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El príncipe Jalma. Cuentos infantiles de príncipes.

El príncipe Jalma es un de los cuentos infantiles de príncipes para niños. Cuentos infantiles para niños sugeridos para todas las edades.

Había un viejo que tenía una hija muy hermosa. Él era
muy ignorante y no sabía lo que era ni oro ni plata. Todos
los días iba el viejo al bosque a cortar leña. Llevaba la leña a
la ciudad y la cambiaba por comida para su mujer y su hija.
Un día estaba cortando el tronco de un árbol grande y oyó
lamentos adentro. Luego salió un negro muy feo y le dijo:

–Me has herido y morirás por esto.

El viejo se excusó, diciendo:

–Señor, perdóneme Vd. Soy muy pobre y vengo a
buscar leña para mantener a mi mujer y a mi hija.

–¿Y es hermosa tu hija?–dijo el negro.

–¡Oh! sí, señor–dijo el viejo;–y mucho.

–Pues bien–le dijo el negro,–yo te perdono la vida
si me das tu hija por esposa; y si no, morirás. Dentro de
ocho días te presentarás aquí con la contestación. Si la
niña quiere o no quiere, debes venir para decírmelo. Y ahora
abre el tronco de este árbol y hallarás mucho oro. Puedes
llevarlo a tu mujer y a tu hija.

El viejo cortó el árbol y adentro halló mucho oro. Cargó
su burro con el oro y se fue a casa. Cuando llegó, su mujer y
su hija le preguntaron porqué venía tan tarde. Él les explicó
el caso y la niña dijo que consentiría en casarse con el negro
para salvar a su padre. Entonces les dió todo el oro que
traía. Nunca habían visto monedas de oro y no sabían que
era dinero.

–¿Qué es esto?–dijeron ellas.–¿Qué medallas son
éstas tan bonitas?

–Será bueno venderlas en la ciudad, padre, si es posible,–dijo
la niña.

El viejo se fue a la ciudad llevando su oro. Quería venderlo,
pero le dijeron que eran monedas de oro y que con ellas
podía comprar muchas cosas. Él compró comida y vestidos
para su familia y volvió muy contento a casa.

Al cabo de los ocho días, tomó el viejo su hacha y su burro y
se fue al bosque. Dió algunos golpes al tronco del árbol y
salió el mismo negro.

–¿Qué contestación me traes?–le dijo éste.

–Mi hija consiente en casarse contigo–le dijo.

–Bien–dijo el negro;–pero hay una condición y es que
las bodas se celebren a oscuras y que ella nunca trate de verme,
mientras yo no lo diga.

El viejo le dijo que así sería.

–Carga tu burro con todo el oro que quieras–dijo el
negro–y compra todo lo que creas necesario para las bodas.
Me casaré con tu hija en ocho días desde hoy.

El viejo cargó su burro de oro otra vez y volvió a casa.
La hija salió a encontrarle. Él le dijo todo y ella consintió en
todo lo que su novio quería.

Al cabo de los ocho días se celebraron las bodas a oscuras.
La niña vivió muy feliz. El novio salía muy temprano cada
mañana y volvía por la noche.

Un día vino una vecina vieja a visitarla. Le preguntó si era
feliz en su matrimonio. Ella le dijo que era muy feliz y que
estaba muy contenta. Después le preguntó la vieja como era
su marido, si era joven o viejo, feo o hermoso. Ella dijo que
no sabía porque nunca le había visto.

–¡Cómo!–dijo la vieja.–¿Te has casado y no conoces
a tu marido? Esto no es posible.

–Sí–dijo ella;–pues así lo pedía antes de casarse.

–Niña–dijo la vieja.–¿cómo sabes si tu marido es un
perro o si es Satanás? Es necesario verle. Toma este fósforo;
cuando tu marido duerma, enciende el fósforo, y le
verás.

La niña lo hizo así. Cuando llegó la media noche, encendió
el fósforo y miró a su marido. Vio que era muy hermoso.
Olvidó el fósforo y un pedazo cayó en la cara de su marido.
Entonces él despertó y dijo:

–¡Ingrata, no has tenido palabra! Has de saber que soy
un príncipe encantado. Yo soy el príncipe Jalma. Estaba a
punto de salir de mi encantamiento pero ahora es imposible
por mucho tiempo. Si quieres volver a verme, tienes que
gastar zapatos de hierro hasta que me encuentres. Tienes
que buscarme por toda la tierra.

El príncipe desapareció. La niña empezó a llorar y sintió
haber seguido los consejos de la vieja. Cuando vino ésta al
día siguiente, dijo a la niña:

–¿Has visto a tu marido?

–Sí–le contestó,–y lo siento muchísimo. Era un
príncipe encantado y ahora nunca volveré a verle.

Se fue a la ciudad, compró zapatos de hierro y salió a
buscar a su marido. Visitó muchas ciudades preguntando por
el príncipe Jalma, pero ninguno le conocía. Cuando llegó
al fin del mundo vio a la madre del viento del Norte y la
saludó.

–¿Cómo le va, buena señora?

–Bien, hija,–le dijo;–¿qué haces aquí, cuando ni los
pájaros llegan a estos lugares? Mi hijo te comerá.

–Señora–le dijo la niña,–vengo en busca de mi marido,
del príncipe Jalma. Tengo que gastar zapatos de hierro
hasta que le encuentre.

–Yo no le conozco, hija,–dijo la madre del Norte,–pero
es probable que mi hijo le conozca. Te esconderé
debajo de esta olla. Cuando llegue le preguntaré.

Cuando llegó el viento, gritó:

–¡Hu-u-u-u! a carne humana huele aquí!

