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Comprender el duelo

El dolor por la pérdida de un ser querido es una de las experiencias más duras que los seres humanos tenemos que vivir. Modifica nuestro estado de salud y bienestar y por ello, es necesario un período para poder recuperarnos y llegar así al equilibrio de nuestra vida otra vez.

El duelo es el proceso de elaboración en relación a una situación de pérdida, tanto de ausencia física de algún ser querido como de un proyecto, de una ilusión. Es un período de adaptación a la nueva situación, acomodación de los sentimientos de pérdida y construcción de la idea de lo que vendrá.

La dinámica del desprendimiento es una constante de la vida humana. La persona crece en la medida en que acepta creativamente el principio de la separación y de la pérdida como condición necesaria para vivir. Nadie puede saber cómo reaccionará ante una pérdida hasta que no se encuentra frente a ella.

Se crece cuando se acepta el sufrimiento intentando comprenderlo. Para ello, la persona debe ir superando las distintas etapas del duelo, por supuesto que esto dependerá de la causa del proceso de duelo que lleva adelante y los recursos emocionales afectivos con los que cuenta tanto un adulto como un niño que atraviese por esta situación, previamente a enfrentarla.

Estas etapas varían según la relación del adulto con la pérdida y son:

– Registro de la pérdida

– Adaptación a la misma

– Elaboración de la misma

– Convivencia saludable

– Vínculo con la persona fallecida a través de sus recuerdos, dichos, entre otros

Es muy importante atravesar estas etapas para poder continuar con una vida emocional saludable. De no ser así puede dar lugar al desarrollo de un duelo patológico, entendiendo como tal al proceso que se manifiesta con síntomas físicos emocionales: fatiga, astenia, depresión, situación maníaca, aislamiento, entre otros.

Ahora, ¿cuándo es el momento de consultar con un profesional?

– Cuando aparecen manifestaciones que llaman la atención, como por ejemplo: “parece como si no le afectara”, “lo elaboró demasiado rápido”, “ni lo/a nombra”, etc.

– En cada situación que se observe que la persona no está pudiendo continuar con su vida habitual.

– Cada vez que sintamos que no estamos pudiendo solos, que necesitamos ayuda.

– Cuando necesitamos contención u orientación para acompañar a los niños.

– Frente a nuevos síntomas físicos y/ o emocionales afectivos.

Para ayudar a quien está atravesando un proceso de duelo, lo aconsejable es poder ponerse a disposición de quien lo protagoniza, acompañándolo según sus propias necesidades y condiciones. Algunas personas necesitan conversar acerca de lo sucedido, otras no pueden hacerlo hasta que no haya avanzado en las etapas del duelo; hay quienes necesitan compañía permanente y quienes lo viven como un camino solitario.

Es fundamental respetar la singularidad de cada uno para poder acompañar y ayudar de verdad. El duelo termina cuando la persona ha podido completar las etapas respectivas. El tiempo que lleva dependerá de cada persona y cómo va avanzando en su vida de acuerdo con las etapas.

Es difícil pensar que un duelo se resuelva plenamente antes del año. Un punto de referencia para decidir si el duelo ha finalizado o no es cuando el sobreviviente puede pensar en el fallecido sin un sentimiento de dolor.

Algunos consejos para los que atraviesan esta etapa:

– Aprender a desapegarse: desapegarse significa crear un espacio entre la muerte del ser querido y el reto de sacar adelante el propio proyecto existencial.

– Comunicar lo que se siente

– Tomar decisiones. Las personas podemos elegir qué actitud asumir ante los acontecimientos. Optar por vivir una hora cada día, sin preocuparse o dramatizar el mañana, ya que el desafío es reinstaurar un ritmo cotidiano de un modo sencillo.

– Ser paciente consigo mismo: no es fácil ser pacientes consigo mismos y con los cambios. El esfuerzo por asumir nuevas tareas requiere la capacidad de relativizar los problemas, la disponibilidad para cometer errores, la fuerza de soportar frustraciones y soledad. Tras la experiencia, la persona seguramente no será la misma, pues la pérdida habrá transformado su mundo para siempre, pero podrá ser incluso mejor, más humana y con mayor comprensión.

– Acudir a la propia fe: la imagen que se tiene de Dios, entra en crisis, tras la pérdida de un ser querido. Dios no rechaza los desahogos humanos. La fe no protege del dolor, pero ayuda a afrontarlo.

– Creer en sí mismos

– Entablar nuevas relaciones para reducir la soledad más que evitarla.

– Volver a sonreír y comenzar a dar.

Los niños ante la muerte de un ser querido

Frente a la pérdida de un ser querido, la gran diferencia entre el niño y el adulto es que el primero si es muy pequeño no logra entender qué es lo que sucede, no registra el motivo por el cual tiene sentimientos de tristeza.

Muchas personas se preguntan acerca de qué decirle a un niño cuando muere un ser querido. La idea es enfrentar esta situación, una vez más, con la verdad.

Se trata de brindar la información de la manera más sencilla y acotada que se pueda, no dar detalles de situaciones traumáticas o dolorosas y luego estar disponibles para poder responder a las preguntas que puedan aparecer, manteniendo el canal de comunicación abierto para cuando el niño necesite más información.

Tanto el velorio como el entierro son ritos que colaboran con los adultos en el proceso de duelo, pero suele ser muy impresionante para los niños, que no cuentan con representaciones que expliquen lo que está sucediendo. De esta manera, pueden generar traumas al no poder integrar las imágenes fuertes con las que debería enfrentarse si asistieran a estos ritos. Por eso mi sugerencia es no asistir con niños a velorios y entierros.

Es un tema muy complicado por la tristeza y la angustia que suele acompañarlo. Por ello es importante tomar el tiempo necesario para evacuar dudas, siendo lo más sinceros posible, agregando las emociones que pueden aparecer en esos momentos, tratando siempre de hablar con claridad evitando abstracciones del estilo: “el abuelo se fue a dormir” o “está mirándote desde esa estrella”.

Los niños ante estas respuestas suelen esperar fallidamente el regreso, y la idea de ser siempre mirados puede llevarlos a situaciones persecutorias. Con respecto a las creencias religiosas, probablemente desee responder desde las propias; sin embargo, es posible agregar la idea de que hay otras personas que creen en otras cosas. Si la persona que responde no es creyente, sería importante explicar quién es Dios de todos modos, ya que escuchará mencionarlo y gracias a los elementos que pueda aportarle construirá su propia opinión.

La idea es transmitirles a los niños que nadie sabe exactamente qué sucede cuando uno muere, que hay diferentes teorías al respecto, poder explicar algunas de ellas, pero que lo que se sabe es que si un animal o una persona muere deja de respirar, su cuerpo no funciona más, que las personas suelen morir cuando son muy viejos y que no pueden regresar.

Por eso hay algunos rituales, ceremonias para estar todos juntos despidiéndolos y si bien se sugiere no asistir a velorios y entierros podemos, como familia, encontrar nuestra propia manera de hacerlo, de acuerdo con la edad de los pequeños y nuestras creencias: encender una vela, rezar juntos, recordar anécdotas.

Finalmente, transmitir con tranquilidad que aquellas personas que fueron importantes para nosotros siguen acompañándonos en los recuerdos, con sus dichos, sus costumbres, sus enseñanzas.

Por Lic. Marisa Russomando, Psicóloga (MN) 23189, www.marisarussomando.com.ar

Directora de Espacio La Cigüeña

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