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Recorriendo Costa Rica con Marisa Alonso Santamaría, escritora española. Relatos sobre lugares del mundo.

¡Por fin en Costa Rica! Después de once interminables horas metida en un avión, aterricé en el aeropuerto Juan Santamaría, cosa rara, a la hora prevista.

Nada más bajar del avión, percibí la buena temperatura que allí había. Yo salí de Madrid con escasos 2ºC, para mí esto es un lujo, ¡siempre en verano! Esta gente no sabe lo que ahorran en calefacción y abrigos…pensé.c

Durante dos meses había preparado mi viaje con mucho entusiasmo, mirando toda clase de publicidad y recogiendo toda la información posible sobre el país, por eso, llevaba una idea preconcebida y al llegar al aeropuerto lo primero que llamó mi atención fue precisamente, el aeropuerto, más grande y mucho más moderno de lo que esperaba, ¡vaya sorpresa! Al salir al exterior, serían cerca de las cinco de la tarde, esperaba ver lo que había visto en tantos folletos y de lo que tanto había oído hablar… ¿la naturaleza?, ¿Pura vida?

Y me encontré con una carretera asfaltada, una larguísima cola de coches, algunos muy diferentes a los de mi país, pero coches, una manera de conducir caótica, desagradables pitidos y un gran atasco, como en cualquier capital europea a una hora punta, para al fin poder llegar a mi destino, horas después, a la zona de Acosta.

Esto sumado a que enseguida se hizo de noche y lloviznaba hizo que me llevara una gran decepción. Durante el recorrido no pude evitar fijarme en las originales señales de tráfico, para mí, muy divertidas, de tan explícitas que eran; “Despacio”, “No vehículos automotores”, “No hay paso”, “No virar a la izquierda”, “40 kph”. Los bonitos autobuses amarillos que aquí sólo vemos en las películas americanas, los camiones y camionetas, hizo que al menos, algo fuera diferente a mí país.

Los nombres de las tiendas, los parqueos, y sobre todo, que un cuatro de noviembre ya tuvieran iluminación navideña por todos los lugares, con unos venados como de paja de tamaño muy grande que ponen de adorno por todos los sitios y que nunca he visto en mi país, me sorprendió.

También llamó mucho mi atención el penoso estado del tendido eléctrico, con todos los cables colgando y a la vista, o los semáforos apenas sujetos con un cable y balanceándose de un lado a otro, me parecía que esto era muy peligroso, aunque las personas paseaban tranquilamente bajo ellos, obviamente acostumbrados sin prestar la menor atención.

Todas las casas y edificaciones que iba viendo durante el recorrido, me parecían muy bajas a comparación de las que hay en cualquier ciudad europea. En Segovia, mi ciudad, en el interior de España, somos 50.000 habitantes y tenemos edificios de hasta 10 pisos, en Madrid los hay de más de 40 pisos.

Otra cosa que se nota al llegar al país y que agobia un poco, es la humedad. Empecé a sudar, yo que normalmente nunca sudo, a pesar de llevar el vidrio bajado, (para nosotros la ventanilla), aunque enseguida me acostumbré al clima y no me supuso ningún problema. Según me iba alejando de tanto caos y acercándome al interior, iba intuyendo los paisajes y la naturaleza, que días más tarde descubriría.

Mirando al cielo, me pareció ver muchas más estrellas de las que veía en Segovia, sentí que empezaba a respirar mejor, entonces fue cuando empecé a darme cuenta de que Costa Rica me iba a gustar.

Costa rica (Pura vida)

Después de la primera decepción, que ya he contado, comencé, poco a poco a ilusionarme con lo que iba viendo, ¡qué paisajes!, sólo conocía la zona de Acosta y ya me entusiasmaba. No dejaba de admirar las vistas tan impresionantes que se divisaban de la capital, camino a casa.

“Costa Rica”, Pura vida”, todo verde, valles y laderas, esto ya entraba en la idea que me había hecho del país, mucho más cuánto más lo iba conociendo. Los días que pasé en Puntarenas, los preciosos atardeceres en la playa acompañada de los pelícanos, de verdad me impresionaron.

El Día que visité Península Nicoya, por cierto, el mismo día que el presidente Don Oscar Arias eligió para ir de visita a Pochote, fue el día que empecé a conocer Costa Rica en estado puro, paisajes, pueblos y playas de la zona, sin turistas, en un entorno natural. El ferry que me llevó a la Península iba lleno de gente del pueblo, no sé en otras épocas del año.

