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El miedo, un gran motor si se lo torna en positivo

El miedo, un gran motor si se lo torna en positivo

 

La forma en que los niños entienden el tratamiento de una enfermedad está en gran medida relacionada con la manera en que la toman sus padres.

Para los pequeños la vivencia y el tratamiento es distinta que para los adultos. Lo que para un adulto puede parecer grave para ellos no lo es. No tienen idea de las exigencias que se les imponen a los padres, sin embargo, aun sin tener esas preocupaciones los niños son muy sensibles frente a la angustia de los adultos cercanos.

Si los sienten angustiados, se angustian también. En cambio, si los adultos lo protegen de estas preocupaciones y lo cuidan como al chico que es lo ayudan a que siga siendo niño aún enfermo y posibilitan que pueda pasar mejor el tiempo del tratamiento.

Independientemente de su edad, todos los chicos necesitan entender lo que está ocurriendo y en qué consiste el tratamiento. La información que se les brinde ayudará a disminuir la angustia frente a lo desconocido, prepararse para lo que va a venir, generar confianza y aceptar lo que les está pasando.

En este sentido, los procedimientos son parte fundamental, para llegar a la curación se le deberán realizar muchos y es el niño quien los sentirá en su cuerpo. Por eso, permitirle prepararse es un excelente modo de apoyarlo y contenerlo.

El propósito fundamental de acompañarlo activamente en los procedimientos consiste en generar un vínculo de confianza y de respeto hacia su condición de niño, que facilite el reconocimiento de los recursos que le son útiles para afrontar las diversas situaciones de la mejor manera posible. Por ejemplo, pinchazos y punciones.

El rol de los padres a lo largo de tratamiento es crucial porque son expertos en sus hijos, son los que mejor manejan su salud, son el principal sostén del niño y parte fundamental de las decisiones.

Las rutinas siguen:

Más allá de los estudios y tratamientos, nunca hay que perder la oportunidad de que jueguen. Para los niños jugar es algo muy serio, es algo más que pura diversión, es parte de su actividad y trabajo diarios, indispensable para un buen desarrollo. Así ellos dramatizan las distintas situaciones de la vida. El juego es la actividad por excelencia de los más pequeños pero quienes padecen enfermedades graves que requieren tratamientos complejos como el cáncer muchas veces dejan de jugar.

En el hospital, el contacto con la enfermedad y el comienzo del tratamiento representa una situación nueva y difícil tanto para el niño como para su familia. Tiene que estar en un lugar extraño, en contacto con muchas personas que no conoce. Debe soportar malestar físico, procedimientos, estudios, cambios de rutina: horarios diferentes, comidas que no puede elegir, alejamiento de su casa, separación de hermanos, amigos y escuela. Ante estas situaciones difíciles es importante que se lo acompañe y se lo aliente a jugar. Acompañarlos activamente ayuda a mejorar la predisposición del niño para ir al hospital, aumenta la calidad del tiempo que permanece en la institución, favorece la autoestima del chico al sentir que se ha podido enfrentar exitosamente una situación difícil y además fortalece la alianza terapéutica con el equipo de salud.

Los padres tienen una parte clave y fundamental en ayudar a sus hijos a evitar el dolor cuando es posible y afrontarlo de la mejor cuando éste es inevitable. Acompañarlos ayudará a que el niño se sienta cuidado y tenga más seguridad. A veces es útil coordinar dentro de la familia quién siente que podrá acompañarlo sin angustiarse. Esto puede ir cambiando a lo largo del tratamiento. Ocupar diferentes roles no implica más o menos capacidad de amor. Cada uno es diferente y aporta de distinto modo, aunque todos ayudan a descubrir la fuerza, capacidad y valentía interna. Si uno tiene confianza en que lo que se hace es para su bien y se lo transmite, el niño tendrá confianza y colaborará en el tratamiento.

Los padres son quienes mejor pueden ayudarlos a que atraviesen los procedimientos del modo más confortable posible, reduciendo el malestar y concentrando el foco de la atención en sus inquietudes.

Teresa Méndez, Responsable Área Psicosocial Fundación Flexer (www.fundacionflexer.org).

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