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Helena y los «mejores». Cuento sobre las consecuencias de sobre exigir a los niños

Por Liana Castello. Cuentos educativos para niños y niñas

Sabemos que hay padres que son muy relajados y otro que son muy exigentes con respecto a la educación de los niños. Sin embargo, y aunque podamos pensar que la exigencia está muy bien, hay casos en que sobre exigir a los niños tiene consecuencias inimaginables y que, más allá que en el cuento Helena y los «mejores» no haya pasado a mayores, hay niños y niñas para los que los efectos pueden durar toda la vida.

El cuento educativo de la escritora argentina Liana Castello nos permite analizar y reflexionar sobre estas actitudes bastante comunes y, dentro de lo posible, tomar acciones para corregirlas. Además, también nos invita a pensar sobre la importancia que tiene el juego en la educación de los más pequeños.

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Helena y los «mejores»

Helena juega a las escondidas - Cuento de acerca de sobre exigir a los niños - Ilustración de María Bullón
Ilustración: María Bullón

Helena es una niña preocupada por hacer muy bien las cosas.

Sus padres son muy exigentes con ella y se preocupan porque sea la mejor alumna, la mejor deportista, quien cante mejor en el coro y un montón de otros «mejores» en cualquier tarea.

Helena juega poco porque no le queda mucho tiempo entre clase y clase. Estudia mucho para el colegio, va a canto, hace deportes, todas actividades hermosas y muy buenas, pero le falta tiempo para jugar, algo también muy importante cuando se es niño.

No es que Helena no quiera… ¡claro que quiere!

Pero cuando les pide a sus padres permiso para ir a jugar con sus amigos, siempre encuentra respuestas tales como: “Estudia un poco más y luego vas”, “¿Estás segura que has terminado toda tu tarea?”, “Ensaya otra vez para el coro y luego vemos”. Lo cierto es que nunca queda tiempo para que la pequeña se divierta.

Esta situación también le ocasiona problemas con sus amigos, ellos no pueden entender que jamás pero jamás pueda hacerse un ratito para jugar con ellos.

Hasta que un día, Helena se despertó con más ganas de jugar que nunca, con más ganas de compartir un momento divertido con sus amigos y entonces tomó una decisión. Haría todo más temprano, se esforzaría el doble para terminar con sus tareas antes de lo habitual y de ese modo, sus padres no tendrían excusa alguna para no dejarla ir a jugar.

Y así fue, a media tarde Helena había ensayado ocho veces la canción del coro, hecho toda la tarea, había ido a practicar deportes y sus padres –sin muchas ganas por cierto- la dejaron ir a jugar.

A esta altura del cuento tal vez ustedes piensen que los padres de Helena eran malos porque no la dejaban jugar, pues no, de malos nada de nada.

Estaban equivocados en algunas cosas.

Sus papás creían que la niña debía cumplir con sus obligaciones y dejar el juego para cuando se pudiese, si es que se podía, olvidando que para un niño jugar es imprescindible y debería ser tan “obligatorio” como comer, hacer la tarea y respetar a los demás.

Pero bueno sigamos con la niña:

Ese día Helena fue feliz a la plaza y más feliz aún la esperaba su grupo de amigos. Decidieron que jugarían a las escondidas. La pequeña estaba emocionada, casi no recordaba cómo se jugaba pero de pronto lo recordó a la perfección.

También recordó a sus padres y pensó en qué le dirían ellos: sin dudas que debía ser la mejor, que tenía que esconderse mejor que nadie, que buscar el mejor escondite de todos y nuevamente otros muchos «mejores».

Helena buscó y buscó y buscó, tenía que encontrar el mejor lugar, el lugar perfecto, el menos pensado y lo encontró.

Pasó un ratito y nadie la encontraba, Helena estaba de lo más divertida. Pasó más tiempo y seguían sin encontrarla y Helena seguía sonriendo. Siguió pasando el tiempo y sus amigos se habían cansado de buscar y además estaban muy preocupados porque no aparecía. Helena se aburría en su escondite, ya no estaba tan segura de haber tenido una buena idea.

Pasó tanto tiempo que la pequeña se quedó dormida.

Al despertar un tumulto de gente se encontraba a su alrededor.

La madre lloraba, el padre la abrazaba al tiempo que maldecía la hora en la que la había dejado salir a jugar. Sus amigos estaban felices porque había aparecido, algunas vecinas consolaban a los padres, otras los criticaban por descuidar a su hija y la pobre Helenita no entendía nada de nada.

– «Si te hubieses quedado estudiando nada de esto habría ocurrido» -decía el padre.

– «¿Qué ocurrió?» -preguntaba la niña sin entender nada.

Le contaron entonces que como nadie la encontraba y pasaba y pasaba el tiempo, los amigos –preocupados- habían ido en busca de sus padres y que tanto ellos, como los vecinos habían colaborado en la búsqueda, con el revuelo que todo ello había generado.

– «¿No podías esconderte en otro lugar más sencillo? ¿Hacía falta esconderte tan bien y que nadie te encontrase?» -preguntó la madre.

Helena miró a sus padres y les dijo:

– «Jugué como ustedes me enseñan siempre, a que en todo debo ser la mejor, llegar más lejos que los demás, sacar las mejores notas, aunque eso signifique no jugar. Busqué el mejor lugar, el mejor escondite, para ser quien jugase mejor a las escondidas, deberían estar orgullosos.»

Por primera vez, los padres de Helena entendieron que su forma de ser y de exigir a su pequeña no era lo mejor precisamente, que se puede y se debe buscar ser bueno en lo que se hace, pero que no siempre tiene que estar acompañado del firme propósito de ganar o sobresalir del resto.

Si la niña hubiese jugado para divertirse y nada más, nadie hubiera pasado un mal momento, pero Helena jugó como sabía, como siempre habían sido sus reglas y resultó poco divertido realmente.

A partir de ese día, Helenita siempre tuvo un rato para jugar todos los días y así su vida y la de sus papás fue «mejor» porque todos fueron mucho, pero mucho más felices ¿Hay algo «mejor» que eso?

Fin.

Helena y los «mejores» es un cuento de Liana Castello © Todos los derechos reservados.

Ilustración de María Bullón ([email protected]). Facebook: Dejarte Huella

Cuento sugerido para niños a partir de nueve años.

Sobre Liana Castello

Liana Castello - Escritora

«Nací en Argentina, en la Ciudad de Buenos Aires. Estoy casada y tengo dos hijos varones. Siempre me gustó escribir y lo hice desde pequeña, pero recién en el año 2007 decidí a hacerlo profesionalmente. Desde esa fecha escribo cuentos tanto infantiles, como para adultos.»

Liana Castello fue, durante varios años, Directora de Contenidos del portal EnCuentos. Junto con este sitio, recibió la Bandera de la Paz de Nicolás Roerich y se convirtió en Embajadora de la Paz en Argentina en 2011.

“Respecto de los cuentos para niños puedo escribir cortos y largos, en rima o prosa, lo que todos tienen como hilo conductor, es el mensaje que trato de transmitir. Siempre pienso en un valor para transmitir a la hora de escribir y esto puede ser a través de una historia corta o de un cuento largo.”

Si quiere conocer más sobre esta impresionante escritora, puede leer su biografía Aquí.

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