Me gustó el entorno y los animales, y me sorprendió muchísimo encontrar un gran supermercado en un lugar así, con los días iría acostumbrándome a estas cosas. Ir al Parque Manuel Antonio, con su maravillosa y paradisíaca playa de aguas azules en la que disfruté muchísimo, me resultó muy excitante, y observar a todos los animales que allí había, interesante y muy divertido.

Llamó mi atención lo descuidada que estaba la entrada al parque, lleno de baches y barros, Y muy agradable ver a los surferos jugar con las olas en la playa. Según iba recorriendo el país pude comprobar, que la mala fama que tienen las carreteras de Costa Rica, no son ningún bulo. No encontré ningún tipo de seguridad vial.

No hay señalizaciones de orientación, para saber por dónde vas o qué camino tomar, (tan sólo pude ver una señal de camino a Puntarenas, tapada por una enorme hoja de árbol). La señalización horizontal, no existe, no tienen vallas de protección o quitamiedos, ni siquiera en curvas muy peligrosas, ninguna señalización pintada marcando la carretera o división de carriles, y nada que decir de la iluminación, mejor dicho, de su no iluminación. Miedo me daría tener que pasar una noche lluviosa por allí.

Si a esto añadimos los enorme deslaves, puentes medio derruidos, ríos marrones por el lodo, debido a las grandes riadas habidas días antes, terrenos en muy mal estado por dónde la gente obligatoriamente debe pasar, cortos trayectos que se hacen en interminables horas, casas situadas en lugares de muchísimo riesgo que al menor corrimiento de tierras se vendrían abajo…creo que todo lo mencionado junto con el lamentable estado del tendido eléctrico, son las asignaturas pendientes de Costa Rica.

También debo decir, que todo esto, se ve compensado, al menos para el turista que va de paso, por los espectaculares paisajes que hay a lo largo de todo el país.

El que haya infinidad de clase de árboles: Guanacaste, cenízaro, robles, palmerales, balsa, caoba, gallinazo, etc, etc. Innumerables plantas y flores de muy bello colorido, como la orquídea” banderita española”, llamada así por su color rojo y amarillo, o la enorme hoja de la conocida planta” sombrilla del pobre”, las que recuerdo muy bien,..hacen del país un lugar realmente bello.

Recorrer la zona de Los Santos, ir parando por todos los pueblos de la zona, ver los inmensos cafetales en las laderas, y a sus gentes recolectándolo, tomar uno en San Marcos de Tarrazú…resulta muy interesante para hacerse una buena idea del país.

Costa Rica y su fauna

Despertar escuchando el canto del gallo y el trino de los pájaros, impensable en las ruidosas ciudades, es un lujo al que cuesta muy poco acostumbrarse. Salir al exterior a las siete de la mañana y sentir el calor del sol, como si fuera un día de verano en Segovia, pero al mediodía, ¡una gozada!, y empezar a ver grandes mariposas azules, insectos, colibrís, pájaros de llamativos colores…una buena manera de tomar contacto con la fauna del país.

Dónde realmente empecé a darme cuenta de lo excitante que era la fauna de Costa Rica, fue en mi visita a la Península Nicoya. De camino a Pochote, reparé en un mono colgado de una rama, que se convirtió en una gran familia numerosa en pocos minutos, fue divertido observar a los monos balanceándose y saltando de una rama a otra en su hábitat natural, pues sólo les había visto en alguna ocasión, en el zoológico de Madrid.

Continuamos el viaje y ante mis ojos, iban apareciendo distintos tipos de animales: iguanas, águilas, zopilotes, vacas, muy diferentes a las españolas. Disfruté muchísimo observando a los pelícanos en la playa de Puntarenas, había muchos y no mostraban demasiado temor por las personas.

Pero, el lugar en el que más disfrute observando a los animales, fue, sin duda alguna, en el parque Manuel Antonio, dónde me encontré una preciosa playa de aguas transparentes, en una selva. Allí había muchos monos: cariblancos, congos, monos rojos, también había iguanas y mapaches. Es divertidísimo ver, como los monos y los mapaches quitan la comida y la ropa a los despistados turistas, entretenidos en darse un chapuzón en la playa o haciendo fotos por los alrededores, siempre que el turista despistado sea el vecino, por supuesto.

Pude comprobar, que en este parque siempre estás acompañado. Mirando al suelo distraída observé, justo a mis pies, una fila interminable de hormigas que parecía no tener fin. Más tarde, paseando por la playa, en un momento me vi rodeada de multitud de cangrejos.

