derribado por la fuerza de la lluvia, estaba maltrecho en la base del arbusto. Decidida salió de su escondite, tomó al polluelo derribado entre sus manos e intentó colocarlo en su nido.

Fue imposible. El árbol era muy alto y por más que la niña estiraba sus bracitos no pudo alcanzar el nido, y cuantas veces intentó trepar por el tronco se resbaló sin lograr su propósito.

Pensó en dejar al polluelo donde lo encontró.

Entonces, imaginó qué ocurriría si pasaba por ahí un zorro, un tlacuache o un gato. Así que decidió llevarlo a su casa y aunque le explicó sus razones a los papás cenzontles, ellos no entendieron lo que les dijo, y mientras mamá cenzontle se quedó a cuidar al polluelo del nido, papá cenzontle siguió a Sahad cantando desesperado. El ave volvió al bosque sólo después de que la niña se metió a su casa y cerró la puerta.

Sahad colocó al pequeño cenzontle en una jaula, y en la tierra le buscó algunos gusanitos para darle de comer. En la noche se lo enseñó a su abuelo como si se tratara de un tesoro. El anciano tomó la jaula, observó al polluelo y le explicó a Sahad que en un par de días estaría listo para poder volar.

A la mañana siguiente Sahad despertó por el canto de unos cenzontles afuera de su casa. Eran los papás del polluelo, que a través de una ventana habían descubierto a su hijo y se acercaron a cantarle que ellos estaban cerca y no lo habían olvidado. Sahad los ahuyentó, cerró las cortinas y se volvió a dormir.

El día pasó sin que Sahad volviera ver a los papás cenzontles, sin embargo, a la mañana siguiente la despertaron con su canto y su abuelo la llamó para liberar al polluelo, pero Sahad se opuso.

– «El cenzontle es mío,» -le dijo-, «y conmigo se va a quedar».

Polluelo de Cenzontle
Imagen de Jaime Robles

– «Sahad, le contestó el abuelo, el cenzontle no es tuyo. Tuvo la suerte de que lo encontraras y tal vez gracias a ti está vivo. Ahora escucha cómo lloran sus papás, están pidiendo que lo dejes ir. Recuerda que los cenzontles son aves que nacieron para ser libres».

– «Lo siento abuelito, ya lo pensé y conmigo se va a quedar», -respondió la niña.

Sin embargo, el resto de la tarde estuvo reflexionando sobre el cenzontle.

Pensó en otras aves que estarían en el cielo volando juntas, recordó a los padres que lloraban por su hijo y observó al pequeño cenzontle abatido por estar encerrado. Además, no había querido comer en todo el día.

Salió de su casa con la jaula en las manos y cuando ya estaba por abrir la puerta para liberar al pequeño cenzontle, se arrepintió. Se había encariñado con él y no pensaba dejarlo ir porque le dolería, y ella, la de las lindas sonrisas, no quería estar triste.

Después de cenar la niña se lavó los dientes, se despidió de sus padres, le dio un beso a su abuelo, tapó con una manta la jaula del cenzontle y se fue a dormir.

Esa noche Sahad soñó que tenía alas. Eran unas alas doradas que nacían en su espalda y atravesaban su camisón blanco. Gracias a ellas pudo volar y mezclarse entre las parvadas de aves que la veían contentas y sorprendidas de encontrarse con una niña volando.

Sahad subió hasta lo más alto del cielo, tocó las nubes con sus pies y desde arriba contempló feliz su casa, su escuela, a sus amigos y a sus padres, y vio también a su abuelo, que le extendía los brazos para abrazarla.

Sahad bajó veloz, voló sobre ellos y los invitó a volar.

Le respondieron que no podían porque no tenían alas. La niña se distrajo con el canto de un cenzontle atrapado en una casa, posó sus pies en la tierra, caminó buscando al pájaro y lo descubrió a través de una ventana. Quiso volar hacia él, pero en ese momento, sus alas desaparecieron.

