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Miguel Ángel Ramos Inga. Cuentos cortos

Érase una vez, aquella frase tan utilizada para el comienzo de un cuento es, en este caso, un cuento corto con un dejo de nostalgia por el pasado sencillo y divertido de una niñez que se ha transformado con la modernidad. Del escritor peruano Miguel Ángel Ramos Inga.

Érase una vez

Érase una vez - Cuento corto

Érase una vez. Solíamos subir las lomas de aquellos arenales donde descendíamos corriendo contra el viento y la gravedad, todo para ver cómo se elevaban nuestras cometas. Porque al mirarlos, mirábamos el cielo infinito tan cercano y nuestra imaginación que dibujaba con las nubes que el viento arrastraba.

Sin embargo, esto ha cambiado. De mirar al cielo pasamos de mirar al suelo, de buscar estrellas en el cielo a buscar letras en el suelo, de buscar astros en el firmamento a buscar stickers en el suelo, de jugar con las nubes y el viento a jugar con los teclados y el mouse.

Recuerdo aquella vez.

Lo recuerdo muy bien, como si fuera ayer… “Armarlo era toda una tarea digno de un mozuelo artesan. Despertada nuestra creatividad y entusiasmo, empezábamos por conseguir la estructura que consistía en palillos de carrizo. Y, que mejor que ir en grupo por las riberas del río, riendo y conversando.

De ahí lo más fácil eran las bolsas, si eran oscuras mejor ya que lo podías observar desde bien lejos. Luego las hilachas de tela para la cola, que funcionaban como timón. Esas hilachas tenían que ser de telas delgadas, y que mejor que el mantel de la mesa o una camisa vieja. Claro que si las mamás se enteraban, nos ganábamos una resondrón*, pero bien valía la pena. Y finalmente, los pabilos. Eso era otro cantar, era uno delgado para unir los carrizos y otro era semi grueso para sujetarlo y llevarlo contra el viento y verlo despegar. Estos pabilos eran algo que si costaba sus monedas, pero todo lo demás era gratis y ofrecidos por la naturaleza y la maña de obtenerlo”.

Recuerdo que corríamos en grupos para ver quien era el mejor.

El mejor capitán, el que manejaba bien su nave, el que aprovechaba de la mejor corriente de viento, el que serpenteaba los obstáculos del camino para no caerse, el que perseveraba y el que mejor podía estar más cerca al cielo, manteniéndose arriba. Porque si querías ganar, tenías que alcanzar la cima de los vientos y las nubes.

Érase una vez donde los niños armaban y volaban sus cometas. Érase una vez que en grupos bulliciosos nos concentrábamos para ver quién de nosotros hacia mejor su cometa, érase una vez que mirábamos al cielo.

Érase una vez donde la tecnología no nos invadía con tantas distracciones, y aprendíamos mejor las lecciones de la familia, la escuela, la calle y la vida. Érase una vez cuando el progreso tan querido y esperado no nos atrasaba tanto en asociarnos como grupos como hermanos, como amigos.

Ahora, esa tecnología y este progreso (mal llevado) nos han dañado nuestros carrizos (fuerzas), nos han alejado de los ríos (aguas), nos rompen las bolsas (resistencia), se llevan los telas (sin dirección) y nos han cortado el pabilo (puente entre el cielo y la tierra, falta de Fe).

Ahora es como estar en una isla donde ya nadie corre ni conversa y aunque todos estemos juntos ninguno mira al otro ni conversa al otro, cual fantasmas deambulamos atados a una cadena cuadrada y chiquita (el celular). Esclavos de sí mismo, sin más preocupaciones que por ellos mismos (egoísmo) o por lo que les rodea (indiferencia) y si algún ruido los despierta o distrae, alzan la mirada, miran a su alrededor… y todo les parece estar bien y prosiguen con su andar.

Por más que intento saber cómo podemos seguir así, vivir con muertos vivos, no encuentro una respuesta alguna.

No sé si será la nostalgia o la indignación o la suma de todo eso.

Pero cuando diviso el firmamento me parece ver esa cometa olvidado, esperando a algún capitán que retome su vuelo y serpentee sus vientos alisios, ahí por donde estemos o con quién estemos, siempre estará presente el recuerdo de érase una vez cuando soñábamos despiertos, a estar cerca del cielo y jugar con las nubes…

Fin.

* Resondrar: significa Amonestar, reñir verbalmente.

Érase una vez es un cuento corto que nos envió el escritor peruano Miguel Ángel Ramos Inga para publicar en EnCuentos.

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