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La pelea de las banderas

La pelea de las banderas. Cuento para adolescentes sobre la aceptación de las diferencias. Perteneciente al Proyecto Cuentos para Crecer.

Todos los miércoles voy al «local». Es una gran sala de un edificio prefabricado donde pueden ir los niños cuando no hay colegio. Francisco y Yamila, los animadores, siempre proponen juegos divertidísimos. ¡Y hoy es aún mejor que de costumbre!

— ¡Vamos a organizar unos Juegos olímpicos! –Anunció Yamila por la mañana–. El próximo miércoles comenzaremos los entrenamientos para la carrera de velocidad.

—Hoy tenemos que formar cuatro equipos y elegir para cada uno el nombre de un país –siguió diciendo Francisco.

Nos reíamos y nos agitábamos de lo contentos y emocionados que estábamos. ¡Todo el mundo hablaba al mismo tiempo! Pero las discusiones empezaron enseguida…

Niouma quería que su equipo llevara la bandera de Senegal. Thierno prefería la de Malí. Yo estuve más de un cuarto de hora reuniendo un equipo camboyano, porque Tarek no dejaba de decirles a sus amigos: «Sentha quiere ser siempre el líder, y luego acabamos hartos de tanta Camboya; ¡un equipo tunecino sería mucho mejor!».

Cuando estaba a punto de darle un puñetazo, Ana me empujó para tirar del pelo a Fátima. Estaba roja de ira:

— ¿Yo en el equipo tunecino? ¿Estás mal de la cabeza o qué? Mi padre dice que los árabes no son buenos en nada.

— ¿Buenos en nada? –Empezó a gritar Fátima–. Pues tu madre, aparte del pescado empanado, no sabe cocinar nada. ¡Eres una racista, y mi padre dice que los racistas son sucios…cerdos!

— ¡Mi padre no es un cerdo! –gritó Ana dándole una patada en la espinilla a Fátima, quien a su vez mordió a Ana en la mejilla.

Francisco corrió a separar a las dos niñas. Exclamó:

— ¡Qué es eso de los cerdos! ¿Sabéis al menos lo que quiere decir? ¿Sois racistas o qué? ¡Esto parece la tercera guerra mundial!

Ordenó que nos calmáramos e hizo que nos sentáramos en el suelo formando un círculo.

—Como no llegáis a un acuerdo, soy yo quien va a echar a suertes los equipos –dijo.

— ¡No es justo! –empezó a protestar Thierno.

Pero con el sorteo todo el mundo se reconcilió. Fue muy divertido ir por turnos a sacar de un sombrero un trozo de papel con el nombre de un país.

A mí me tocó Senegal con Nadia, Marina y Tarek. Para fabricar la bandera tuve una idea genial: esta tarde voy a coger el pantalón corto de rayas verdes, amarillas y rojas de mi hermano pequeño.

Y si mi madre me pregunta que qué ha pasado, le diré que hay que ser un verdadero racista para picarse por algo así.

Fin

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