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Un soldadito sin casco. Liana Castello, escritora argentina. Cuento perteneciente a CON UN POCO DE TI, blog dedicado a las personas que luchan contra la leucemia.

A pesar de ser pequeño, libraba una gran batalla. Sabía que no sería fácil ganar y que tal vez, le llevase años derrotar al enemigo. Sin embargo, ese pronóstico poco alentador era para el pequeño valiente un gran desafío, “su” gran desafío.No podía darse el lujo de ser derrotado. El enemigo era uno y muchos a la vez. Solapado, silencioso y por sobre todas las cosas muy ambicioso. Necesitaba el poder absoluto del territorio y lentamente parecía ir logrando su objetivo. Poco a poco, había ido ganando terreno, había avanzado cruel e impiadoso sobre los dominios del pequeño.

Parecía extraño que entes tan pequeños tuviesen tanto poder. Cuando le habían encomendado la misión, la más importante de su corta vida, no le habían dejado margen para la duda, ni siquiera para el lamento. Podría haber desistido antes de luchar pues no contaba con muchas armas para defenderse, estaba cansado y débil. Era pequeño y tenía miedo.

Sin embargo, optó por dar batalla. Eso sí, necesitaría aliados, personas que lo ayudasen, fórmulas casi mágicas, aparatos, tecnología y sobre todo amor y confianza, fe y esperanza. Tenía todo eso, pero sabido es, que por acompañados que estemos, en un punto, uno está solo en el dolor. No le importó.

La recompensa de ganar esa batalla y recuperar su territorio valía la pena o mejor dicho, muchas penas. Contrariamente a lo que podría imaginarse, no le habían entregado un traje sofisticado. El niño había imaginado que lucharía con casco, un traje similar a uno espacial, rayos laser, armas de formas extrañas y sin fin de accesorios.

Nada de eso, no llevaba casco que cubriese su magra caballera, tampoco un traje grueso. Vestía ropas finas, casi etéreas y no portaba armas. Aún así, aparentemente indefenso, el niño no se daría por vencido, se le iba la vida en esa batalla y estaba dispuesto a ganarla, con o sin caso, con o sin traje.

Muchos admiraban su valentía, se había convertido en una especie de superhéroe para quienes lo rodeaban. Sabía que si era derrotado, muchos sufrirían, más que él sin dudas y eso no se lo podía permitir.

Periódicamente, debía pedir “sus coordenadas” para saber dónde estaba parado y si sus enemigos seguían avanzando o se iban deteniendo.

– ¿Coordenadas mi capitán? – preguntaba el pequeño, no sin temor.

– Me temo que no son buenas, estamos perdiendo terreno – contestaba con mucho dolor su capitán vestido de blanco.

– No importa, ya lo recuperaremos –respondió con una sonrisa el valiente soldado.

Y no se dio por vencido, y siguió luchando con las armas que tenía a su alcance. Puso fuerza, alegría, venció el cansancio y por sobre todo el temor y el terror que a veces se parecen demasiado. Alentó a los que lo alentaban, consoló a quienes intentaban consolarse.

No fue fácil, pero ya se lo habían anticipado, eran las reglas del juego. Y luego de mucho tiempo, mucho dolor, pero por sobre todo mucha esperanza, el pequeño venció.

– Las coordenadas no pueden ser mejores – dijo un día el capitán vestido de blanco con lágrimas en los ojos.

– ¿Los doblegamos? – Preguntó el soldadito sin casco.

– No hay dudas ya, has triunfado.

Muchos fueron los que festejaron el triunfo del pequeño. No sólo el soldadito y el capitán, sus familias, sus amigos estaban felices y agradecidos.

Ya no había enfermedad, el enemigo llamado leucemia se había retirado. Quedaban atrás los dolores, el cansancio, las terapias. El pequeño se deshizo de su traje etéreo y vistió sus ropas luego de mucho tiempo.

En su cabecita sin casco, ya asomaban cabellos recién nacidos, como su vida misma.

Fin
Dedicado a todas las personas que luchan contra la leucemia.
“Con un poco de ti… Salva una vida, hazte donante”
 
padres

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