¿Qué regalarle a un niño en esta Navidad? El juego y los juguetes. Lic. Marisa Russomando, Psicóloga.
El tiempo que pasan en familia en el hogar no sólo es importante, además es un momento precioso que enriquece tanto al bebé o niño, como a los adultos que lo compartan con él.
El juego suele ser el motivo perfecto para que esto suceda, para reunirse en familia o disfrutar de un encuentro de a dos: el bebé con la mamá o el papá. ¡A jugar! El juego es esencial para el desarrollo físico y mental del niño, y nada lo hará más feliz que jugar y recibir al mismo tiempo la atención exclusiva de sus padres.
Los padres son también compañeros de juegos de sus hijos y esto es así especialmente el primer año de vida, cuando el bebé no suele tener demasiadas oportunidades para relacionarse con otros niños. Cada juego que compartan con él será mágico y cada elección valdrá la pena.
El tiempo que dediquen a los juegos, por sencillos que sean, servirá para que tu hijo desarrolle sus capacidades y por sobre todo, favorecerá el vínculo entre ustedes y el aprendizaje de procurarse actividades placenteras. Para el bebé el juego es su actividad de tiempo completo y esto demanda una gran energía y mucha atención, para él todo es nuevo, inquietante...a descubrir.
Por medio del juego, el bebé investiga el mundo...es emocionante ser su compañero en esta aventura, lo estimula, es su única manera de aprender y en consecuencia es una parte integral de su desarrollo físico y mental, ya que ofrece al niño la posibilidad de experiencias que responden a distintas necesidades según la etapa del desarrollo que se encuentre transitando.
Al jugar, proyecta desde su interior a la realidad externa angustias y miedos propios de su edad, permitiéndole de esta manera elaborarlos mediante una situación del orden del "como si". Es así que frente a un determinado problema puedan ensayar diferentes soluciones, cambiar el final, o cambiar su posición dentro del mismo; como así también frente a una situación placentera repetirla a voluntad.
El juguete le permite mediatizar situaciones traumáticas en su relación con los objetos reales, puesto que los juguetes a diferencia de los mismos, son objetos bajo su total dominio y pertenencia, y consecuentemente con posibilidades de repetir según su necesidad, situaciones dolorosas o placenteras sin exponer a riesgo alguno su relación con los objetos realmente protagonistas de las mismas.
A medida que el niño avanza en su desarrollo, ampliando su tiempo y espacio de exploración, también va variando sus manifestaciones lúdicas: sus intereses, nivel de atención y comprensión, habilidades motrices, etc.
Al momento de nacer, el centro de interés del bebé es exclusivamente su madre. En ella se encuentran todas sus motivaciones de exploración. Sus sentidos están despiertos a todos los estímulos que de ella provengan: su voz, su olor, su mirada y su tacto. En este contacto de piel a piel, se halla la base para el buen desarrollo del niño. Es decir que en este momento, el juguete no despertará más atención que aquellos que propongan distintos estímulos para sus sentidos en desarrollo: sonajeros, mordillos, objetos con diferentes texturas, etc...
Cercano a los 4 meses de vida sucede algo muy importante, los objetos comienzan a funcionar como símbolos y su cuerpo le permite mayor desplazamiento para su encuentro. La actividad lúdica ha comenzado. Su riqueza irá incrementando a medida que su habilidad motriz acompañe el desarrollo.
Cuando el bebé intenta y va logrando sentarse, su relación con el mundo que lo rodea, es otra. Ejercerá un dominio distinto frente a los objetos, no sólo puede alcanzar aquel juguete que mira, sino además alcanzar lo que necesita, llevarlo a la boca, chuparlo, morderlo y cuando el interés decae, abandonarlo. En general, el primer juego al que podemos asistir es el de las escondidas, en el cual elabora las diferentes situaciones de pérdida a las que debe enfrentarse a menudo: pérdida de un objeto, ausencias de la madre, etc.
Es en este momento en el que el niño comienza a esconderse detrás de su sábana, que arroja algún juguete a la espera de ser devuelto, que ríe al ver desaparecer a su madre o a su padre momentáneamente tras un almohadón. Es frecuente también a esta altura de su desarrollo, que el niño ya acompañe estas actividades con ciertos sonidos -balbuceos- que forman parte del inicio de su expresión verbal y que explica de alguna manera, el interés de los mismos por los juguetes con alguna característica sonora.
Los juguetes que podemos proponer en esta etapa pueden ser por ejemplo: sonajero, cascabeles, cajas musicales, teléfonos, activities o gimnasios (estructuras de las que penden diferentes objetos) etc. Rondando los 6 meses, el bebé descubre que hay objetos que presentan huecos en donde puede incluir otros objetos más pequeños, o alguna parte de otro objeto.
Es en este periodo que el bebé suele entretenerse con los juegos de encastre, plantado, enhebrado o distintos objetos cotidianos que permitan tal actividad: lápiz, cerraduras, llaves, por mencionar algunos de ellos. Alrededor de los 8, 9 meses el espacio de exploración y por lo tanto el espacio lúdico comienza a ampliarse a medida que el bebé adquiere la capacidad motora para gatear, los objetos son alcanzados aún cuando están a distancia y comienza cierta independencia de los adultos para el logro de sus objetivos, más aún al año de vida, cuando pueden erguirse y se dan a la marcha.
En este momento el andador es una de las posibilidades de mayor entusiasmo; como así también los jumpers, que proponen diferentes actividades en relación al saltar, etc. Para que el juego conlleve la mayor riqueza posible, lo importante no es tener conocimiento en relación a las etapas evolutivas, ni los aprendizajes esperados en cada una de esas etapas, sino disponer de un tiempo para participar de estas actividades del bebé o niño y alentarlo a jugar.
Lic. Marisa Russomando, Psicóloga (MN) 23189
Directora de Espacio La Cigüeña