Sahad lloró desconsolada porque ya no tenía alas para seguir volando y sus amigas aves seguirían allá arriba, mientras ella tendría que estar todo el tiempo en tierra. Desesperada les preguntó a sus padres si no habían visto sus alas, le respondieron que no y su abuelo la ayudó a buscarlas, y le decía que no las encontraba por ningún lado. En ese momento Sahad despertó.

Lloraba de verdad, y siguió llorando un rato pensando en que le hubiera gustado nacer con alas para poder volar. Era de madrugada y los papás del cenzontle ya estaban en la ventaba, cantando con fuerza para que los escuchara su hijo atrapado adentro de la casa.

Sahad tomó la jaula, con cuidado sacó al joven cenzontle, abrió la ventana de su casa y lo dejó volar.

Cenzontle volando
El vuelo del cenzontle – Imagen de Jaime Robles

Esa tarde volvió a llover.

En cuanto paró la lluvia, Sahad tomó su capa de terciopelo blanco, y fue a buscar otros pajaritos que hubieran caído de su nido por la fuerza del viento para cuidarlos mientras se recuperaban y crecían.

Al verla caminar en el bosque la familia de cenzontles la reconoció, le dio la bienvenida y volaron alrededor de ella cantando sus mejores melodías. Sahad estiró su capa y corrió siguiéndolos, y jugó a ser cenzontle, y cantó, y rio contenta, porque ese día, por unos instantes, sintió que ella también volaba.

Fin.

El vuelo del cenzontle es un cuento del escritor Luis Antonio Rincón García © Todos los derechos reservados.

Sobre Luis Antonio Rincón García

Luis Antonio Rincón García - Escritor

Luis Antonio Rincón García nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 19 de julio de 1973. Guionista y narrador. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de las Américas – Puebla; estudió un posgrado en Desarrollo Local y Economía Social por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede Argentina.

Maestro en Planificación y Gestión de Procesos Comunicacionales por la Universidad de la Plata, en Argentina. Es escritor de cuentos y novelas dirigidas al público adulto, así como infantil y juvenil. Guionista de los programas infantiles La Vaca Napux, Viva la pelota, Cuentos para-chicos y chiapanecas, La nueva ERA de los niños y ¡Vientos! Noticias que vuelan, y de cómics como El Bosque Mágico y Los Guardianes de la Niebla.

Parte de su obra se encuentra en las antologías Sancristorias, ficcionario ilustrado de San Cristóbal de las magias, Chiapas (Caracolillo / Biblioteca Chiapas), El cuento en Chiapas 1913-2018 (Presencias / SC / Coneculta Chiapas, 2017) y La novela en Chiapas (Presencias / SC / Coneculta Chiapas, 2018).

Los premios de Luis Antonio Rincón García

  • Ganador del Concurso Internacional de Cuentos Cortos Para niños, organizado por la Asociación Mundial de Educadores Infantiles, en 2009, por el cuento Itzelina y los rayos del sol.
  • Premio Nacional de Novela Ignacio Manuel Altamirano 2009 por Con la sombra prestada.
  • Ganador del XXVII Concurso Literario de Prosa Timón de Oro por el cuento Embravecido, en 2013.
  • Primer premio del 2° Concurso de Cuento Porrúa, Rincones Mágicos de México, por el cuento El salto de los duendes, en 2014.
  • Ganador del Concurso Internacional Invenciones de Narrativa Infantil y Juvenil 2015 por la novela Perseo TS.
  • XIII Premio Binacional Valladolid a las Letras 2016, por Ábrase en noches de tormenta.
  • Premio Bellas Artes de Obra de Teatro para Niñas, Niños y Jóvenes Perla Szuchmacher 2019, por Tras la pista de Azul.
  • Premio Nacional de Novela Juvenil FENAL-Norma 2020, por El sueño del cóndor, uno de los premios más importantes de novela juvenil que hay en México.
  • En 2019, el H. Ayuntamiento Constitucional de Tuxtla Gutiérrez le otorgó un reconocimiento por su obra literaria.

Otro cuento de Luis Antonio Rincón García

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