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Hijo…No soy Dios, no soy omnipotente
¡Pero como quisiera cambiar este mundo injusto!
En el que brilla más el plástico encerado
que la miel que produce la abeja inteligente.
Solo te voy dejando pequeñas huertas de ternuras
que cosecharás en la adultez.
Yo, te cuento, me rebelé en los sesenta
contra la pacata tradición social,
usé mini, vestí blanco y negro, fumé con boquilla
bailé rock and roll y amé a los Beatles.
Sufrí mucho la soledad del rebelde.
Estudié francés, ecología y grité ¡ Paz!
ante las guerras del mundo.
Mi generación fue partícipe y testigo aterrada
de la época más trágica de nuestra patria.
Cerca del fin del milenio, sigo tejiendo,
junto a tu padre, claro, una red de valores cotidianos;
La comida caliente, muchas plantas, muchos libros,
cinco perros, algunos gatos, asados los domingos.
Y mirarte, mirarte todo el tiempo.
Besos que te doy y otros que me guardo para no cansarte.
El consejo pensado y el enojo espontáneo.
¡Qué vida hijo! Todo nos ha costado tanto,
pero te hemos engendrado con amor.
Planté muchos árboles, escribí un libro,
pero aún no termina mi tarea.
Tú debes partir, pichón amado vuela.
Yo guardaré en el arcón de la rutina mágicas luces
de recuerdos,
y fumando en el silencio de la casa un cigarrillo con boquilla
enjugaré mis lágrimas por tu vuelo.

Fin

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