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¿Cómo beneficia el arte a las personas con discapacidad mental?

¿Cómo definir al arte? ¿Se lo puede encasillar? Cómo hacerlo, si esta actividad es precisamente creatividad, libertad, movimiento, expresión en su estado más puro.

El arte es un viaje a nuestro interior, tanto si lo producimos o si somos parte del público. Nos conecta con nuestros sueños, deseos, con aquello que con las palabras nos resulta difícil decir. Por todo esto, el arte no admite etiquetas.

En esto último coincide con las personas con discapacidad mental, ellas tampoco deben ser etiquetadas. Cada una de ellas responde a su entorno y afectos con sus particularidades, con sus áreas de capacidad, y esto no siempre respeta lo que el diagnóstico explicita. Por eso, acercarlas a distintas manifestaciones artísticas es una manera de ayudarlas a encontrar esa voz interna que no siempre puede expresarse a través del lenguaje verbal o gestual.

Cuando un artista crea, éste plasma en el papel (si se trata de pintura, collage o dibujo) sus experiencias, sus miedos, sus anhelos, expresa parte de su mundo, una parte que es inaccesible para las palabras. Gracias a su actividad creativa puede ahondar en sí mismo, y lo hace haciendo uso de sus cualidades más talentosas, emplea todo su potencial. Y del mismo modo lo hacen las personas con discapacidad metal, que cuentan con la guía estimulante de sus docentes, que los llevan de la mano a su ser interior.

La diferencia es que en el caso de las personas con discapacidad mental, el docente debe enfocar su mirada para darles un apoyo teniendo en cuenta cuáles son sus capacidades, proyectando así un despliegue de sus características más positivas. Así, no solo se expresa, también logra visualizar todo lo que sí es capaz de hacer.

En este sentido, vale la pena describir el proceso creativo. Éste tiene dos etapas muy caracterizadas.

La primera tiene que ver con el tomar contacto con el desafío de plasmar la idea, de este momento forma parte la búsqueda, en la que la guía del docente se vuelve esencial. Si existe un lazo de confianza, la dupla alumno maestro puede ser intensa y hasta centrarse tanto en lo posible que la frustración quede por fuera de toda la producción.

La segunda etapa es poder mostrar la obra, dejarla ante la mirada de otros, que miran con su individualidad. Someterla al juicio del público es estresante, pues el artista se encuentra con la subjetividad de las personas. El poder disponerse al observar una obra y dejar que ésta te guie hasta tus conocimientos y valoraciones, es algo que todos deberíamos hacer con piezas de autores conocidos y también de quienes tienen discapacidad mental. Cuando un artista con discapacidad intelectual da a conocer su obra se busca que el público se conecte con lo que la obra le transmita, no con las limitaciones del artista.

Grandes oportunidades son las exposiciones de plástica. Allí el artista y el público se encuentran en primera persona, con una obra como nexo. Ya hay un primer acercamiento realizado. Esto es la integración del arte, es lo que permite que la obra sea evaluada más allá de si su autor tiene o no una discapacidad. De otra manera, es una integración supuesta, cuando en realidad se mira desde una supuesta actitud de aceptación que no es tal.

Por Cristina Zaragoza, presidenta de la Fundación Río Pinturas www.riopinturas.org.ar

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