–¿Qué carne humana vendría aquí, hijo,–dijo la madre,–cuando
ni los pájaros llegan a estos lugares?

Pero él siguió gritando:

–¡Hu-u-u-u! a carne humana huele aquí!

Su madre puso la mesa, y después que hubo comido, le dijo:

–Tengo que pedirte un favor. ¿Quieres concedérmelo?

–Hable Vd. señora–le dijo.

–Has de saber que hay aquí una niña en busca de
su marido, el príncipe Jalma. ¿Sabes donde está? ¿Le
conoces?

–Que salga la niña–dijo el Norte.

La niña salió y preguntó por su marido.

–Yo no conozco a tu marido–dijo el Norte,–pero yo
creo que mi amigo el Sur puede conocerle. Te llevaré allí
si quieres.

La niña dijo que quería ir con él y la madre del Norte le
regaló una gallina de oro y trigo de oro para vender en caso
de necesidad.

El Norte la tomó en brazos y la llevó al otro fin del mundo.
Allí vio a la madre del Sur y ésta le dijo:

–¿Qué haces aquí, hija, cuando ni los pájaros llegan a
estos lugares? Mi hijo te comerá.

–Vengo en busca de mi marido, del príncipe Jalma. ¿No
le conoce Vd. señora? El Norte, que me trajo, dijo que pudieran
Vds. darme noticias de él.

–Yo no le conozco, hija; pero es probable que mi hijo le
conozca. La madre del Sur la escondió debajo de una olla y
pronto se oyó un gran ruido y llegó el Sur.

–¡Hu-u-u-u! a carne humana huele aquí!

–¿Qué carne humana puede venir aquí cuando ni los
pájaros del cielo llegan a estos lugares? Siéntate a comer y
hablaremos.

Después que hubo comido le dijo su madre:

–Quiero pedirte un favor, si me lo concedes.

–Hable Vd., señora, y se lo concederé–contestó él.

–Ha venido aquí una niña en busca de su marido, el
príncipe Jalma. ¿Tú le conoces?

La niña salió y el Sur le dijo:

–No le conozco; pero te llevaré a mi amigo el Oriente y es
muy probable que le conozca.

La madre del Sur dió a la niña una cruz de oro y el Sur la
llevó al Oriente. Éste tampoco conocía al príncipe Jalma
y ofreció llevarla a su amigo el Poniente. La madre del
Oriente le regaló un peine de oro para vender en caso de
necesidad.

Cuando el Oriente llegó con la niña, encontraron a la
madre del Poniente. Ella recibió a la niña con gran asombro
y cariño. La niña hizo las mismas preguntas y la madre
contestó:

–Mi hijo le conocerá.

Entonces la escondió debajo de la olla.

Cuando llegó el Poniente, estaba muy enojado pero después
que hubo comido, la madre sacó la niña y preguntó
por el príncipe Jalma.

–Sí–le dijo,–le conozco, y sé donde está; te llevaré
allá. Vive preso en un palacio con una vieja bruja y su hija.
La hija quiere casarse con él. Nadie puede verle y él no
puede ver a nadie. Duerme bajo siete llaves.

La madre del Poniente dió a la niña una taza de oro para
vender en caso de necesidad.

Al fin llegó la niña al palacio y supo que dentro de cuatro
días se casaría el príncipe con la hija de la bruja. Ella se
sentó en el jardín, y trató de hacerse pasar por una tonta.
Con este motivo se lavaba la cara con barro y hacía otras
muchas tonterías. Sacó la gallina de oro y le dió el trigo.
Los sirvientes del palacio refirieron esto a su señorita que vino
a verlo. Luego le dijo:

–Dame la gallina de oro.

–No–dijo ella.

–Véndemela entonces. ¿Qué quieres por ella?

–Si me dejas dormir en el cuarto del príncipe, te daré la
gallina.

–Bien–dijo ella;–dormirás allí.

Abrieron las siete llaves y la niña entró en el cuarto del
príncipe; pero antes echaron algo en el vino del príncipe para
hacerle dormir. Así la niña le encontró profundamente dormido.
Fué a su cama, le sacudió y le dijo:

–Príncipe, despierta, yo soy tu esposa. He gastado los
zapatos de hierro según me has pedido. Ahora te he encontrado;
pero si no me reconoces te casarán con otra.

Pero él no despertó y al día siguiente la sacaron de allí y
ella se fue otra vez al jardín. Sacó su peine de oro y se peinó.
Salió la hija de la bruja y lo compró bajo las mismas condiciones;
pero la misma cosa sucedió con el príncipe. Al tercer
día sacó ella la cruz de oro, y la hija de la bruja la compró,
pero la niña no podía despertar a su marido.

El cuarto día la niña sacó la taza de oro y la hija de la
bruja la compró bajo las mismas condiciones. Pero el príncipe
había empezado a sospechar algo y cuando le dieron el
vino, no lo bebió. La niña entró en el cuarto y empezó de
nuevo sus lamentaciones. Le dijo:

–Si no me reconoces esta noche soy perdida para siempre.
No tengo otra cosa con que pagar mi entrada al cuarto. La
hija de la bruja tiene la gallina de oro y el trigo de oro y el peine
de oro, y la cruz de oro y la taza de oro. Además te casarán
con ella mañana.

En este momento despertó el príncipe, le dió un abrazo y le
dijo:

–¡Ninguna ha de ser mi esposa sino tú!

Al día siguiente celebró nuevas bodas con su esposa, y
mandó quemar a la bruja y a su hija.

El príncipe Jalma es un de los cuentos infantiles de príncipes para niños. Cuentos infantiles para niños sugeridos para todas las edades.

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