Además, puedes sentarte en una iguana de la manera más natural, pensando que es un tronco o una piedra. A lo largo del día fui viendo animales a los que no pude poner nombre. A las afueras del parque estuve alojada en un hotel, casualmente regentado por una española, el hotel Vela, pues bien, aquí seguía acompañada de los monos que me tiraban cocos desde los árboles, parecía que aún estuviera dentro de él, se oían los gritos de los congós, las aves…desde luego nada parecido a cuando duermo en mi casa.

No quiero dejar de mencionar, mi paso por el río Tórcoles y los cocodrilos, con una sola indicación en el puente, un letrero en el que decía: “ES PROHIBIDO Y ILEGAL DAR DE COMER A LOS COCODRILOS” Allí no había ningún impedimento físico para que algún turista despistado pudiera bajar al río, o lo que es peor, ningún impedimento para que los cocodrilos subieran a dar una vuelta y de paso comerse a un turista. Yo de momento, no incremento la estadística.

Costa Rica y sus volcanes

Los volcanes, a los que el costarricense está tan acostumbrado, merecen un capítulo aparte. En España, también tenemos volcanes, en las islas Canarias, pero no tienen nada que ver con los volcanes de Costa rica, su entorno, es totalmente diferente. En Canarias, el paisaje de la zona volcánica, es negro, playas negras, rocas negras y paisajes desérticos.

Pienso que a los ticos les encantaría visitar Lanzarote por ser tan diferente a lo suyo. Me gustaron las impresionantes vistas del volcán Irazú, subir al mirador, a más de 3000 m de altura, y notar como el corazón se aceleraba y me costaba respirar, no sé si debido a la altura o a la emoción que sentía. Estar allá arriba me hizo pensar en la grandeza de la naturaleza.

Pero si hubo algo que realmente me impresionó de Costa Rica, fue el volcán Arenal. Durante dos días tuve el privilegio de andar por allí. Pude ver el volcán totalmente despejado y por lo que me dijeron y pude comprobar más tarde, fue una enorme suerte, pues al día siguiente amaneció nublado y el volcán desapareció como por arte de magia.

Me alojé en el hotel Don Carlos del Arenal. Su dueño, Don Juan Luis, espero que no le importe que le mencione, me contó, cómo con 16 años, vivió la erupción del volcán un 31 de julio de 1967. Me asombraba que pudiera vivir allí después de todo lo ocurrido, con tanta tranquilidad, como mucha otra gente que vive por la zona, todo el pueblo de La Fortuna, por ejemplo. Mi cabaña, tenía vistas al volcán. Esa noche no pude dormir admirándolo en una noche estrellada. Pude ver cómo caía ardiendo lava por las laderas del volcán, de día y de noche, también escuché como rugía, creía que había tormenta, y cómo nadie le prestaba la menor atención.

Siempre recordaré el volcán Arenal. Me quedé con muchas ganas de visitar el Poás, de camino hacia el volcán, pude ver la catarata de la Paz, y ya en la puerta del parque estaba tan nublado y el día era tan lluvioso, que decidimos, como tantos otros, no entrar. Nos dijeron que en esos días estaban apareciendo animales muertos, debido a las emanaciones de los gases… ¿cómo se puede vivir tranquilo así?

Imagino que por la cabeza de todos los costarricenses ha pasado la posibilidad de que haya movimientos de tierra y nuevas erupciones, imagino que el miedo está ahí, latente, como latente está el volcán, pero esta es su tierra, es su país y los entiendo.

También tuve la inmensa fortuna de pasar unas horas en las termas “los Laureles” con vistas al volcán Arenal en un día muy soleado. Espero en mi próximo viaje poder visitar el Poás y la parte del Caribe que me quedó por conocer, seguro que me gustará tanto como el resto del país.

Costa Rica y su distribución

Por cualquier lugar del país que fuera, por muy alejado que estuviera, me sorprendía encontrar una escuela, una iglesia y un teléfono. Esto hace que por caminos y carreteras normalmente encuentres a gente, bien niños de uniforme que van a la escuela o mujeres y hombres dirigiéndose a sus lugares de trabajo, y esto, me parece a mí, es un seguro de vida para toda la población costarricense.

No dejaba de llamar mi atención durante mi recorrido por el país, que en los lugares más insospechados se pueda encontrar un gran restaurante, moderno, decorado con mucho estilo y comparable a cualquier restaurante europeo. Así, como grandes superficies comerciales ubicadas casi en medio de la selva o, como pude ver en el recorrido de la zona de Parrita hacia Acosta, un gran campo de fútbol, tan bien cuidado, que cuántas ciudades europeas avanzadas quisieran para ellos.

