El conejito lo vio
desde la verde pradera,
por una gran chimenea
salía una gris humareda
Y como tenía frío
allí se fue a calentar,
junto a las llamas del fuego
a sus pies se fue a tumbar.
Un rato muy calentito
casi sin moverse nada,
allí se quedó dormido
en una alfombra dorada.
Pero cuando despertó
con cara de sorprendida,
una niña con dos trenzas,
en sus brazos le mecía.
Parecía muy pequeña,
le agarró de las orejas,
y después con suavidad
le acarició la cabeza.
El conejito asustado,
ya había entrado en calor,
y de un salto inesperado,
de sus brazos escapó.
Fin