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La visita al “técnico”. Counselor Julio César Vergara. Consultor Psicológico.
psicologo

Cuando se rompe algún electrodoméstico en la casa, no dudamos en buscar velozmente a algún «especialista» que, lo más rápidamente posible repare el problema. Preguntamos a familiares, amigos y vecinos. Consultamos con las páginas amarillas, Buscamos las revistas barriales en cuyos anuncios recordamos haber visto exactamente lo que necesitamos.
No paramos hasta que con cierto júbilo dibujado en la cara, dejamos sobre el mostrador del «especialista» el equipo con desperfectos y guardamos en un bolsillo el papelito que tiene la fecha en la que pasaremos a retirarlo listo para seguir disfrutándolo.
Hasta acá, solo se trata del relato de un proceso absolutamente lógico. Algo no funciona bien, intentamos ver qué sucede, no podemos encontrar el problema, escalamos y buscamos la ayuda de alguien que tiene experiencia en el tema.
Sin embargo… ¿Qué sucede cuando los «desperfectos» nos ocurren a nosotros? Cuando el malestar se instala en nosotros mismos y no damos en el clavo, ni en la tecla, ni en el botón adecuado. Cuando vemos que recurrentemente los episodios son más frecuentes, o cíclicos, o cada vez mas importantes.
Cuando el círculo malestar – queja – malestar deja paso al loop intento – frustración – intento. Cuando parece que se han agotado todas las instancias posibles. Cuando cada acción viene seguida de una decepción.
Curiosamente no se produce la misma reacción que en el ejemplo anterior. Persistimos en el error de creer que todo «desperfecto» va a solucionarse mágicamente producto de nuestro deseo. De nuestra necesidad. Es como pensar que el televisor descompuesto va a funcionar sin inconvenientes por la sencilla razón razón que tenemos que ver el programa que nos gusta.

 
¿Ilógico, verdad?

Sin embargo esta forma de actuar es más frecuente de lo que imaginamos a la hora de consultar con algún profesional del área PSI. Sea Psicólogo, Psicoanalista, psiquiatra, Counselor; en cualquiera de sus modalidades.
Las excusas abarcan un nutrido y colorido abanico de posibilidades. Desde las económicas, pasando por las basadas en la multiplicidad de prejuicios tales como: – Yo no estoy loco como para ir al psicólogo -; – quién va a saber mejor que yo lo que me conviene -;  – no quiero ponerme a hablar de mi infancia para averiguar por qué no tengo suerte con mis parejas – ; – no voy a ir a ningún terapeuta porque después te hacés dependiente – ; – las parejas que consultan con un terapeuta terminan separándose – ; etc., etc.
La lista es larga. Los motivos también. Sin embargo, la experiencia me dice que llegados a este punto la fuente que alimenta estas conductas es el temor en cualquiera de sus formas.

El miedo a ver lo que no se quiere ver; el miedo a enfrentarse con uno mismo; el miedo a dejar la zona de confort que provee el sufrimiento para dejarse caer en territorios desconocidos. No alcanza con la promesa de un futuro mejor. No es suficiente con las ganas de salir adelante.

Tantos años de repetir conductas se hacen costumbre, se visten de resignación, de amargura, de rencor y de frustración.
Es en ese punto en el que hay que patear el tablero y plantarse frente al espejo para decir con convicción: ¡BASTA!
Ese momento en que nos soltamos del borde de la pileta para poder nadar. Cuando le quitamos las rueditas adicionales a la bicicleta y disfrutamos del equilibrio. Ese instante en que decidimos que es este el momento de quitarnos la mochila de la historia para construir el futuro.
Ese futuro en el que somos ama/os y señoras/es porque solo a nosotros nos pertenece. Si dejamos atrás la mochila cargada de piedras y obstáculos, podemos ponernos en marcha hacia nuestro futuro. Porque el futuro está hecho de nuestros proyectos, de nuestras pasiones, de nuestras ilusiones. Porque solo nosotros sabemos lo que representa y como se presenta. En nuestro futuro sin mochila el camino es más llano y las distancias más cortas. Los espacios más amplios y las noches más cortas.
Pero hay que cortar con la comodidad. Hay que terminar con los prejuicios, con los miedos y la resignación. Para eso, y volviendo al ejemplo del principio, los “especialistas” PSI han estudiado, se han preparado y acopiado experiencia. Hay que buscar, preguntar, probar.
Va a haber uno de ellos que sea exactamente quien dé una mano a la hora de intentar un cambio. Que va a alumbrar esas zonas de oscuridad que tanto nos asustan.

No importa a qué edad se decida uno a cruzar la laguna. La otra orilla siempre va a estar esperando. Porque siempre estuvo. Sencillamente no la veíamos por estar demasiado preocupados por la temperatura o la profundidad del agua, y nos olvidamos de nadar.

Breve reseña curricular
Cl. Julio César Vergara  –  Consultor Psicológico  (R.S.E. 212/98)
Ha desarrollado una experiencia de más de 20 años como consultor en empresas de primer nivel, ocupando a su vez cargos gerenciales en las mismas.
Como Capacitador asistieron a sus cursos más de 5000 personas, abarcando desde los Cuadros de venta hasta los Directivos y CEO´s.
Su formación en Psicología y sus estudios en Filosofía y Antropología amplían su marco de referencia y su visión de las cuestiones vinculadas a la naturaleza humana, aportando por ello, una mirada mas abarcativa y global, con un claro sesgo humanístico.
Como Counselor, aplica estos conocimientos a la hora de acompañar los procesos de cambio o adaptación de quienes acuden a la consulta. Es autor de varios artículos y ensayos referidos a su especialidad, así como novelas y cuentos.
www.consultoriapsi.com.ar
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