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Prevención de la obesidad en los niños

 Prevención de la obesidad en los niños

La obesidad es una enfermedad crónica que afecta a un número cada vez mayor de niños y adolescentes y también de adultos. Los índices de obesidad entre los niños en Estados Unidos se han duplicado desde 1980  y se han triplicado entre los adolescentes. Se considera que el 15 por ciento de los niños entre los 6 y los 19 años tienen exceso de peso, en comparación con más del 60 por ciento de los adultos que se consideran con exceso de peso u obesos.

Los profesionales de la salud están observando la aparición temprana de la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares y la depresión relacionada con la obesidad en niños y adolescentes. Cuanto más tiempo sea obesa una persona, más significativos se vuelven los factores de riesgo relacionados con la obesidad. La prevención es extremadamente importante debido a los trastornos y las enfermedades crónicas asociadas con la obesidad y a la dificultad de tratarla.

Una razón fundamental por la que la prevención de la obesidad es esencial para los niños es que se cree que la probabilidad de que la obesidad infantil persista en la edad adulta aumenta, de aproximadamente un 20 por ciento a los cuatro años de edad, a un 80 por ciento en la adolescencia.

Bebés:
Los bebés amamantados tienen de un 15 a un 25 por ciento menos probabilidades de llegar a tener exceso de peso, y los que son amamantados durante más de seis meses tienen de un 20 a un 40 por ciento menos probabilidades. Por lo tanto, cuanto más tiempo se amamante a un bebé, menores serán las probabilidades de que éste tenga exceso de peso en el futuro.

Niños y adolescentes:
En general, los jóvenes engordan demasiado o se vuelven obesos por no realizar suficiente actividad física y tener malos hábitos de alimentación. La genética y el estilo de vida también contribuyen con el peso de un niño.

Las recomendaciones para la prevención del sobrepeso y la obesidad durante la niñez y la adolescencia incluyen:

Actúe gradualmente para modificar los hábitos alimentarios y los niveles de actividad de la familia en vez de concentrarse en el peso del niño.

Sea un modelo de conducta. Los padres que comen alimentos saludables y participan en actividades físicas dan un ejemplo, en consecuencia, es más probable que un niño los imite.

Fomente la actividad física. Los niños deben tener 60 minutos de actividad física moderada la mayoría de los días de la semana. Más de 60 minutos de actividad puede favorecer la pérdida de peso y el mantenimiento posterior.

Reduzca el tiempo de “pantalla” frente al televisor o la computadora a menos de dos horas diarias.

Aliente a los niños a comer sólo cuando tengan hambre y a hacerlo despacio.

Evite utilizar la comida como recompensa o castigo.

Tenga leche descremada, fruta fresca y vegetales en la nevera en vez de refrescos y bocadillos con alto contenido de azúcar y grasas.

Sirva al menos cinco porciones diarias de frutas y vegetales.

Aliente a los niños a beber agua en vez de bebidas dulces, como refrescos, bebidas deportivas y jugos de frutas.
 

Adultos:
Muchas de las estrategias que favorecen el adelgazamiento y que evitan recuperar el peso perdido ayudan a prevenir la obesidad. Mejorar los hábitos alimentarios y aumentar la actividad física desempeñan un papel fundamental en la prevención de la obesidad. Las recomendaciones para los adultos incluyen:

Comer entre cinco y nueve porciones diarias de frutas y vegetales. Una porción de vegetales equivale a una taza de vegetales crudos o media taza de vegetales cocidos o de jugo de vegetales. Una porción de fruta equivale a una fruta fresca de tamaño pequeño o mediano, media taza de frutas en lata o frescas o de jugo de fruta, o un cuarto de taza de frutas deshidratadas.

Escoja alimentos con granos enteros como el arroz y el pan integral. Evite los alimentos muy elaborados con azúcar blanca refinada, harina y grasas saturadas.

Pese y mida los alimentos para poder comprender los tamaños de las porciones. Por ejemplo, una porción de 85 gramos (3 onzas) de carne tiene el tamaño de una baraja de naipes. Evite las porciones extremadamente grandes de los menús.

Equilibre la “chequera” alimentaria. Ingerir más calorías que las que se consumen provocará el aumento de peso. Controle su peso con regularidad.

Evite los alimentos con “densidad energética” elevada o con muchas calorías en una pequeña porción. Por ejemplo, una hamburguesa grande con queso con una porción grande de papas fritas tiene casi 1.000 calorías y 30 gramos o más de grasa. Si pide un sándwich de pollo a la parrilla o una hamburguesa simple y una pequeña ensalada con un aderezo de bajas calorías, evitará ingerir cientos de calorías y eliminará gran parte de la ingesta de grasa. Como postre, coma una fruta o un trozo de torta de cabello de ángel en vez del postre especial “chocolate mortal” o tres porciones de pastel casero.

Recuerde que se puede lograr mucho con el tamaño de las porciones.

Acumule al menos 30 minutos de actividad de intensidad moderada la mayoría, o mejor aún, todos los días de la semana. Caminar un kilómetro y medio (una milla) en quince minutos o trabajar en el jardín son ejemplos de ejercicios de intensidad moderada.

Busque oportunidades durante el día para realizar 10 ó 15 minutos de algún tipo de actividad, como dar una vuelta a la manzana caminando o subir y bajar las escaleras.

Fuente: terra.com

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