Los hogares costarricenses me parecen sencillos, sin grandes lujos, pero en general, creo que con un buen nivel de vida, quitando la zona de Pochote que me pareció bastante más pobre. Es muy curioso, que los ticos, teniendo tantísima vegetación a su alrededor, tengan en sus casas toda clase de plantas y flores para decorar, además de árboles frutales, hortalizas, (esto se entiende más), pero lo que está claro es que les gusta la naturaleza.

También fui descubriendo en mis visitas a los hogares costarricenses, que todos los techos son de madera. En España, la madera se utiliza en suelos y paredes, pero muy raramente en los techos .También descubrí que los baños, (las ducha), son bastantes más amplias que las nuestras, y que no tenían bañera.

Si han visitado algún hogar español de clase media lo habrán comprobado. De camino a Los Santos, vi una casa totalmente derruida debido a las riadas. Me parece que las casas en muchas ocasiones están construidas en lugares de verdadero riesgo, me daba escalofríos imaginar esas casas en los altos y lloviendo torrencialmente, o simplemente con que hubiera un pequeño corrimiento de tierras… ¿aguantarían? Y construir en toda la zona del volcán Arenal, un volcán que está activo…mejor decidí dejar de pensar.

Las sodas, las pulperías, son lugares en los que he centrado mi atención por ser tan diferentes a lo español, claro, que no me imagino una pulpería en medio de una carretera segoviana en pleno invierno, se morirían de frío.

Es evidente que el modo de vida lo da el clima del país. La otra cara de la moneda, la tienen Desamparados y San José, por ser todo lo contrario al resto del país; coches, bullicio, ruido. Reconozco que fue muy agradable pasear por sus calles, visitar el Museo Nacional, el Teatro, la Exposición de Artesanía y sobre todo conocer el Mercado Central, entrar a él fue un auténtico amasijo de emociones, al entrar allí se me agudizaron todos los sentidos, aquello es una verdadera explosión de colorido, creo que allí está encerrada toda la cultura de este país y me hubiera gustado recorrerlo con más detenimiento.

Costa Rica y su gente

Los ticos en general son gente muy cordial, no creo que haya nadie que lo pueda discutir y durante mi estancia en el país lo he podido comprobar personalmente. Lo mejor de mi viaje, ha sido sin duda alguna, haber tenido la oportunidad de convivir con ellos, vivir en sus casas, conversar con niños y mayores. Ha sido una experiencia inolvidable.

Por cada pueblo que he pasado, en las casas y , en las pulperías, en las sodas, me han demostrado que son personas muy agradables, que saben tratar al turista con mimo, te hacen sentir bien y me satisface decir que en ningún momento me he sentido extranjera. Tomando un café en San Marcos de Tarrazú, me acerqué a conversar con unos muchachos, eran estudiantes y me fui a interesar por sus horarios y estudios, quedé gratamente sorprendida por su amabilidad y su educación, pues no sólo me contestaron a todo, además se interesaron por mí, de dónde venía, cuánto tiempo llevaba en el país, si me estaba gustando…si estos jóvenes representan a la generalidad, ¡mis felicitaciones!

Recuerdo acercarme a saludar a una familia que recolectaba café en el distrito de San Pablo León Cortés, sólo diré que eran personas muy sencillas y que eran encantadores. En general los ticos son gente acogedora, abren las puertas de sus casas a todo el mundo, esto lo comprobé en la casa dónde vivía, allí llegaba gente ya a primera hora de la mañana, sin previo aviso, y para todos había tortillas.

Esto me recuerda a la vida que se hacía hace muchos años en los pueblos españoles, siempre había comida para el que pasaba por allí, y es que una buena manera de conocer a las personas es en torno a una mesa, pues tomar casados, tamales, tortillas y empanadas, los vitamínicos y buenísimos jugos, la olla de carne, me ha ayudado mucho a saber y conocer de la vida de los ticos.

Creo, que en general he tenido el privilegio de poder conocer el país y a su pueblo bastante bien. He estado en las pulperías, en sodas, viviendo en cabinas, visitando iglesias y bancos, hasta en un hospital. He probado muchas de sus comidas, incluso me acostumbré a tomarlo en el desayuno, como el famoso gallo pinto, bizcocho de elote, jugos de piña o las resbaladeras.

He tenido la suerte de visitar los Parques y volcanes, conociendo así todos los animales y tipos de vegetación. Me he familiarizado con los nombres de los ticos, este tema daría para hacer un libro.

He conversado con gentes de toda condición y de diferentes edades, personas muy mayores que vivieron y me contaron la revolución, en fin, creo que puedo decir con conocimiento suficiente que Costa Rica me gusta, que este país es “Pura Vida” y yo añadiría “Pura cordialidad” y que espero tener la oportunidad de volver, me gustaría mucho.

Fin del recorrido

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